Carlo Ancelotti lo sabía. James Rodríguez no tuvo ni una semana entera de trabajo en Everton, pero fue titular en el debut en la Premier League frente a Tottenham. El entrenador italiano, conocedor del fútbol como pocos, comprendió muy rápido todo lo que el crack cucuteño podía darle a su equipo. Y no se equivocó.
El número 19 tuvo una presentación estelar en el fútbol inglés. Recuperó la confianza, clave en un futbolista de su jerarquía, y fue el líder futbolístico del cuadro de Liverpool desde el inicio mismo del encuentro disputado en Londres. Clarificó el juego, se asoció con sus compañeros y demostró su clase en cada toque de balón. Él fue el salto de calidad de un conjunto que tuvo en Allan y Abdoulaye Doucouré, los otros fichajes, dos complementos de lujo.
James jugó 91 minutos, lo que demuestra que está casi en plenitud física, una de las incógnitas de los últimos tiempos. Ancelotti quedó muy conforme con el funcionamiento colectivo e individual y por eso no hubo razones para cambios apresurados. Jugó por derecha, aunque con libertad para moverse por todo el frente de ataque.
Dio 56 pases en total, de los cuales 47 llegaron a destino. El porcentaje de efectividad fue del 83.9 por ciento. Además, tocó el balón en 74 ocasiones y solo tuvo 15 pérdidas. Sus compañeros lo buscaron 53 veces. Su principal socio fue Doucouré (22 pases entre dados y recibidos), lo que es un muy buena señal, ya que la que puede ser la principal usina de fútbol de Everton no necesitó tiempo para trabajar muy bien. Seamus Coleman, el lateral por la derecha, Allan y Richarlison también se encontraron varias veces con el colombiano.
En ofensiva, tuvo tres remates al arco. Dos desviados por muy poco y uno que contuvo Hugo Lloris sin problemas. Además, con sus lanzamientos creó 5 situaciones de gol. Esta será su principal tarea en este equipo. Dada la intensidad del partido, solo intentó gambetear tres veces, en dos de las cuales salió victorioso.
Dos cuestiones sobresalieron en su debut: su categoría incuestionable en cada control y en cada movimiento y su capacidad para el cambio de frente. Ese pase largo de derecha a izquierda, la mayoría de las veces para Richarlison, puede desarmar a cualquier defensa y será una de las armas de Everton. En total, fueron siete envíos de más de 25 metros de extremo a extremo, casi siempre con quirúrgica precisión. Su promedio de distancia en pases fue el mayor del visitante, con poco más de 18 metros. Si el brasileño hubiera estado más certero, el valor de esos cambios habría sido todavía más grande.
James fue el jugador que más oportunidades creó en el partido, con cinco. Aquí está el dato clave de su actuación. Aún con poco conocimiento de sus compañeros y frente a un adversario que se presentaba como superior, el colombiano cumplió con creces aquello para lo que fue contratado. Y a eso le sumó su habitual prestancia, estampa y jerarquía. Everton ya disfruta de un talento dormido que no tardará en despertarse.