BEAR, Delaware – Fue un día ajetreado en la residencia de la familia McKenzie: algo natural cuando en una casa se cuenta con habitantes de 20 años o menos. Ocurre que uno de ellos, Mark, es defensa central jugando su segundo año con el Philadelphia Union de la MLS y es una de las estrellas en ascenso en las selecciones de fútbol de Estados Unidos.
Sin embargo, es otro de los McKenzie que en estos momentos tiene un asunto más urgente que atender: Madison, su hermana menor, se prepara para asistir a un baile de secundaria y necesita tomar una decisión.
“Disculpen mi demora”, nos dice Mark, a punto de sentarse en una cabina en un restaurante Buffalo Wild Wings, a kilómetros de la casa de los McKenzie. “Tenía que ayudar a mi hermana a elegir su vestido para el baile de graduación. Es algo importante, ¿saben?”
Lo mismo se podría decir del hermano mayor de Madison. Durante los últimos 12 meses, el joven de 20 años hizo su debut en la MLS, ha sido inicialista en 18 partidos, capitán del equipo sub-20 de Estados Unidos que terminó en el primer puesto del Campeonato sub-20 de la CONCACAF de 2018 y luego se hizo merecedor de su primera convocatoria con la selección de mayores de su país. No se trata precisamente de algo normal en el caso de un joven que aún no puede ordenar cerveza a la hora de cenar.
Mark McKenzie aún no ha jugado con el Union en 2019; sin embargo, se espera que forme parte del once titular de Philadelphia para enfrentarse a Montreal este sábado (1 p.m. hora del Este, ESPN+). Será el próximo paso adelante en su carrea, mientras se prepara para el Mundial sub-20 a disputarse este verano.
“El último año ha sido grandioso. Viví muchos altibajos, pero ha sido una experiencia de aprendizaje”, afirma McKenzie. “Sólo quería bajar mi cabeza y hacer mi trabajo y, en definitiva, siento que mi juego hablaría por mí y así fue. Ha sido todo un torbellino intentar mantener todo en pie; sin embargo, me siento muy humilde y agradecido por todo lo ocurrido el año pasado”.
Sin embargo, en esta noche McKenzie se iguala a cualquier otro aficionado de la selección de Estados Unidos, experimentando las emociones que se originan al ver a la selección nacional, en esta ocasión, disputando un amistoso contra Chile a finales de marzo. Elogios para Michael Bradley (“Hombre, aprendí tanto de él durante el campamento”) y Gyasi Zardes (“Ese primer toque, hermano, ¿qué les parece?”). Pero también hay momentos de enfado cuando Chile empata las acciones. (“¡Argh! No puedes permitir que eso ocurra”)
Una de las conclusiones más importantes después de ver este partido contra Chile al lado de esta estrella estadounidense incipiente es que McKenzie es un verdadero estudiante y amante del balompié. Estará sentado y esperará pacientemente hasta escuchar las razones por las cuales uno piensa que Lionel Messi es mejor que Cristiano Ronaldo mientras degusta de un sándwich para luego responder con sus propios argumentos a favor de la súper estrella portuguesa.
También estará dispuesto a meterse en territorios que dividen a gran parte de la escena futbolística de Estados Unidos. ¿Promoción y descenso? “Lo necesitamos. Necesitamos ese incentivo para no caer en la complacencia”. ¿Esa noche de octubre de 2017 en Trinidad? “Fue una noche triste. Tanta preparación con miras a un partido importante y ver cómo todo se caía me dolió en lo personal, porque de cierta forma, soy parte de ello”.
McKenzie también siente pasión por otros deportes. Su mirada ocasional a otros televisores en el restaurante lo revelan. La NBA es una de sus ligas favoritas y si bien disfruta de ver los partidos, son las situaciones que ocurren fuera de la cancha que capturan la atención de McKenzie. “El Twitter de la NBA, hombre. ¡Tanta pelea! Me encanta”, dice entre risas.
McKenzie también es un gran seguidor de la NFL. Los vestuarios de la MLS cuentan con jugadores provenientes de todas partes del mundo, lo cual significa que los futbolistas extranjeros se convierten en codiciadas presas a la hora de jugar fútbol americano de fantasía. Pobre del importado recién llegado que decide incorporarse a la liga del Union. “Le diré: ‘Sí, hermano, Ryan Fitzpatrick es una sólida opción’”, afirma McKenzie, causando carcajadas por parte de los otros dos miembros del staff del Union sentados del otro lado de la mesa.
McKenzie es sincero con respecto a otros temas con la misma facilidad que tiene para bromear. Una discusión en la cual se encuentra en el medio es si McKenzie viajará a Polonia este verano para jugar el Mundial sub-20 con Estados Unidos. Todo depende si el Union está dispuesto a darle permiso para disputar ese torneo y, obviamente, de su convocatoria por parte del técnico Tab Ramos. La mirada en sus ojos nos muestra claramente que McKenzie disfruta mucho de su paso por la sub-20, recordando con afecto la victoria 2-0 contra México en la final del campeonato sub-20 de la CONCACAF.
“Ese partido fue tan divertido. Prácticamente me quedé sentado para disfrutar cómo Paxton (Pomykal) y Alex (Méndez) conducían el espectáculo”, afirmó McKenzie. “¿Sabes? Pasas un mes completo con el grupo y cuando compartes tanto tiempo juntos, se estrecha un lazo. Converso con muchos de ellos, a veces lo hago a diario. Nos metemos en Snapchat y comentamos los tuits o publicaciones de Instagram de cada quién. Tengo un nexo muy estrecho con estos muchachos”.
También se trata de una situación que cuenta con el potencial para convertirse en todo un dolor de cabeza para Jim Curtin, jefe del Union, si McKenzie no recibe permiso para ir al torneo. Lo último que se puede desear es una situación en la cual jugador y equipo terminen enfrentados.
“Debe ser lo mejor para el Philadelphia Union, lo mejor para la selección nacional y lo más importante: lo mejor para Mark a estas alturas de su desarrollo”, expresó Curtin a ESPN FC. “Forma parte de los logros alcanzados por la sub-20, ha usado la banda de capitán gracias a su liderazgo. Necesitamos reconocer que eso significa mucho para él. Veremos dónde nos encontramos como equipo en lo que respecta a salud, condición física y el estatus de Mark dentro del grupo”.
Si bien sería decepcionante no viajar a Polonia, McKenzie deja ver que hay cosas más importantes que lo esperan en el futuro. Esto es consecuencia de su sed insaciable por nuevos conocimientos. Mientras comienza el segundo tiempo del partido entre Estados Unidos y Chile y se acaba la comida, la conversación gira en torno a su vida fuera de la cancha e intereses distintos al deporte.
El vacío causado por no cursar estudios universitarios como la mayoría de los jóvenes de 20 años se llena estudiando francés y alemán como autodidacta. También se menciona de forma casual que McKenzie está aprendiendo a tocar piano y guitarra. Todo es muy impresionante y al expresarlo, no se percibe como jactancioso. Parece decirse con una confianza que reafirma su deseo de enriquecer sus conocimientos, algo que sus compañeros notan a diario.
“Después de los entrenamientos vendrá y dirá: ‘¿Se acuerdan de esta situación? ¿Desean que me mueva hacia este lado, quieren que dé un paso adelante? Y empezamos a discutirlo”, indicó Alejandro Bedoya, mediocampista del Union, a ESPN FC. “Siempre está aprendiendo y eso es lo que se desea ver en un joven, que siempre esté haciendo preguntas”.
En el comedor, la conversación es interrumpida brevemente por su hermana Madison, quien acababa de llegar para saludarnos. El vestido elegido por Mark es uno de los finalistas para la decisión final y el acompañante de Madison para el baile parece haber sido investigado y aprobado por su hermano mayor: hablamos de un defensor, por supuesto.
Esta breve aparición de Madison nos sirve de recordatorio del fuerte lazo que existe dentro de la familia McKenzie, dándole a Mark la valentía para ejercer su influencia como jugador afroamericano emergente en el escenario de la MLS, sirviendo como embajador de la fundación Future Soccer Stars, organización local sin fines de lucro cuyo objetivo es ofrecer instrucción de fútbol accesible a niños de barrios humildes. Cuando McKenzie comparte con los niños, está presente de todas las formas posibles: comparte con ellos, bien sea conversando o jugando al fútbol.
Sin embargo, ese compromiso con su comunidad no es nada nuevo. Si alguien vio a McKenzie formando parte de la mesa redonda organizada por la MLS con motivo del Mes de la Historia Negra, pudo reconocer a una persona que ha pensado durante mucho tiempo con respecto al significado de ser un afroamericano involucrado en este deporte.
“Estoy orgulloso de ser negro”, expresó McKenzie. “Creo que puedes ver tanta negatividad, tanto racismo surgiendo por aquí y por allá en este deporte; por ello, puedo ponerme de pie y hablar ante una audiencia más amplia y convertirme en rostro de aquellos que quizás no quieren hablar o no tengan valor suficiente para expresarme. Quiero inspirarles para que alcen su voz”.
“No quiero que sólo sea una conversación. Quiero que se produzcan acciones. Quiero ver a otros involucrarse en temas similares. Fuera de la cancha, siento que esto es algo que requiere que seamos proactivos y que cobrará mayor importancia dentro de la cancha”.
Tal y como ocurre en cualquier amistoso internacional, la cantidad de sustituciones producidas durante el segundo tiempo han acabado con el ritmo del partido y ahora prestamos menos atención al resultado y lo que le pueda ocurrir a la selección de Estados Unidos. McKenzie, quien ha quedado libre para ir a casa y descansar antes de otro día de entrenamientos, prefiere esperar para asegurarse que este reportero que visita Delaware por primera vez no quede solo mientras espera por el auto que lo llevará a su hotel. Se trata de un gesto menor pero considerado que condensa las vibraciones positivas que emite McKenzie, como jugador y persona. A la mañana siguiente, en el entrenamiento del United, Curtin sonríe al escuchar el recuento de las actividades de la noche anterior.
“Allí se resume lo buena persona que es y las buenas personas que son sus padres”, indicó Curtin. “Con Mark, el cielo es el límite. Me siento sumamente orgulloso de sus logros dentro y fuera de la cancha. Ha sido divertido verle conseguirlos”.
No se confundan: hay cosas muy importantes en el horizonte de McKenzie con su club y selección. Y le esperan logros aún mayores en su vida personal.