La Suzanne-Lenglen estaba desbordada. No quedaba ni un asiento libre. La tarde caía; el sol se escondía. Y Alexander Bublik (62º), en una escena de película en medio de Roland Garros, dirigió y protagonizó el último acto del encuentro ante Jack Draper (5º). Luego de haber salvado cinco break points, concretó su segundo match point y reaccionó como si no pudiera creer lo que acababa de conseguir: soltó la raqueta, se tiró al piso, abrió los brazos y rompió en llanto. Era un momento que quedará para siempre en su memoria.
"A veces en la vida hay una sola chance y sentía que esta era la mía. Lo soñé y creo que es el mejor momento de mi vida. Gracias a todos", comentó unos minutos más tarde, en diálogo con Alex Corretja. Y, tras un pequeño respiro ante la ovación del estadio, agregó: "Todavía tengo mucho para hacer, no puedo llorar. Soy un jugador profesional. Gracias".
Estaba negado. No quería saber nada con el polvo de ladrillo y hasta no quiso disputar algunos eventos. Sin embargo, en este 2025 se dio una oportunidad más. Quería tener revancha consigo mismo. Hace dos semanas, alzó la copa en el Challenger de Turín. Hoy, se metió en los cuartos de final del Abierto de Francia, el mejor resultado de su carrera en un Grand Slam. Sí, no lo consiguió en el césped de Wimbledon ni en el cemento de Australia o el US Open. Lo logró en la superficie que odiaba y que ahora le regala la alegría más importante de su trayectoria profesional.
Bublik jugó un partidazo y lo celebró como nunca: con las emociones a flor de piel. No obstante, sabe que todavía tiene algunas cartas por jugar. Y no quiere que esta historia termine en el corto plazo. Ahora espera en los cuartos de final por el ganador del cruce entre Jannik Sinner (1º) y Andrey Rublev (15º). Ante el italiano está 3-1 abajo en el historial, mientras que con el ruso el registro es 5-3 para el moscovita. ¿Podrá dar un nuevo batacazo?
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