La estadía de Antonio Brown con los New England Patriots ha llegado a un abrupto fin después de apenas 11 días.
La incorporación que algunos vieron como un trampolín para volver a impulsar a los Pats al Super Bowl, dejó apenas un partido jugado y varios dolores de cabeza para New England. La franquicia actuó rápidamente después de la nueva ola de acusaciones legales en contra del receptor abierto: lo último son una serie de tweets amenazadores en contra de una artista que lo señaló como responsable de acoso sexual, segunda persona que lo denuncia por delitos de orden sexual después de que una ex preparadora física lo demandara civilmente como responsable de asalto sexual y agresión en tres episodios diferentes.
Hace no mucho tiempo Brown era el mejor receptor abierto de la NFL, poseedor de un número de récords de la liga y de los Pittsburgh Steelers, su primer equipo.
Lo que hemos visto en los últimos meses hubiera sido imposible de prever.
Brown esencialmente abandonó a los Steelers antes del final de la temporada pasada. Obligó al equipo a canjearlo a los Oakland Raiders, para llegar con una serie de desplantes —incluido uno relacionado a su casco— y consiguió llegar, de manera sorpresiva, a la franquicia más exitosa de la liga. Once días más tarde, está desempleado.
En este tiempo, los Steelers prefirieron tragarse un cargo contra su tope salarial de 21 millones de dólares antes que obligarlo a cumplir un contrato multimillonario firmado recientemente. Los Raiders prefirieron despedirse de las selecciones de draft que pagaron a los Steelers, antes que utilizarlo en un partido de temporada regular. Los Patriots prefirieron cortar lazos con él, antes de que envenenara al vestidor más sólido de la liga, uno que puede con casi todo.
Fuera del aspecto contractual, es de notar que la conducta de Brown se ha hecho cada vez más errática. Desde aquella transmisión via Facebook Live del discurso de Mike Tomlin en el vestidor de Pittsburgh, a sus declaraciones de que no le hacía falta el juego, hasta su anuncio con bombo y platillo de que portaría un casco marca Xenith, para volver más tarde al Schutt, y sus mensajes de intimidación a la víctima, incluyendo una foto con sus hijos, Brown ha perdido el camino.
Sus declaraciones en contra de Ben Roethlisberger y JuJu Smith-Schuster empiezan a adquirir otro matiz a la luz de un todo. Ya no se trata únicamente de un jugador despechado. Se trata de alguien que amenazó con golpear al gerente general de su nuevo equipo, frente a sus compañeros, antes de ofrecer una disculpa pública, con todo y lágrimas, solamente para volver a alienarse a los Raiders al día siguiente.
Quizás, las señales siempre estuvieron allí, y no las supimos leer. El ahora analista de NFL para ESPN, Ryan Clark, reveló varios episodios preocupantes de su tiempo junto a Brown en Pittsburgh.
Statement from a #Patriots spokesperson: https://t.co/c98rNDX9QG pic.twitter.com/DAohupBLHo
— New England Patriots (@Patriots) September 20, 2019
Por ahora, la pregunta no es cuál será su siguiente equipo. La pregunta es si recibirá la ayuda que necesita para volver a ser un jugador de fútbol americano funcional, capaz de aportar.
No se trata de victimizar a Brown. Le tocará, en su caso, responder ante las autoridades competentes. Pero en paralelo a ello, Brown necesita recuperarse a sí mismo antes que recuperar un puesto de plantilla de NFL.