La lluvia no le da respiro al Miami Open. La jornada de viernes, apenas la cuarta de acción para el Masters y WTA 1000, sufrió hasta seis horas de demora por las condiciones climáticas que impideron la habitual programación.
Esta historia se repite constantemente a lo largo de los años y, al no tener ningún estadio techado, los partidos suelen postergarse e incluso, muchas veces, jornadas enteras deben ser suspendidas por el factor climatológico.
Si nos remontamos 10 años en el tiempo, en la edición de 2014, ocurrió algo similar entre el español Rafael Nadal y el australiano Lleyton Hewitt, quienes recién pisaron la pista en altas horas de la noche luego de una larga espera.
Tan solo una temporada después, en 2015, sucedería la misma historia: en el segundo día de certamen ya comenzarían las suspensiones de partidos, afectando los encuentros del argentino Juan Mónaco y la estadounidense Serena Williams, entre otros.
Afortunadamente, en 2016, como excepción a la regla, no habría mayores inconvenientes y se podría jugar en buenas condiciones, aunque en 2017 todo volvería a la normalidad, interrumpiendo hasta cuatro días por las malas condiciones.
El torneo celebrado en el estado de Florida celebraría dos años tranquilos en 2018 y 2019, porque la lluvia se haría presente pero de forma intermitente, permitiendo que la mayoría de los juegos se disputen en día y horario establecido.
En 2020, año marcado por la pandemia, no se celebró el certamen. Ya ingresados a las últimas tres ediciones, 2021, 2022 y 2023, el agua no fallaría y asumiría su rol protagónico para establecer interrupciones, suspensiones y postergaciones de jornadas enteras. En mayor o menos medida, pasan los años, pero la lluvia sigue siendo incondicional al Miami Open.
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