Ben Shelton (6º) aporta frescura al circuito: destila carisma con todo el cuerpo. Disfruta del tenis y gran parte de las esperanzas de Estados Unidos de volver a tener, en el corto plazo, un campeón de Grand Slam descansan en su raqueta. Aunque todavía parece uno o dos escalones por debajo de los grandes favoritos, como Carlos Alcaraz (2º) y Jannik Sinner (1º), se perfilaba para dar la nota en el US Open. Hasta este viernes, de hecho, se lo incluía entre los candidatos gracias a su presente (venía de coronarse en Canadá). Sin embargo, toda esa ambición y esa fuerza que utiliza para impactar desde el fondo y, sobre todo, con el saque le pasaron factura: se retiró -entre lágrimas y con una toalla tapándose la cabeza- ante Adrian Mannarino (77º), cuando el partido estaba a punto de iniciar el quinto set en la tercera ronda.
Cuando le confesó a su equipo que no podía más y que el dolor superaba sus ganas de seguir alimentando la ilusión de coronarse ante su público, se quebró. No pudo contener las lágrimas. Solo atinó a agachar la cabeza y abandonar rápidamente el Louis Armstrong para evitar un momento que nunca quiso vivir.
Lejos de su mejor nivel y aquejado por un fuerte dolor en el hombro izquierdo (lo sintió desde el inicio del cuarto set), parecía que podía resistir en una batalla inesperada. No porque el francés careciera de talento o de inteligencia táctica para complicarlo, sino porque se esperaba una versión más arrolladora del estadounidense.
A Shelton le faltó chispa. Por momentos no contó con esa aceleración extra que suele caracterizarlo, sobre todo tras la atención médica. En parte se entiende por las molestias físicas, pero también porque no encontró la forma de descifrar los cambios de velocidad de su rival. Se le fue haciendo cada vez más difícil escapar de esa telaraña. Y, como si fuera poco, Mannarino se fue agrandando: al notar que el local dudaba, creyó que era posible dar la sorpresa.
Se sabe que los cracks siempre encuentran un plus en los momentos complejos. Por eso, aun sin estar al 100% y como si el cuerpo le pesara una tonelada, Shelton apostó a la épica: a tirar y tirar. Con aciertos y errores, salió a buscar lo imposible. Quería cerrarlo en cuatro, irse al hotel y esperar que las pruebas físicas le devolvieran un panorama más alentador, aunque sabía que era difícil.
Pero el jugador galo se bancó la presión, mostró su talento y ganó ese cuarto y, a la postre, definitivo parcial. Al final, el zurdo de Atlanta volvió a quedarse en la tercera ronda por segundo año consecutivo, y por ahora esa ilusión de quedar en la historia deberá esperar un poco más. 3-6, 6-3, 4-6, 6-4 y retiro, terminó siendo la victoria para Mannarino, quien se metió en los octavos de final: lo espera Jiri Lehecka.
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