Desde hace varios años, el manejo de las emociones en la NFL parece no ser importante para varios jugadores que parecen estar más preocupados por destacar en lo individual sin tomar el cuenta el posible daño que causen a sus equipos.
Expresar emociones es fundamental en la vida de cualquier ser humano, ayuda a tener salud mental, a construir relaciones sanas con familiares, amigos, compañeros de trabajo y con cualquier persona que se cruce en nuestro camino y es responsabilidad de todos elegir bien cómo y en qué momento manifestar esos sentimientos.
El futbol americano, en el que la motivación y la fortaleza mentalidad están entre las cualidades más valoradas en un jugador, no es ajeno al manejo responsable de las emociones.
Es una lección que aprendió JuJu Smith-Schuster, receptor de los Pittsburgh Steelers, luego de bailar sobre el logo central del campo del estadio de los Buffalo Bills.
#Bills safety Jordan Poyer said they noticed #Steelers players (JuJu Smith-Schuster) dancing on their logo before the game and that hyped them up. "That turns you up a little bit. Gets you a second itch to play with some extra fire."pic.twitter.com/ZLdtxG8fMT
— NFL Update (@MySportsUpdate) December 14, 2020
Smith-Schuster se divertía, pero no advirtió que al mismo tiempo ofendía a unos Bills que, además de acercarse a su primer título divisional en 25 años, encontraron en la acción del receptor otra motivación para derrotar a los Steelers, como lo dejo en claro su quarterback Josh Allen al dar un mensaje corto y concreto a sus compañeros antes del partido del domingo por la noche.
No es la primera vez que un jugador ofende a todo un equipo con esta acción. Hace 20 años, cuando jugaba con los San Francisco 49ers, Terrell Owens celebró un touchdown ante los Dallas Cowboys en la estrella central del campo del Texas Stadium, entonces casa del equipo texano.
Como era lógico, los jugadores de los Cowboys se molestaron. Emmitt Smith, legendario corredor de Dallas, anotó y corrió al centro del campo para hacer lo mismo que Owens: poner enfáticamente el balón justo al centro de la estrella, como si reclamara el campo del Texas Stadium como territorio de los Cowboys.
No conforme, Owens intentó repetir la acción, pero los Cowboys ya estaban preparados para impedirlo y el safety de Dallas, George Teague, fue tras Owens para golpearlo sobre la estrella e impedirle repetir la ofensa.
Owens fue un jugador con actitudes extrovertidas en el campo. En 2002, aún con los 49ers, Owens anotó un touchdown que le dio el triunfo a su equipo sobre Seattle un lunes por la noche y su celebración fue firmar un balón con una pluma que sacó de su calceta y entregarle el regalo a su consejero financiero; ese mismo año, celebró otra anotación con los pompones de una porrista. Con Dallas, su celebración fue tomar un vaso con palomitas y echarlas en su rostro con el casco puesto.
Sin embargo, pararse en la estrella del Texas Stadium y azotar el balón, aunque la más famosa, fue la celebración más ofensiva de Owens, quien es miembro del Salón de la Fama.
Expresar emociones es importante en un deporte mentalmente demandante como el futbol americano, pero saber en qué momento hacerlo también lo es y celebrar antes de tiempo suele ser contraproducente, además de una muestra de arrogancia y egoísmo.
El ejemplo más claro se dio en enero pasado, en el Super Bowl LIV, cuando la defensiva de San Francisco interceptó por segunda ocasión a Patrick Mahomes.
Con 12:05 por jugar en el cuarto periodo y ventaja de 10 puntos en el marcador, los 49ers sintieron que habían asegurado el triunfo y corrieron a celebrar a una de las zonas finales para celebrar en grupo y posar ante las cámaras fotográficas y de televisión.
Al parecer, los 49ers olvidaron que los Kansas City Chiefs habían llegado al Super Bowl luego de borrar déficits de más de 10 puntos en juegos consecutivos de Playoffs, incluido uno de 24 puntos. El resto es historia. Mahomes remontó a unos Chiefs a quienes no les cayó bien el festejo prematuro de San Francisco.
Las celebraciones prematuras suelen hacer daño. No son pocos los receptores que, en su afán por destacar individualmente, cometen el error de soltar el ovoide justo antes de cruzar la línea de gol en un acto arrogante y egoísta que le cuesta puntos a sus equipos.
En semanas recientes, Tyreek Hill, receptor de los Chiefs, abusó de la libertad de expresarse al querer lucirse en el duelo de la Semana 13 ante los Denver Broncos cuando atrapó un pase largo y venció al defensivo en la cobertura para dirigirse a la zona final, pero antes de cruzar la línea de gol, giró y esperó unos segundos antes de hacer un salto inverso para caer dentro de la zona final.
La jugada no contó por un castigo en contra de Kansas City y la actitud de Hill pasó desapercibida en la NFL gracias a ello. Una semana antes, en Tampa Bay, Hill hizo lo mismo, pero de forma natural y hasta graciosa. La segunda ocasión que lo intentó lo hizo ver sobrado.
Divertirse es sano y es necesario, pero cuando al hacerlo se pone en riesgo el resultado de todo un equipo, la diversión se convierte en arrogancia.