BUENOS AIRES -- Queridos lectores, Alemania es, de muchas formas, mi segunda patria. ¡Sí! A muchos les resultará una estupidez lo que digo. Pero es cierto. En ningún lugar del mundo me han tratado tan bien como en mi querida patria germana. A mí y al proyecto Eloísa Cartonera, nuestra querida cartonería, nos quieren mucho, en el Norte.
En Berlín, una de las ciudades más lindas del mundo, tengo muchos amigos. Timo Berger es uno de ellos. Edmundo Bejarano es otro. Saliendo un poquito del tema, Edmundo me contó, mientras caminábamos por el costado de la torre de Alexander Platz que, en el mundial pasado -cuando nos dejaron afuera por penales- la alegría fue infinita. La gente salía a festejar "como sólo lo hacen en Año Nuevo, Cucu. El fútbol es capaz hasta de sacar de su orden, de su abrumadora prolijidad hasta a los propios alemanes".
Pero no sólo en Berlín, sino también en Stuttgart, donde estuve viviendo en la Akademie School Solitude, alias el Castillo del Bosque, casi un año cortado en dos. Son gente extraordinaria los trabajadores de esta Akademie de Arte; son unos señores anfitriones. Y no sólo me trataron bien a mí, sino a todas las personas que acerqué a las Akademie.
A veces, por falta de información, no sabemos que los alemanes son las personas más educadas del mundo. Es cierto, de pronto, es una sociedad que respeta a los semáforos, lo cual está muy bien. No tienen accidentes de tránsito.
Un alemán sería incapaz de robarte. Más de una vez olvidé un guante, o un gorro en un tal lado y ahí estaba. Nadie se lo había llevado. Incluso una vez perdí una bufanda en la calle, cayó en la nieve y cuando volví estaba apoyada en la baranda de una puerta. Alguien la había dejado ahí a propósito, sabiendo que volvería.
En la calle te llevás sorpresas, te ayudan, pues es fácil perderse con esos nombres tan difícil que tienen las calles. Calle en alemán se dice "strasse". Cada calle termina con "strasse" al final, por ejemplo: "konningstrasse". No quiero dar una clase de alemán porque no sé. Lo que me gustaría es que los argentinos conociéramos mas a los alemanes. Tenemos mucho para aprender de ellos (y ellos también de nosotros). Que el fútbol sea el motivo, el comienzo de una relación que vaya más allá de la tonta pelota y no una rivalidad sin puerto. Que este partido de octavos de final sea un verdadero encuentro con los alemanes.
No cometamos el error que cometió el joven futbolista de la selección alemana, de nombre impronunciable para mí, entenderán ustedes. Schweinsteiger, espero escribirlo bien, dijo cosas desagradables de los argentinos. Cosas no son verdad y además ha generalizado con una manera poco elegante, digamos. No fueron frases para calentar un partido, sino todo lo contrario, fueron frases en serio, autoritarias e injustas. ¿Un juicio de valor? Tal vez...
No es bueno utilizar un evento deportivo para tildar al contrario de maleducado o abusivo de las situaciones. No es así, señores. Hay que utilizar al fútbol para hablar bien, para ser positivo, nunca para denigrar o separar a los demás. El fútbol no es como nosotros, ni como ellos, ni como ustedes, el fútbol es mejor, señores. No tiene nada que ver nuestro ser a la hora de patear una pelota. Aunque muchos insistan en etiquetar, crear estereotipos, no es verdad. Cada uno juega como puede y no como es. No creo que los sudamericanos hagan piruetas con la pelota porque son simplemente sudamericanos, de esta tierra, de acá. Cada futbolista es un ser exigido, todo cuesta y nada te dan porque saliste de un potrero o de un club de Ámsterdam.
Más allá del partido, más allá de que puedan ganar ellos, con su sistema y su orden y su pensamiento transparente. Más allá de todo eso, estaremos nosotros con nuestra identidad, nuestras ganas de aprender; de querer por jóvenes llevarnos al mundo por delante a pura fuerza de talento y con prepotencia de trabajo, como bien dijo Roberto Arlt.
Es una gran oportunidad de demostrarle al mundo que ésos son nuestros verdaderos valores: el esfuerzo, el trabajo diario, el sacrificio para el bien grupal. La alegría y el abrazo, por favor muchachos, el sábado ¡abracemos a los alemanes!
Suerte ahí.