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Cartas desde Barcelona: La guerra de nunca acabar

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Plantel del Barcelona estaría a disgusto con Quique Setién y su asistente (1:37)

Manu Martín explica que existen jugadores de peso a los que desagrada el trato de Éder Sarabia. (1:37)

BARCELONA -- Ni en una situación de alarma como la actual puede el Barcelona cerrar filas. Cuando se entendería necesario, sino lógico, que todos fueran de la mano en la lucha por la supervivencia, la rebaja de salarios anunciada por el club provocó un nuevo incendio con los futbolistas que dejó al descubierto que ni en el peor de los escenarios son capaces de aparcar su mala relación.

Si todos estaban de acuerdo en las medidas anunciadas por el presidente para enfrentar al coronavirus, ¿a qué vino tal esperpento? ¿Por qué los futbolistas tardaron hasta el lunes, empujados y hasta presionados por los anuncios de los deportistas de las demás secciones profesionales del club, en manifestarse?

Si Bartomeu aseguró que desde el primer minuto existió ese entendimiento, ¿por qué existieron filtraciones, se entiende que desde el propio club, señalando a los jugadores? ¿Por qué en su comunicado emitido el lunes los propios futbolistas no aparcaron cualquier signo de discrepancia y aprovecharon para lanzar una nueva andanada contra los dirigentes? Y, por fin, ¿por qué Bartomeu volvió a aparecer deprisa y corriendo para proclamar una defensa numantina de la plantilla?

Hace ya más de una semana el Bayern MUnich anunció una rebaja del 20 por ciento de los sueldos de sus futbolistas, cuantificando el ahorro en unos 67 millones de euros. La plantilla del club alemán aceptó sin rechistar.

La Juventus emitió un comunicado por el cual dio a conocer que sus futbolistas y cuerpo técnico no cobrarán los salarios de marzo, abril, mayo y junio, lo que motivará un ahorro de 90 millones. Aceptado, no hubo ninguna clase de reacción desde el vestuario.

En Francia anunciaron medidas similares, sin especificar, Olympique de Lyon y Olympique de Marsella y, volviendo a Alemania, varios clubs dieron a conocer que sus jugadores renunciaron a sus sueldos como respuesta a la crisis que provoca el coronavirus, tal como en Italia.

Y en España no ha habido, que se sepa, reacciones contrarias en Atlético o Espanyol, los primeros que junto al Barça anunciaron expedientes de regulación y rebaje de salarios, como se dio por hecho desde LaLiga ocurrirá con no pocos clubs de Primera y Segunda División. La comprensión, alrededor de Europa, se entiende un hecho. Pero el Barça es otra historia.

En el Camp Nou cualquier chispa degenera en una batalla monumental y la figura del presidente, a cada día que pasa, queda más expuesta en la crítica, siendo la herida más abierta entre el despacho y el vestuario, que se sabe con un poder intocable.

Nadie en el Barcelona se atreve, de forma pública, a poner un pero a los jugadores. Cuando hace dos meses Abidal afirmó la existencia de futbolistas que “se habían dejado ir” con Valverde, Messi le saltó a la yugular exigiéndole que diera nombres.

Pero cuando en la nota de este lunes los futbolistas, con su capitán al frente, denunciaron que desde el club “hubiera quien tratara de ponernos bajo la lupa” sin personalizar, la respuesta de la dirigencia fue el silencio. Nadie se atrevió a salir al paso. Y Bartomeu apareció otra vez en su función de apagafuegos, lejos de mostrar una imagen de contundencia que se entendería lógica en el máximo mandatario de un club como el Barcelona.

La crisis del coronavirus ha vuelto a dejar patente la realidad de un Barça que vive en guerra civil permanente y en el que los reproches son tan constantes que se estima imposible enderezar la situación.