México fue derrotado en Honduras, dejando escenas lamentables tanto deportivas como fuera de la cancha con la agresión al Vasco.
LOS ÁNGELES -- México hizo todo lo necesario para perder. Honduras hizo todo lo necesario para ganar. 2-0, como noviembre de 2023. Para la vuelta, el martes en el Estadio Nemesio Díez, no estará Iván Barton, pero estarán los comisarios de Concacaf, para tolerar todo lo intolerable.
Descalabrado México en la cancha del Francisco Morazán, al terminar el partido, Javier Aguirre recibió una salvaje agresión en la cabeza con una lata, y abandonó el campo ensangrentado, mientras intentaba el médico Rafael Ortega, atenderlo.
Errores y horrores del Tri. Especialmente en el 1-0. César Montes despeja el balón cuidando su flamante y reciente pedicure. Entrega la pelota dócil, rebotona, ansiosa, al balazo de Rodríguez. Guillermo Ochoa ataja de manera notable, pero despeja de manera lamentable, justo a los pies de Luis Palma, quien recibe y cruza por abajo al cristo tardío, artrítico, reumático del mismo Ochoa. Ambos, pues se vistieron con la Piel de Judas.
El 2-0, toma a la Selección Mexicana replegando, reculando, dando espacio, dando tiempo, incitando, invitando, siendo cómplice, para el disparo de Luis Palma. Y de nuevo cosecha Honduras, abajo, a la izquierda de Memo Ochoa, quien orienta bien el cuerpo, pero con un segundo de retraso. Cronos atrofia los reflejos.
Había sido, hasta antes de los errores de Montes y Ochoa, una respetable gestión de la Selección Mexicana. Presión, orden, a pesar de que otra vez, sigue con dos maniquíes en la cancha: Luis Chávez y Orbelín Pineda, timoratos en la pelea del balón y tibios con la pelota en sus pies. A los dos, el Vasco les dio minutos inmerecidos en la cancha. Al menos hoy ya sabe que ninguno tiene la sangre que necesita para el rescate de un equipo al borde del naufragio.
De nuevo, el Tri volvió a ser una versión del Chino Huerta, Edson Álvarez y nueve más, a pesar de los esfuerzos de Raúl Jiménez, protagonista en trabajo defensivo, pero sin colaboración al frente, merced de lo mismo: Chávez se refugiaba en pases intrascendentes, comodinos, y Orbelín en jugar de espaldas y recular.
Ciertamente Javier Aguirre respetó el entorno: la lluvia, el escenario, la intensidad y potencia física de los hondureños, y tal vez hasta suicidamente decidió ampararse en la oportunidad del juego de vuelta en Toluca. Pero, el 2-0, ante un tipo tan experimentado, un comal tan flameado, como Reinaldo Rueda, necesitará su mejor expresión futbolística para revertir su suerte.
Ya en la agonía del reloj y en su propia agonía, Javier Aguirre quiso generar revulsivos en la cancha. Luis Romo intentó comulgar con Jiménez, cuando éste ya estaba al borde del colapso por el esfuerzo físico.
Y con el dictamen urgente de la desesperación Aguirre decide apostar por Sepúlveda y el Memote. De hecho, el amuleto cruzazulino estuvo en dos ocasiones en posición limpia de gol: desmarcado, perfilado, presto, pero la precipitación de sus compañeros llevó al desperdicio, en lugar de cederle el balón.
Las mejores opciones del Tri las tuvieron Julián Quiñones, Alexis Vega y Luis Romo. La primera la exorciza un manotazo de Menjívar. A Alexis se le chorrea el pie del miedo, y Romo termina entregando el balón con ternura al arrullo del arquero catracho.
Sí, hasta antes de las sediciosas acciones de Montes y Ochoa, antes de que se vistieran con la Piel de Judas, México había tramitado exitosa y 'ratoneramente' el veredicto 'comodino' del empate sin goles. Después de las acciones de los accidentales y accidentados Brutus, aquello pudo haber terminado en goleada, pero Palma y Rodríguez, perdonaron, de nuevo, en dislates defensivos de México.
¿Qué viene ahora? Horas apenas tendrá Javier Aguirre para poner de pie al fiambre tricolor que viajó de Honduras a México. Reflexiones sobrarán en el vuelo y en la concentración.
Urgirán los cambios y deberá aceptar que el estadio Morazán debió ser la capilla de velación para Guillermo Ochoa como portero del Tri, y tratar de meterse en la cabecita de Montes, quien después del horror que genera el 1-0, tuvo una de las exhibiciones más torpes de su carrera.
Pero el desafío no se detiene ahí. Llegará el momento de atreverse. De salir de la ratonera que tanto degusta el Vasco como forma de vida en la cancha. Deberá explicar –convincentemente—sobre el caso de Henry Martín y aprender a utilizarlo con Jiménez y Chino Huerta, y renunciando a los pusilánimes reiterados, como Chávez y Orbelín.
El 2-0 será una lápida. Brutal. La altura de Toluca podrá ayudarle, pero para Reynaldo Rueda, esos son trucos que combatirá con un equipo compacto, y seguramente con Arboleda como la migraña ambulante para el Tri.
Y claro, esperar que no surjan nuevos espontáneos dispuestos a vestirse con la Piel de Judas… porque Ivan Barton, esta vez no estará, aunque sí los comisarios de la Concacaf, en la cancha.