En 2015, la Selección Chilena dirigida por Jorge Sampaoli se quedó con la Copa América disputada en nuestro país tras superar en definición a penales a Argentina. Ese día, el cuadro nacional consiguió su primer título continental, algo que muchos pensaron pasaría un largo tiempo en volver a repetir una hazaña de esa magnitud.
Pero el destino tenía preparado algo muy especial para la “Generación Dorada”. Es que en 2016, un año después de aquel enorme festejo, se llevó a cabo una nueva Copa América, denominada Copa América Centenario.
Este nuevo desafío para el elenco chileno podía ser visto de dos maneras: negativo al no alcanzar el título y ostentar la Copa sólo por un año y no cuatro como solía ser, o muy positivo al alzarse como el mejor de todos y conseguir un inédito bicampeonato.
Así, con estas dos opciones, la Selección Chilena viajó rumbo a Estados Unidos para disputar la Copa América Centenario, un torneo en tierras lejanas donde La Roja afrontaba con nuevo técnico tras la bullada salida de Jorge Sampaoli.
Juan Antonio Pizzi fue quien tomó el relevo del casildense y en sus manos tenía la gran tarea de revalidar un título importante y que elevaría a un pedestal más alto al elenco nacional. La Roja contaba con sus grandes estrellas como Claudio Bravo, Arturo Vidal, Gary Medel, Alexis Sánchez, Charles Aránguiz y Eduardo Vargas, además de nuevas apariciones como Edson Puch, José Pedro Fuenzalida y Francisco Silva.
Un comienzo de menos a más para La Roja
El inicio del certamen no fue el mejor para Chile. En fase de grupo, arrancó ante Argentina y cayó 2-1 en un cotejo donde el cuadro nacional descontó por intermedio de José Pedro Fuenzalida cuando el partido ya terminaba, teniendo pocas opciones de quedarse con un marcador favorable.
Luego, ante Bolivia, el seleccionado chileno siguió sin mostrar un gran juego, y esta vez alcanzó el triunfo con un dudoso penal que Arturo Vidal transformó en gol en el minuto 100. Pese a los tres puntos las críticas se hicieron presente, situación que el equipo pudo revertir ante Panamá, el último rival de aquel Grupo D.
Ante el equipo de Hernán Darío Gómez, la Selección Chilena comenzó perdiendo con gol de Camargo y las dudas llenaron cada rincón del Lincoln Financial Field. Eso hasta que Eduardo Vargas y Alexis Sánchez convirtieron sendos dobletes para conseguir una victoria por 4-2 que los ubicó en cuartos de final. El campeón defensor cumplía su primer objetivo y se metía en la lucha por el título.
Una verdadera fiesta en los cuartos de final
En la ronda de los ocho mejores, Chile se veía las caras con México, equipo que por su cercanía demográfica era visto como local en el torneo y contaba con un gran apoyo en cada estadio donde participó.
El cuadro azteca llegaba en alza tras avanzar invicto con triunfos sobre Uruguay por 3-1, Jamaica 2-0 e igualar con Venezuela 1-1, todo por el Grupo C. Además, en un amistoso previo al torneo, el “Tri” había superado al cuadro de Pizzi por la cuenta mínima, lo que inclinaba aún más la balanza a su favor.
Antes del pitazo inicial los hinchas mexicanos vivían una fiesta en las galerías y esperaban repetir el triunfo para avanzar de fase. Pero lo que pasó fue una debacle para los aztecas y una mancha imborrable en la historia del equipo, mientras que llenaría de gloria las páginas del elenco chileno.
Fue una fiesta de goles para La Roja que demoró tan sólo 16' en comenzar a celebrar. Edson Puch en dos ocasiones, Eduardo Vargas con cuatro goles y Alexis con un tanto, sentenciaron un espectacular 7-0 para Chile sobre México que jamás se olvidará. La Generación Dorada había hablado en cancha, como sabía hacerlo, y demostró todo su poderío para avisar que iban por lo que era suyo, la Copa América.
Una semifinal interrumpida, pero celebrada
Luego de superar a México, el próximo escollo para La Roja era la complicada Colombia de José Néstor Pékerman. El cuadro nacional llegaba con el envión de la goleada en cuartos de final, algo que sin duda sirvió ya que en once minutos de partido el cuadro de Pizzi ya ganaba por 2-0 con goles de Charles Aránguiz y José Pedro Fuenzalida.
Pese a las conquistas tempraneras, el partido fue complejo para el elenco chileno, no sólo por el rival, sino también por las condiciones climáticas adversas. Aquel 22 de junio de 2016 un temporal en Chicago hizo suspender el pleito por más de dos horas, enfriando las acciones y complicando aún más al cuadro cafetero que esperaba repuntar y que nunca pudo acercarse al empate. Así, Chile alcanzaba la final y el destino ponía en el camino nuevamente a Argentina, tal como en aquel título de 2015 en el Estadio Nacional.
Una nueva final, un nuevo título y el bicampeonato chileno
El MetLife Stadium fue el escenario que recibió la gran final de la Copa América Centenario. Chile y Argentina, cara a cara nuevamente en un partido decisivo, como una especie de clásico. El partido, tal como el disputado en Santiago el año anterior fue parejo, con dominio compartido y acciones de peligro en ambos pórticos.
En los 28', todo parecía cuesta arriba para el cuadro chileno tras la expulsión por doble amarilla de Marcelo Díaz, quien detuvo de manera ilícita a Lionel Messi y debió irse tempranamente a las duchas. Sin embargo, dos minutos antes del término del primer tiempo, Marcos Rojo vio la tarjeta roja directa luego de una fuerte entrada por atrás sobre Arturo Vidal. Así, ambos equipos quedaban con diez hombres y la lucha seguía pareja.
Fue tanto el equilibrio del partido que debieron ir a tiempo extra para intentar encontrar un ganador, y Argentina estuvo a punto de hacerlo si no es por la mano salvador de Claudio Bravo, quien detuvo un cabezazo de Agüero que se colaba en el ángulo. Una tapada que quedó inmortalizada en todos los chilenos.
De esta manera, Chile y Argentina definían nuevamente el título mediante el punto penal, una instancia donde La Roja contaba con Claudio Bravo, prenda de garantía para aquellas instancias y donde no defraudaría.
Ambos equipos iniciaron los penales con sus referentes para asegurar un buen comienzo, pero de manera increíble tanto Messi como Vidal fallaron sus lanzamientos. Luego Nicolás Castillo anotó, al igual que Javier Mascherano, Charles Aránguiz, Sergio Agüero y Jean Beausejour.
Cuando Chile ganaba 3-2, apareció el golero chileno para tapar el disparo de Lucas Biglia y dejar todo en los pies de Francisco Silva, quien con un remate cruzado a la izquierda superó a Sergio Romero y desató la algarabía total de los chilenos, que veían como revalidaban el título y conseguían su segunda Copa América en la historia en apenas dos años.
Fue un domingo 26 de junio de 2016, cinco años atrás de un recuerdo imborrable que catapultó en la historia de nuestro fútbol a una generación distinta, una generación ganadora que a punta de buen fútbol y títulos se hizo respetar en el continente con el grito de bicampeón.