Sebastián Fundora noqueó en ocho asaltos a Tim Tszyu para defender su cetro superwelter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
Sebastián Fundora (23-1-1, 15KOs) lo advirtió: habría sangre. Y la hubo. Prometió aplastar a Tim Tszyu (25-3, 18KOs), y cumplió. Dijo que mostraría su mejor versión, y lo hizo. La Torre Infernal castigó sin piedad al australiano, quien no salió al octavo asalto, permitiendo así que el estadounidense defendiera por segunda vez su cinturón superwelter del Consejo Mundial de Boxeo.
El salto de calidad entre el Fundora de hace un año —cuando enfrentó por primera vez a Tszyu— y el de esta noche fue abismal. Se mostró confiado, enfocado, aprovechando al máximo su largo alcance, y trabajando con inteligencia: apretó con la izquierda y dictó cátedra con su jab de derecha. Pero más allá de la técnica, lo que no ha cambiado es su corazón de guerrero, que lo llevó a tomar riesgos en cada asalto pese al peligro constante de la derecha del excampeón.
Desde el primer round impuso condiciones. Con un cruzado de izquierda envió a la lona a Tszyu y, lejos de desesperarse, comenzó una demolición metódica. En los siguientes asaltos, le abrió la ceja, le inflamó ambos pómulos, y aunque pagó caro —su nariz sangró sin pausa tras un golpe certero—, nunca perdió el control de la pelea.
En el séptimo round, Fundora redobló la presión con su jab y una izquierda brutal que volvió a estallar en el rostro del australiano. Al llegar a su esquina, Tszyu evaluó su estado físico y decidió no salir al octavo round. Aunque el combate era emocionante, la diferencia ya era demasiado clara: los tres jueces tenían a Fundora arriba en las tarjetas (69-63), y al australiano solo le quedaba apelar a la épica. Pero el riesgo ya no valía la pena.
