NUEVA YORK – La implosión total y completa de los New York Yankees, un equipo que sumó 103 victorias en la temporada regular y que se mantuvo durante la totalidad de la Serie de Campeonato de la Liga Americana mostrando el aspecto de un equipo capaz de sumar 103 derrotas, terminó el viernes, a las 12:28 a.m. hora local. Permanecían dentro del Yankee Stadium quizás unos 5,000 aficionados. Se habían quedado para abuchearlos.
Durante las tres horas y media anteriores, los presentes habían visto como los Yankees chapuceaban con las pelotas en el terreno y desperdiciaban oportunidades al plato y servían jonrones a placer sobre la loma. Vieron cómo CC Sabathia, el corazón del equipo, salía del terreno debido a una lesión en su hombro que probablemente pondrá punto final a su carrera. Fueron testigos de cómo un equipo excelente era desmoralizado por otro mejor.
Los Houston Astros habían dejado a los salvajes sobre la caja de bateo a punto de la hambruna. No ha terminado la Serie de Campeonato de la Liga Americana después de la victoria 8-3 de Houston que dio a los Astros una ventaja 3-1 en la serie a un máximo de siete compromisos, pero ciertamente fue así como se sentía en el ambiente.
“Jugamos pobremente esta noche. No hay otra forma de explicarlo”, indicó el manager de los Yankees, Aaron Boone. “Y necesitamos purgar esto de inmediato porque… lo hablamos como equipo: Necesitamos superar esto velozmente y mañana dar nuestro mejor paso adelante. Ahora bien, es cierto que cosas más extrañas han sucedido, cosas mucho más extrañas”.
Pero no tan extrañas. Los Astros tienen pautado a Justin Verlander como pitcher abridor del Juego 5 con pleno descanso. Si los Yankees ganan este compromiso, necesitan superar a Houston, con un cuerpo de relevistas desgastado y ganar una batalla de los bullpens en el Juego 6. De lograrlo, tendrán entonces que vencer a Gerrit Cole y los Astros no han perdido un partido con Cole como abridor desde el 12 de julio pasado, o sea, en un lapso de 16 aperturas.
Después de ganar el Juego 1 en Houston, los Yankees han mezclado un bateo “clutch” inexistente con pitcheo mediocre y en el Juego 4, sumaron más factores para que Houston armara una carnicería sobre el terreno. El primera base DJ LeMahieu cometió un par de errores. Al igual que el camarero Gleyber Torres. Nunca en la postemporada un extremo derecho del infield había pecado en cuatro ocasiones en un mismo partido. La última vez en la cual los Yankees habían hecho tantos errores en un encuentro de playoffs fue en 1976. No era una visión fea. Simplemente, fue una demostración antiestética.“Era una noche difícil”, expresó LeMahieu. “Y luego, ocurrió eso”.
“Eso” fue la salida de Sabathia del terreno, casi con toda certeza, por última vez. El lanzador había pensado retirarse después de concluida la presente temporada. Boone lo puso en la loma con la intención de despejar un problema causado en el octavo inning por Adam Ottavino, uno de los mejores relevistas de los Yankees durante la temporada regular y que en octubre se ha convertido en un hoyo negro que succiona toda la energía del equipo del Bronx. Con su pitcheo número 20 de la noche, Sabathia hizo una mueca y comenzó a mover su hombro izquierdo, el mismo que había enviado 56,375 lanzamientos durante la temporada regular y 2.287 más en los playoffs. Lo puso a prueba una vez más y se dio cuenta de que no podía proseguir. Un cliché cobraba vida: literalmente, Sabathia lo dejó todo en el terreno.
Los rezagados que aún quedaban de una multitud estimada oficialmente en 49,067 almas dieron a Sabathia una merecida ovación, en homenaje a una carrera digna del Salón de la Fama. Y así volvieron a abuchear a unos Yankees totalmente superados por los Astros durante toda la noche. Houston administró latigazos en la forma de sendos jonrones de tres carreras: uno autoría de George Springer en el tercer inning, enfrentándose al abridor Masahiro Tanaka y otro conectado por Carlos Correa en el sexto, contra el relevista Chad Green. El corrido de bases de los Astros no tuvo parangón, su fildeo fue superior y su pitcheo, suficiente. Incluso después que su abridor Zack Greinke confrontó momentos de lanzamientos wild, algo poco común en él, el relevista Ryan Pressly ponchó a Torres y a Edwin Encarnación con corredores en segunda y tercera para salir ileso de una amenaza armada en el quinto episodio.
A partir de la sexta entrada, los Yankees realmente se derrumbaron. LeMahieu no pudo controlar un batazo de Alex Bregman para arrancar el inning y Bregman terminó anotando gracias al cuadrangular de Correa. LeMahieu y Torres dejaron ir conexiones dirigidas a ellos en turnos consecutivos. Torres, quien se dirigió a una pelota esperando hacer out al veloz José Altuve en la novena, corrió en exceso. La noche de los Yankees parecía ser un remix beisbolístico en clave de pesadilla del antiguo cántico navideño anglosajón “Twelve Days of Christmas” (“Los Doce Días de Navidad”): cinco hits cayeron, cuatro errores se hicieron, tres carreras se anotaron, dos peloteros no fildearon y una temporada a punto de llegar a su fin.
“No nos podemos sentar aquí y deprimirnos por lo que pasó en este partido o los dos anteriores”, expresó el outfielder de los Yankees Aaron Judge y ese sentimiento fue compartido por sus compañeros, que comenzaron a dar declaraciones relativas a memorias cortas, resistencia y todos los lugares comunes que suelen usar los equipos que no están ganando. Lo cual tiene todo el sentido del mundo: después de una actuación como la mostrada en el Juego 4, nadie con dos dedos de frente querrá molestarse en recordarla.
Lo cierto es que, a pesar de lo dominante que fueron los Yankees, cómo estos sacaron la casta y dominaron a los Minnesota Twins en la serie divisional (y ciertamente, los dominaron en enfrentamientos recientes en playoffs), los Astros están a punto de dar el golpe final a los Yankees, de manera muy similar. Los Yankees desperdiciaron una ventaja 3-2 en la Serie de Campeonato de la Liga Americana antes de que los Astros clasificaran para después ganar la Serie Mundial. Nueva York perdió el partido por el comodín contra Houston dos años antes de que eso sucediera. Houston está haciendo todo lo que no hacen los Yankees, especialmente batear con corredores en posición anotadora. Los Yankees han ligado de 13-0 en dichas situaciones en los Juegos 3 y 4. Los Astros, por su parte, conectaron tres imparables (incluyendo los dos jonrones de Springer y Correa) solo en el Juego 4.
“Hicimos muchas cosas bien y contamos con una ofensiva colectiva”, indicó el manager de los Astros AJ Hinch. “Contamos con muchas figuras importantes. Contamos con muchos peloteros que tienen cierto atractivo como estrellas. Contamos con peloteros que en cualquier día determinado pueden esforzarse y lograr una noche monstruosa. Nuestro equipo está a su mejor nivel cuando todos hacen algo bien y logramos imponer mucha presión sobre el rival a diario”.
Los Yankees cedieron contra la alineación de Houston en el Juego 4 y si bien fue solo ligar una carrera en el primer inning luego de que Greinke concediera tres boletos; o desperdiciar otra oportunidad con las bases llenas en el quinto inning, la ofensiva que produjo la mayor cantidad de carreras de todo el béisbol durante la temporada regular terminó como tortugas cuando se enfrentó a la situación de un partido que estaban obligados a ganar. Porque, tal como lo dijo Boone, ahora se requerirá que ocurra algo extraño para que una Serie Mundial del tren Acela (el tren de alta velocidad que conecta a Washington, D.C. con Nueva York, entre otras ciudades) se haga realidad. Y el béisbol, deporte impredecible como el que más, no se caracteriza por la materialización constante de la ficción de sus aficionados.
El enfado de esas aproximadamente 5.000 personas que acudieron al Yankee Stadium para escuchar las clásicas notas del “New York, New York” al final de una larga noche de octubre era palpable. Una cosa es que los Astros superen a los Yankees; otra totalmente distinta es ver cómo los Yankees se castigan a sí mismos. Este no fue el equipo que pisoteó a toda la División Este de la Liga Americana. Era una versión de los espejos de la casa embrujada: chapucera, impotente y vulnerable. Una versión que no puede darse el lujo de hacer acto de presencia otra vez; si lo hace, el 2019 terminará pasando a la historia como otro fracaso para la franquicia que personifica mejor que ninguna en el béisbol de Grandes Ligas el concepto de “ganar el campeonato o morir”.