BARCELONA -- Citar a Pep Guardiola dirige rápido la memoria hacia el mejor Barça de la historia, el que dominó el concierto del futbol mundial hace diez años, y en cuyo banquillo comenzó su carrera hacia la leyenda de los entrenadores el hoy técnico del Manchester City. Pero antes de eso hubo otro Guardiola, majestuoso en el campo y probablemente uno de los futbolistas más inteligentes que se vieron en el Camp Nou. Una historia que comenzó el 16 de diciembre de 1990. Se cumplen de ello 30 años.
Guillermo Amor, titular indiscutible y primer canterano de la factoría Cruyff junto a Luis Milla, fue sancionado por acumulación de tarjetas tras ser amonestado en Zaragoza la jornada anterior y a Johan no se le ocurrió otra cosa que mirar al Miniestadi y llamar a un tal Josep Guardiola, un delgado pelotero de 19 años que daba que hablar en el filial pero cuyo futuro inmediato, por aquel entonces, no se adivinaba en el primer equipo.
Guardiola entró en la convocatoria, lo que ya era un premio... Y de repente el sábado conoció que Cruyff le iba a poner en el once titular. Palabras mayores. Sorpresa monumental por más que el rival fuera el Cádiz. Y el 16 de diciembre aquel jovenzuelo recorrió el camino desde las viejas escaleras que daban acceso y hasta el centro del campo por detrás de Txiki Begiristain y delante de Jon Andoni Goikoetxea. Con el 10 a la espalda, casi nada.
Hace 30 años de aquel domingo 16 de diciembre en que los 80 mil espectadores (de acuerdo con las crónicas del día siguiente) presentes en el Camp Nou descubrieron la delgada figura y magnífica calidad de un futbolista que acabó por ser parte fundamental del Dream Team, plasmó su nombre con letras de oro durante una década en el césped (385 partidos) y acabaría, con el paso del tiempo, convirtiéndose en el entrenador de mayor gloria del club.
Conmemorando la fecha ESPN evoca a aquel joven Guardiola a través de los recuerdos de cuatro de sus compañeros de la época. Ronald Koeman, José Mari Bakero y Eusebio Sacristán formaban parte de las Vacas Sagradas de aquella plantilla; Guillermo Amor era todavía un meritorio. Este póquer de nombres, como el de propio Pep, forman hoy parte de la leyenda del Barça.
Koeman, hoy entrenador azulgrana y uno de los pesos pesados de aquella plantilla, no jugó aquella tarde frente al Cádiz. Dos meses antes, en el Vicente Calderón, había sufrido una rotura del tendón de Aquiles que le mantuvo apartado de los terrenos de juego hasta el mes de abril siguiente pero recuerda a aquel Guardiola como "un futbolista muy joven pero con una gran visión de juego".
"Era jovencito... ¡Y muy nervioso!”, rememora José Mari Bakero, actual integrante del área profesional de la secretaría técnica y entonces 6 de referencia del Dream Team. "Lo que ocurre es que en el campo se transformaba. Antes de empezar era hiperactivo y jugando parecía un veterano, frío, tranquilo, siempre bien colocado. Tenía muchísima personalidad y lo hacía muy fácil".
"Vivía el fútbol como nadie. Era sorprendente ver la atención que ponía en todos los detalles”, apunta Guillermo Amor, responsable de Relaciones Institucionales y Deportivas del primer equipo azulgrana en la actualidad y que cumpliendo entonces su tercera temporada en el primer equipo con 22 años ya era fijo en los planes de Johan Cruyff. "Era muy culé, porque se le notaba en todo, y fue una alegría verle debutar, como a todos los canteranos”, refiere el centrocampista que compartió vestuario, y capitanía, con Guardiola durante casi toda la década.
"Recuerdo que jugamos con un rombo en el medio, con él de pivote, y rápido nos dimos todos cuenta que era la pieza que nos faltaba, la ideal para el equipo”, explica Eusebio, entrenador de larga trayectoria y que admite que le sorprendió "su aplomo. Era muy jovencito, muy liviano físicamente, pero con una serenidad y seguridad muy fuera de lo común".
"Tuvo una personalidad muy marcada desde el primer día... Y mucho carácter. Nunca se escondía cuando las cosas no iban bien”, destaca Amor, en un punto concordante con Koeman: "Tenía mucha calidad y no le costó demostrarlo. Se convirtió en uno de los mejores jugadores de la historia del club".
"Recibía la pelota con mucha personalidad y siempre encarado para jugarla rápido. Era el pivote perfecto que creó Johan. Era un jugador hecho para esa posición”, especifica Bakero, en un detalle coincidente con Amor: "Estaba en el lugar perfecto y movía el balón fácil y rápido".
"¿Hiperactivo? Era... Muy dicharachero, entusiasta, extrovertido. Aportaba alegría al grupo con sus bromas aún siendo tan joven. Su energía se notaba en el vestuario”, sonríe Eusebio, destacando la fortuna que tuvo Pep... Y también el equipo.
"Después de la marcha de Milla, Johan pensó que Koeman podía ser aquel pivote, pero acabó colocándole de central, donde dio su mejor rendimiento como iniciador del juego, y Amor tomó el puesto. Cuando aparece Guardiola todos nos damos cuenta que es la pieza definitiva, porque Guille tiene mucho más recorrido como interior, más llegada y más trabajo, mientras que el posicionamiento de Pep es el ideal. Ganamos dos puestos y aquel de 4, el de pivote, fue fundamental para el equipo".
"Recibía el balón ya encarado para el pase y te lo daba de primeras. Pases fáciles, ya fueran cortos o medios, casi siempre en la mejor disposición de recibir en continuidad”, resume Bakero, reiterando que parecía "hecho para el puesto".
"Se integró muy rápido y bien en los esquemas porque ya traía todos los conceptos y los interpretaba como un veterano" solventa Amor.
SIN PRISAS "Ha jugado un partido muy bueno. Parecía como si hubiera jugado siempre con nosotros y además ha entrado un día en que muchos de sus compañeros no andaban demasiado finos”, le elogió al acabar aquel partido frente al Cádiz Cruyff.
"Siempre son de agradecer los elogios y más si vienen de alguien como Cruyff... Rodeado de tan gente de calidad es difícil jugar mal y estoy contento con mi actuación, aunque puedo hacerlo mejor”, afirmó el protagonista, quien abandonó el Camp Nou con las cosas claras: "Amor volverá al equipo y sé que yo retornaré al filial, pero pienso seguir demostrando que puedo ser útil para el primer equipo”, se despidió.
Su frase fue tal cual la realidad. Cruyff le mimó de manera especial, le reclutó en no pocos entrenamientos en el viejo terreno de La Masia con la primera plantilla... Pero no volvió a contar con el hasta abril del año siguiente, en un partido que el Barça jugó, y ganó (0-1 de penalti transformado por Koeman) en Castellón.
Cerró la temporada jugando cuatro partidos (añadió consecutivamente Sevilla y Mallorca) y a partir del curso siguiente, que lo comenzó con una derrota ante el Real Madrid B en el Bernabéu, su presencia se impuso en el primer equipo. El Barça ganó su primera Champions, en Wembley. Y allí Guardiola ya era uno de los grandes.
Todo comenzó el 16 de diciembre de 1990. La tarde en que Pep llamó a la puerta de la historia.