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En el nombre del padre, versión boxeo

Los genes del boxeo: padres, hijos e hijas que se subieron al ring. ESPN.com

La reciente presentación del hijo de Manny Pacquiao, Emmanuel, no fue exitosa precisamente. Le dieron un empate ante el norteamericano Brendan Lally y, de alguna manera, sirve como disparador para un viejo tema. El de los hijos de las grandes figuras en el boxeo.

Hoy se ha vuelto prácticamente común, puesto que los ejemplos son muchos sumándose a casos del pasado.

Cargar la pesada mochila de un apellido ilustre no es el único lastre: generalmente, los hijos de los grandes campeones no han tenido carencias.

"Cuando yo era chico, por ejemplo, nunca sufrí necesidades”, nos contaba un día Martín Coggi, hijo del recordado “Látigo”. Y continuó: “Tenía las mejores marcas de calzado deportivo, iba a un buen colegio y confieso que no tuve que luchar contra la necesidad como mi viejo".

El boxeador, cuando empieza la cosecha de fama y dinero, generalmente vuelca en la familia gran parte de sus ganancias, y en el caso de los hijos, los mejores juguetes y las mejores ropas. Es casi normal y se toma revancha por los años de pobreza y de frustración. Claro que el boxeador necesita otra cosa, y una de ellas es esa enorme maestra de vida que se llama necesidad.

El ejemplo más llamativo es el de la familia Chávez: Julio César, el gran campeón mexicano, ídolo indiscutido de su país y de Latinoamérica, debió luchar duramente -y todavía lo hace- para ayudar a sus hijos Julio César Jr. y Omar. Crudamente, el caso de Julito protagonizando noticias policiales es la imagen menos esperada, pero existe.

No todos los casos son iguales por supuesto. Laila Ali, contra el deseo de su padre el gran Muhammad, fue varias veces campeona mundial y se retiró sin conocer la derrota en 24 peleas.

Por allá está el ejemplo de Emiliano Vargas, el hijo del excampeón mundial Fernando, que sigue abriéndose paso impresionando a los expertos y formando su propia carrera. Así como su padre fue campeón del mundo a los 21, Emiliano lleva una carrera bien llevada. Marcha invicto en 16 peleas, con 13 ganadas antes del límite. Lo llaman “El General” y a los 21 tiene todavía mucho para dar.

León Spinks, el hombre que destronó a Muhammad Ali, vio coronar a su hijo Cory como campeón mundial en peso welter y mediano junior. Fue el primer hijo de un campeón mundial en seguir sus pasos de titular del mundo.

En Argentina, Ubaldo Sacco brilló como peso mediano, aunque nunca fue campeón argentino. Sin embargo, su hijo Uby, a quien entrenó, llegó a ser campeón argentino sudamericano y del mundo (1985). La historia de Uby tuvo un final desgraciado porque envuelto en tema de drogas y alcohol terminó con su vida trágica y tempranamente, a los 41 años.

El tema requiere varias lecturas, porque cuando el padre ha sido campeón o una figura destacada y asume el gran compromiso de entrenar a su propio hijo, pueden pasar por lo menos dos variantes.

Una, que el padre sea condescendiente con su hijo y le permita todo, como pasó de alguna manera en la familia Sacco.

La otra, que el padre sea tan exigente con su hijo al punto de crearle una carga que termine siendo más dura que los propios rivales. Sucedió con Jerry Quarry -que fue rival de Muhammad Ali, Joe Frazier y Ken Norton-: su padre lo inició en el boxeo a los 5 años y fue tan exigente que comenzó a pelear a los 8 años. Demasiado para una sola persona.

Floyd Mayweather Jr., uno de los más grandes boxeadores de los últimos años, debió lidiar con un padre ausente y difícil que supo ser boxeador (peleó, por ejemplo, con “Sugar” Leonard). Floyd pasó a ser entrenado por su tío, Roger, y la cosa varió para el joven aspirante a campeón, quien, poseedor de un gran talento, deslumbró en el mundo del boxeo.

Wilfredo Vázquez fue campeón del mundo en tres categorías y su hijo, Wilfredo junior, continuó con su prestigio siendo el primero en lograr la corona mundial en la misma división, la de peso pluma WBO, conducido por su padre: una dupla exitosa.

Junior, el hijo de Omar Narváez, en su última pelea el 6 de diciembre, no anduvo del todo bien. Aunque para muchos -nos incluimos- había perdido con Abel Leandro Silva en 6 vueltas, un fallo, tal vez benigno, otorgó el empate aumentando el tema de que el apellido a veces da una ayuda. No es cuestión de cargar las tintas sobre este tema en particular, sino que es apenas un ejemplo: a los 20, Junior sigue invicto en 6 peleas profesionales.

Hugo Hernán Garay, quien fue campeón del mundo medio pesado WBA está acompañando a su hijo Isaías Hernán (25 años, invicto en 6 combates rentados) y todo indica que, por ahora, el breve camino recorrido permite soñar con una trayectoria interesante.

El padre, a veces, tiene en su hijo a su primer y único pupilo. Dicho de otra manera: haber sido boxeador y campeón no siempre faculta para ser entrenador. Entonces, ser el primer entrenador del hijo no es garantía de experiencia en un gimnasio o un rincón.

Por el contrario, a veces el problema consiste en que el hijo está formado y moldeado en la figura del padre como boxeador, sin contar con la personalidad que puede ser diferente, lo mismo que su estilo de boxeo.

A pesar de haber boxeado, algunos resisten el canto de sirena de la tentación y permiten que su hijo sea entrenado por otra persona.

Es una prueba importante, pero no definitiva, porque muchas veces termina convirtiéndose en un obstáculo para el entrenador oficial con sus opiniones y consejos.

Finalizamos con una anécdota: hace muchos años el hijo de un gran actor, Pedro Quartucci, que había sido medalla olímpica de bronce en París, en 1924, se metió a boxeador.

Se organizó un campeonato en donde, obviamente, el joven Quartucci era el futuro campeón de su categoría.

Sin embargo, en una pelea inicial, sufrió un corte no muy profundo y el padre, que estaba en el ringside, pidió a los gritos que la pelea fuera detenida.

El hijo de Quartucci perdió y el torneo se diluyó sin novedades.

A veces, el corazón de un padre es más importante que la mente.

Y el sentimiento de protección hacia su hijo le impide ver que en la adversidad y el dolor se fundamenta el crecimiento.