BUENOS AIRES – Rodolfo Arruabarrena se fue en febrero de este año. Mejor dicho, lo echaron. Poco valieron a la hora de la decisión de Daniel Angelici los dos títulos logrados apenas unos meses antes.
El mal comienzo de temporada, la goleada ante San Lorenzo por la Supercopa y un equipo sin rumbo, donde Tevez, la gran figura, estaba en un bajísimo nivel, fueron el detonante. Claro, también le jugó en contra a la hora del despido las eliminaciones consecutivas ante River por copas internacionales.
En su lugar llegó el entrenador más pedido por la gente xeneize: Guillermo Barros Schelotto. Idolo como jugador, dueño de un temperamento hecho a la medida de Boca, y de buen pasado como técnico en Lanús, donde ganó una Copa Sudamericana y peleó siempre los torneos, su llegada caía de madura.
Pero el Mellizo, que comenzó a dirigir en la fecha sexta del torneo pasado, no está justificando hasta el momento la expectativa creada en la previa a su llegada. Los resultados no lo acompañaron. El funcionamiento, tampoco.
El semestre pasado, en el torneo local, el equipo quedó lejos de la pelea demasiado rápido. Pero el foco estaba puesto en la Copa Libertadores. En ese certamen, Boca avanzó hasta semifinales, donde fue eliminado ante el humilde Independiente del Valle.
Parte de la responsabilidad por el fracaso doméstico puede ser culpa del Vasco, si se tiene en cuenta que fue él quien armó ese plantel. Guillermo, en este caso, no pudo modificar nada y tuvo que arreglarse con los jugadores que encontró.
En la Copa, fue distinto: el xeneize, con lo justo, llegó a las semis y a partir de ese momento Guillermo pudo incorporar. Tuvo más de un mes para trabajar de cara a las semifinales. Llegaron Santiago Vergini, Fernando Zuqui, Darío Benedetto y Walter Bou. Ninguno rindió y Boca se quedó afuera de la final.
Tampoco están apareciendo, hasta el momento, las nuevas y principales incorporaciones: Ricardo Centurión y los colombianos Sebastián Pérez y Wilmar Barrios, estos últimos jugadores de selección que todavía no debutaron.
Al Vasco se le criticaba una supuesta falta de autoridad, estar demasiado cerca del jugador, no marcar distancias. Guillermo tiene otro carácter, otra personalidad. Pero en la cancha, en definitiva lo que más vale, la mano del entrenador no se nota.
Boca no juega bien, el DT no acierta en los cambios y los planteos, y al igual que Arruabarrena ya empieza a generar dudas.
Tevez parecía desganado con el Vasco, fuera de forma, sin motivaciones; con Guillermo, Carlitos sigue en un bajo nivel.
En el comienzo del último torneo largo, Boca estaba primero con 9 puntos: tres jugados, tres ganados, y sin Tevez, quien aún no había llegado. Hoy está con 4, lejos de la cima que se encuentra en poder de Estudiantes. Ah, y encima juega peor que antes.
Dirigir a Boca no es tarea fácil. Arruabarrena, pese a todos los cuestionamientos, logró dos títulos. Teniendo en cuenta cómo le está yendo hasta la fecha a Guillermo, llegó la hora de pedirle perdón al Vasco.
Lo que hizo, a pesar de todo, no fue tan malo.