Desde el momento en el cual fue seleccionado como el primer jugador en general en el draft de 2012, los Astros de Houston sospechaban que Carlos Correa era especial.
El 15 de septiembre de 2014, se produjo algo que les aseguró de ello.
La temporada de Correa había terminado tres meses antes, al haberse fracturado la fíbula por encima de su tobillo derecho. Tras haberse sometido a cirugía artroscópica, dejó a su equipo de Clase A en Lancaster, California, apenas a una hora al noreste de Los Ángeles, a fin de comenzar su rehabilitación a manos del cuerpo de entrenadores de los Astros, en el complejo del club ubicado en Kissimmee, Florida.
Adelantemos a septiembre, y el Lancaster estaba jugando por el Campeonato de la Liga de California, en una serie a cinco partidos contra el Visalia Rawhide (afiliada de los Diamondbacks de Arizona), empatada a dos encuentros por lado. Y Correa no soportaba la idea de conformarse con seguir la acción pegado a la pantalla de un computador a 2.500 millas de distancia, actualizando la pizarra una y otra vez.
"Me lesioné y mi temporada quedó cortada de plano, sin embargo, aún me sentía como parte del equipo", Correa rememoró recientemente. "Sentía que debía estar allí".
Entonces Correa sacó una parte de su bono de firma por $4.8 millones y voló de un lado a otro de los Estados Unidos. Llegó al Lancaster Municipal Stadium (o "El Hangar" como se le llama) poco antes del primer lanzamiento del quinto juego y sorprendió a sus compañeros de equipo con una charla previa al partido a fin de estimularles para jugar lo que se convirtió en una victoria 10-2.
"Lo primero que me preguntó fue: 'Oye, ¿me puedo sentar en el dugout?'. Le respondí: 'Puedes ser mi coach de banca'", dice Rodney Linares, quien fuera manager del Lancaster en 2014. "Y dio un discurso muy bueno. No fue del tipo de charlas de '¡Vamos! ¡Rah-Rah!' Dijo: 'Todo lo hecho durante el año completo se resume en esto'. Cuando llegó, me mostró mucho de su cualidad".
En realidad, dejó a muchos ejecutivos de los Astros atónitos.
El ganar y perder son raramente enfatizados en las ligas menores, siendo la prioridad el desarrollar peloteros. Los mejores equipos al principio de una temporada son posteriormente debilitados, debido a promociones masivas al siguiente nivel. La mayor parte de los jugadores de ligas menores no pueden esperar que la temporada termine, esperando recibir un llamado a las Mayores en septiembre, o un descanso merecido antes de acudir a la Liga de Otoño de Arizona.
Y ahí estaba el caso de Correa, a una semana de cumplir 20 años, a quien le importaba lo suficiente sus compañeros a quienes no había visto desde finales de junio de ese año, asegurándose que supieran que estaba a su lado. Si los Astros no estaban conscientes que contaban con una futura superestrella (un campocorto que podía batear de cuarto y los podía ayudar a llegar a alcanzar el banderín de la Liga Americana y la segunda aparición en la Serie Mundial en la historia de la franquicia) lo estuvieron a partir de ese momento.
"No sé si uno ve cosas así en un hombre que firma como primer seleccionado del draft, a los 19 años, pero él siempre ha estado muy preocupado por sus compañeros y trata de luchar por quien tiene a su lado", dice el pitcher de los Astros Lance McCullers Jr., quien fuera miembro de ese equipo en Lancaster. "Fue sumamente cercano a muchos miembros de ese equipo, incluyéndome, y le pedíamos: 'Vuelve, por favor. Vuelve por favor. Queremos que vivas esto con nosotros'. Nos animó a todos verlo de nuevo".
Dice el ex cazatalentos de los Astros Paul Ricciarini: "Eso significó mucho más para mí que verle batear jonrones y hacer grandes jugadas. Le dijo a ese grupo: 'Trabajamos duro durante todo el año. Quiero ese dichoso anillo'. ¿Cuántos chicos harían lo mismo, especialmente teniendo su talento? Uno no consigue chicos así. Conocer esa faceta de él y ver su pasión y honestidad para con sus compañeros, ese es el material que lo puede llevar al Salón de la Fama."
Rememorando sus vivencias con Correa, Linares afirma que es algo nada peculiar en Correa, quien mostró en muchas ocasiones una madurez más allá de lo que puede esperarse con su edad, mientras volaba por el sistema de granjas de los Astros.
Está el ejemplo de momento en el cual llegó a los entrenamientos primaverales en 2014. "El Hangar" es conocido como paraíso de bateadores, debido a los fuertes vientos que soplan hacia los jardines. No es inusual que los totales de jonrones sean inflados en ese parque, y con Correa previsto para inaugurar la temporada en Lancaster, las expectativas eran que el joven de 6 pies, 4 pulgadas, rutinariamente retaría los límites del estadio.
Sin embargo, Correa tenía una idea distinta.
"Todos saben que Lancaster es un paraíso de bateadores, ¿cierto?", dice Linares. "Bien, llegamos allí y él dice: 'Jefe (me llamaba Jefe), lo único que le voy a decir es que no se preocupe por Correa y los jonrones porque todo lo que quiero hacer es aprender cómo batear la recta adentro y mejorar mi defensiva'. Sale y batea para .330 o algo así, pero no había conectado muchos jonrones. Todos piensan: '¿qué está pasando?' Este es un bateador de poder. ¿Por qué tiene seis jonrones y todos los demás ya llevan 20? Pero él tenía un plan. Sabía lo que quería hacer a fin de convertirse en un mejor bateador".
"Es un jugador de esos que se ven una vez por cada generación. Uno no consigue peloteros así al merodear por la calle."
Durante la primavera siguiente, luego que su lesión en la pierna fuese curada por completo, Correa pasó por Doble-A (con el Corpus Christi Hooks) y jugó un encuentro de exhibición en pretemporada contra los Astros. Antes del encuentro, se dirigió a la oficina de Linares a conversar.
"Oye, ¿recuerdas lo que te dije el año pasado?", dijo Correa. "Pues bien, aprendí a batear la recta adentro. Ahora, mira cómo despego".
Fiel a su palabra, Correa soltó cuadrangular contra el relevista de los Astros Josh Fields, siendo el preludio a sus siete batazos de vuelta completa en 117 turnos en Doble-A durante una meteórica temporada 2015. Fue promovido a Grandes Ligas en junio de ese año, bateo 22 jonrones en 387 oportunidades al plato y fue coronado como Novato del Año de la Liga Americana.
"Cada día en el cual jugamos, cada partido en el cual participamos, él hacía algo que te dejaba sin palabras", afirma Linares. "En lo que a sus cualidades respecta, Carlos probablemente sea el mejor que he tenido conmigo. Es un jugador de esos que se ven una vez por cada generación. Uno no consigue peloteros así al merodear por la calle".
Si bien Correa tomó un pequeño paso atrás durante la temporada pasada (su total de jonrones decayó de 22 a 20 y su OPS de .857 a .811), resurgió a la cima de la camada de jóvenes shortstops en el béisbol este año. A pesar de no haber participado en 42 encuentros entre julio y agosto debido a un ligamento desgarrado en su pulgar izquierdo, Correa bateó para .315, con 25 dobletes, 24 cuadrangulares y 84 impulsadas. Se embasó a ritmo de .391 y tuvo OPS de .941, números meritorios para una candidatura al Más Valioso, de no haber sido por su lesión.
Fiel a sus maneras, Correa no se considera un producto terminado. Al igual que la mayoría de los jóvenes Astros, ha visto y aprendido del bateador designado Carlos Beltrán, con 40 años de edad y compatriota puertorriqueño, del cual Correa afirma que "nos ha enseñado tanto sobre este deporte, cosas que no sabíamos".
"Es tan inteligente y tan apasionado por el béisbol", dice Beltrán. "No quiere ser solamente un buen pelotero; quiere ser un gran pelotero. Y cuando yo percibo eso en un joven, me motiva a ayudarle y compartir información con él que ha sido clave para mi carrera. Y él aprende muy bien, vaya. No es difícil enseñarle a alguien como él. Estoy orgulloso de la forma en la cual ha manejado cada situación".
Entre esa situaciones, se encuentra aquella ocasión en la cual Correa cruzó el territorio estadounidense para apoyar a sus compañeros de equipo en Clase A en un juego por el campeonato que poca gente fuera de Lancaster podría recordar.
"Los muchachos se volvieron locos. Empezaron a saltar a mi alrededor, y les decía: 'Tranquilos, tranquilos. Mi tobillo aún no está listo'", dice Correa. "Para mí, estar ahí lo era todo porque había pasado una temporada completa con ese grupo. Los veía más a ellos que a mi propia familia, por lo que se convirtieron en mi familia. Fue uno de los mejores momentos de mi carrera en Ligas Menores, con toda seguridad".
Y también fue el momento en el cual los Astros entendieron que el carácter de Correa era tan grande como su talento en el diamante.