Fútbol Americano
Andrew Corsello, especial para ESPN 5y

Zlatan te quiere decir algo: "No necesito soñar. Yo soy el sueño"

LOS ANGELES - Es una mañana a principios de junio. Zlatan terminó de correr, vomitar y tomarse una ducha (en ese orden). El vómito - es algo común y corriente. "Hoy necesito sufrir", le dijo al entrenador físico de LA Galaxy cuando llegó a las instalaciones de práctica del equipo. Algo que el entrenador interpretó como: una vez más.

"Necesito trabajar" Zlatan explicó. "Cuando sufro, me siento bien". Es melodramático y denota mucho amor propio esa frase. Él claramente lo sabe. Razón por la cual, al ser Zlatan, suelta una sonrisa tramposa y se encoge. "¡Te lo acabas de perder! Hace cinco minutos, no podía respirar, estaba vomitando de una manera tremenda. ¿Lo ves? Así es como trabajo: muy duro. Siempre digo, 'Llevemos mi cuerpo al límite'".

Y es algo que funciona - y cómo funciona. ¡Este hombre tiene 37 años! Al contemplar a Zlatan se presenta una serie de preguntas retoricas. ¿Sabes lo viejo que es eso para un atleta de cualquier disciplina? ¿Pero sobre todo para un futbolista y más todavía para un centrodelantero? Vamos, Zlatan debería ser una figura en tiempo pasado en este momento, recordado por ser el John McEnroe del fútbol: emotivo, insolente, deslumbrante, exasperante, sofisticado, bocón, creativo, excéntrico, inmortal. Se destrozó la rodilla derecha jugando para Manchester United en la primavera de 2017, por el amor de Dios. Debería haber sido el fin, ¿no es así?

Pero todos conocen a Zlatan. Y ya saben lo que viene después. Y si no lo sabes, primero: no has estado viviendo en este planeta. Segundo: el apellido es Ibrahimovic; en el mundo del fútbol lo conocen como "Ibra" o, simplemente, Zlatan.

Además, un recordatorio: el 29 de marzo de 2018, Zlatan y su bulldog inglés volaron desde Suecia hasta California. El 30, después de ser presentado a sus nuevos entrenadores y compañeros LA Galaxy y de practicar durante 20 minutos, se sometió a un examen médico por un doctor del equipo, que lo conectó a una máquina, leyó los resultados y le dijo lo que él ya sabía. "Estas muy cansado, no deberías jugar mañana". El 31 de octubre, en el primer partido en El Trafico contra LAFC, Ibra se sentó en la banca mientras que el público no paraba de cantar su nombre. De manera estruendosa. Sin parar. Hasta que el entrenador Sigi Schmid (QEPD) ya no lo pudo soportar, 26 minutos pasados del segundo tiempo, lo hizo entrar con su nueva camiseta No. 9. Seis minutos después, el arquero de LAFC, Tyler Miller pateó la pelota unos 70 metros desde la derecha del arco. Un defensor de Galaxy pateó la pelota al centro con un toque que la elevó lentamente. Y necesitó un rebote alto, después otro... no, en realidad no.

Antes de seguir, lo que tienes que saber es que lo que sucedió después fue, es, excepcionalmente Zlatan.

En términos estadísticos y analíticos, quizá sea el tercer mejor jugador de su era después de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Los tres no sólo son grandes definidores sino además creadores geniales que elevan el nivel de juego de sus compañeros. La genialidad de Messi está en su juego pegado al suelo, como una ardilla, con una aceleración rápida con la que puede ser realmente escurridizo. La genialidad de Cristiano se basa en su hermoso juego aéreo - su perfecta contextura de Matador - su dribbling y su, hace un tiempo, ritmo cegador. La genialidad de Zlatan es como la de un pirata, con su coraje y su actitud de ir directamente a cortar el nudo gordiano. Ibra posee una inventiva, una habilidad alegre e ingenua (sus detractores dirían inmadura) y una predisposición para ver posibilidades super heroicas que son únicas en su era, y quizá en toda la historia del fútbol. Sus goles pueden ser ingeniosos y transcendentales, sí, pero también tontos, absurdos, extravagantes, arrogantes, inmaduros y directamente estúpidos.

Hay que saber esto, entonces, sobre ese gol en El Tráfico que no se tomó ni un segundo en picar, porque puede decirse lo mismo sobre muchísimos de los goles que Zlatan ha convertido desde que debutó profesionalmente con Malmo en 1999: Noventa y nueve de 100 no se hubieran atrevido a intentarlo. Ni siquiera lo habrían considerado. Habrían bajado la pelota, la habrían controlado, y luego habrían evaluado sus opciones. Pero Ibra pateó una volea al nivel del pecho y convirtió a 41 metros de distancia por encima de la cabeza de Miller. Seis minutos después de entrar. Fue prácticamente la primera vez que tocó la pelota en la Major League Soccer luego de haber estado fuera casi un año.

Con ese toque, y el cabezazo sobre la hora que ayudó a Galaxy a remontar un 0-3 para ganar por 4-3, Ibra instantáneamente se convirtió en lo que sigue siendo hoy, en vísperas de otro El Tráfico: el jugador más grande en la historia de la MLS. Para aclarar los tantos, no estamos hablando del "más grande" en el sentido de Pelé-NASL, en el sentido de una deidad del fútbol que fue grande hace mucho, mucho tiempo, en una cancha muy, muy lejana de Europa o América del Sur, que vino a EE.UU. a sacar provecho de su reconocimiento. Zlatan es "el más grande" hoy.

"Desde el momento que llegó, su índice de goles ha sido ridículo, casi uno por partido. ¿Y esas voleas y chilenas en las que el gigante de 1,96 m. se da vuelta en el aire con la potencia y el control de un gimnasta de 1,65? ¡A los 37 años!" dijo el director técnico de Galaxy, Jovan Kirovski, quien jugó profesionalmente en Europa durante más de una década. "Hemos llegado a un punto en el que le digo, y sé que los entrenadores también le dicen, 'Quédate arriba y marca goles -- ¡no te preocupes por bajar!' Pero sigue cumpliendo".

"No vine aquí por lo que hice antes", dijo Zlatan. "Vine aquí a demostrar quién soy. Vine aquí a proveer".

¿Proveer? Un término bastante desconcertante. No equivocado, pero tampoco del todo correcto. La primera vez que la usa, pienso que se debe al hecho que el inglés de Zlatan es muy bueno, pero no excelente, por lo que no estaría a tono con los modismos. Pero cuando la sigue usando, y además hace hincapié en la palabra, me queda claro que conoce muy bien las connotaciones de la palabra fuera de la jerga del fútbol. De hecho, eso es lo que quiere: Quiere que sepas que no vino a Los Ángeles a marcar goles, sino a darlos y proveerlos.

"Creo que veo las cosas antes de que sucedan", comentó.

"Hay muchas cosas sobre ti que no tienen sentido", respondí, pensando en lo extraño que es que un hombre tan musculoso tenga semejante motricidad fina en los pies.

"Como el gol contra Inglaterra", continuó.

"¡Justo iba a preguntarte por eso!"

"¿Lo ves? Conozco el futuro. Ahora dime: ¿Cuántos pueden hacerlo?" Él responde antes que yo: "¡Sólo un loco!"

La gente nunca dejará de debatir cuál es el mejor gol de todos los tiempos. Pero éste tiene que ser el mejor gol de volea, ¿verdad?

En noviembre de 2012, jugando un amistoso contra Inglaterra con la selección de Suecia, Ibra brilló con un gol, después otro, y luego un tercero. Y entonces llegó el cuarto. El arquero de Inglaterra, Joe Hart, se aventuró fuera del área para despejar un pelotazo con la cabeza. Pero antes de que pudiera hacerlo, Ibra, quien lo estaba corriendo, hizo algo escalofriante. Se detuvo. Porque, como sólo pueden hacerlo los atletas trascendentes, había visto varios segundos en el futuro. Su tercer ojo había descifrado las caóticas ecuaciones en tiempo real. No sólo sabía que Hart despejaría de cabeza, sino exactamente a dónde. Así fue que Zlatan terminó saltando en el aire para clavar un remate de chilena sin siquiera mirar el arco; sin dejar que la pelota picara, con la espalda paralela y a no menos de cuatro pies del suelo, a 35 metros del arco. Pasó a un pie por debajo del travesaño, unas dos décimas de segundo antes de que un defensor pudiera rechazarlo.

Quizá lo más loco de este gol es que no fue un reflejo. Ibra tuvo mucho tiempo --¡segundos completos!-- para pensarlo. Eso sucedió hace ya siete años, pero Zlatan lo recordó en tiempo presente. "Sé que va a cabecear. Es la única posibilidad que tiene. Si deja que la pelota baje, se la voy a robar. Tengo dos posibilidades. Ir a quitar contra él, o esperar y ver dónde va la pelota. Así que cuando salta, me echo hacia atrás. Sé que intentará ponerla detrás de mí..."

Pensar: Sí, lo tienes en tu arsenal, dispara... ¡El delirio, la inmensa arrogancia de ese pensamiento! Este gol, que hasta el capitán de Inglaterra, Steven Gerrard, describió como "el mejor que he visto", sigue siendo el ejemplo perfecto de cómo Zlatan no juega conforme las reglas. Y con esto no quiero decir que hace trampa o juega sucio. Quiero decir que desafía las reglas de la física, la geometría, la fisiología humana, el sentido común y el buen gusto -- y siempre se sale con la suya.

Pero cuando Ibra habla de proveer, se refiere a algo mucho más grande y menos tangible que los goles.

"No vine a la MLS porque soy 'Ibrahimovic'", dijo el sueco. "Vine porque quiero demostrarles qué es el fútbol. Vine porque quiero mostrarle a Estados Unidos de qué se trata mi juego".

¿Presuntuoso? ¡Seguro! Pero respaldó sus palabras con acciones. "Le dije a Galaxy: firmamos este acuerdo ahora. Si dentro de un mes no están contentos, podemos cancelar y me voy". Esto parecería ridículo si no hubiera un precedente. Cuando ya no pudo proveer tras lesionarse la rodilla, Ibrahimovic se ofreció a reembolsar a Manchester United por los partidos que se había perdido.

Eventualmente, se me ocurre que lo que Zlatan desea proveer es nada más ni nada menos que "Zlatan", y todo lo que eso implica. No sólo su juego hermoso, sino también su juego poco vistoso: su largo historial de tarjetas y suspensiones por soltar su ira, sus puños y sus pies contra rivales y compañeros. Sólo cuando los fans ven el paquete completo de Zlatan, lo lindo y lo feo, son capaces de comprender la pasión y el enojo que siente por el juego, y que quiere compartir.

Para Zlatan, las semanas previas a nuestra entrevista de junio han sido puro Zlatan. En mayo, lo feo: Cumplió una suspensión de dos partidos por agarrar al arquero de NYCFC Sean Johnson por el cuello. ("¡Ah! Ese payaso cayó al suelo desmayado y casi se murió. Y yo dije, '¡llamemos a la ambulancia porque te estás muriendo!' ¡Luego le envió una foto a MLS con un raspón en el cuello! Escucha, he jugado 800 partidos. He jugado contra animales que casi me rompieron las piernas. Pero lo que pasa en la cancha queda en la cancha. En Europa, ¿si hubiera enviado una foto de un raspón en el cuello? Se lo comen crudo".)

Y luego, el 2 de junio, lo hermoso: En una inesperada derrota por 2-1 ante New England Revolution, Ibra convirtió uno de los goles más ridículos y brillantes de su carrera. Hacia el final del partido, de espaldas al arco, acomodó un centro con el pecho, hizo un sombrero, y metió un misil de chilena.

Disecciona cada uno de estos momentos con el mismo fervor evangélico.

"Te di el último gol, ¿verdad?", me dijo.

¿A mí? ¿Me lo diste a mí? Pienso, y luego recuerdo que éste es el hombre que, tras firmar con Galaxy, sacó un anuncio en Los Angeles Times que decía: "Querido Los Ángeles, de nada", firmado a mano, "Zlatan".

"Sí", continuó Zlatan, contestando su propia pregunta. "Eso fue bueno".

Zlatan será el primero en decirte que Zlatan nunca ha encajado. Que la esencia de Zlatan es la de un forastero con una ira incesante y nutritiva. Hijo de inmigrantes, un conserje bosnio (su padre) y una limpiadora croata (su madre), Ibrahimovic nació y se crió en Suecia, en el gueto Rosengard de Malmö. Según su propia descripción, era un rufián desgarbado de ojos oscuros, pelo negro y nariz grande. Peleaba, robaba (dulces, bicicletas, autos, cualquier cosa), jugaba al fútbol y no se llevaba con nadie.

"He estado en esta escuela 33 años", le dijo su ex directora a BBC Sport en 2013, "y Zlatan sin duda es uno de los cinco alumnos más rebeldes que hemos tenido. Era el chico malo número uno, actuaba solo, el típico chico que termina en serios problemas".

"La escuela estuvo bien", dijo Zlatan. "Había comida gratis".

"Me hicieron sentir diferente", continuó. "En Suecia solamente jugaban jugadores suecos de ascendencia sueca. Y luego llegué yo -- con todo. No sólo con mi nariz grande, mi pelo negro y mis ojos marrones. Sino que también jugaba con mucho estilo, y no con el típico estilo sueco".

"¿Cómo era tu estilo, y qué tenía de 'malo'?", le pregunto.

"El estilo sueco era 'trabajar duro por el compañero'. Donde venía yo, todos nos desafiábamos entre todos, intentando convertirnos en jugadores individuales. ¿Quién gambeteaba mejor? ¿Quién remataba mejor? ¿Quién la ponía mejor en el travesaño? ¿Quién hacía los mejores caños? ¿Quién era el más fuerte? Aprendí a resolver mis propios problemas: Dame la pelota que yo voy a resolverlo. Yo voy a marcar el gol. Yo voy a jugar el uno contra uno. Yo lo voy a gambetear. Yo voy a meter el caño. Yo voy a convertir este gol imposible".

En otras palabras, una filosofía puramente darwiniana de 'yo contra el mundo'.

"No pensábamos en 'once contra once'. No era ese tipo de juego", explica. "Era más bien una competencia individual para demostrar que eras el mejor. Ahora voy a hacerte pasar vergüenza. ¡Pop! ¡Pop! Te voy a gambetear, te voy a meter un caño, y voy a reírme de ti. Eso era lo que buscábamos. Era más físico, y era un fútbol técnico. Pero no era fútbol sueco".

Curiosa elección de palabras, que el pequeño Zlatan no sólo gambeteara la pelota entre tus piernas, sino que te gambeteara a ti, pateándote en la dirección que deseaba.

"No era, 'yo corro por aquí en apoyo, y tú pasas'", continúa. "No. Era, 'yo voy a correr a donde esté la pelota porque yo quiero la pelota'. Así que me regañaban todo el tiempo: 'Eres un jugador malcriado. Eres una diva. No puedes jugar así'".

Incluso después de unirse al club profesional de su ciudad a los 17 años, los padres de uno de sus compañeros pidieron que lo expulsaran de la liga. "Ese fue el momento en que me dije, 'Ahora voy a destruir a todos. No voy a respetar a nadie'".

"Ni siquiera era un talento en sus ojos, sólo una pequeña m----- de Rosengard", agregó.

Se presenta una pregunta: ¿El fútbol era divertido para el joven Zlatan?

"Era competencia, siempre", contesta Zlatan. "Eras el número uno, o no eras nadie".

¿Es divertido ahora?

"Lo miro y siempre me hago la misma pregunta", dice Kirovski. "Yo lo sigo amando. Juego todo el tiempo. También soy competitivo y quiero ganar. Pero cuando lo miro a él, la intensidad de su entrenamiento, de su mentalidad, me pregunto si alguna vez se divierte jugando. Y creo que, si no anota y no gana, no es divertido para él".

Si has seguido la larga y gloriosa carrera de Ibra, su triunfante marcha de Malmo a Ajax, después a Juventus, Inter Milan, Barcelona (el único lugar en el que las cosas no funcionaron, debido a constantes choques con el entrenador, Pep Guardiola), AC Milan, París St-Germain, Manchester United, es difícil pensar que con lo extravagante y divertido que es fuera de la cancha, no se divierta dentro de la misma. Cuando anota alguno de sus alocados goles, lo disfruta, sí, pero hay un disfrute que nace de un lugar oscuro, como una satisfacción gladiadora. Aquí lo tienes. Te lo he mostrado en tu cara. ¿Ahora me crees?

Lo puedes ver. Mira cualquiera de los geniales compilados de goles de Zlatan que los fanáticos publican en internet. Compáralos con los goles de sus pares generacionales como Messi, Ronaldo, Gareth Bale y demás. Esos se ven inevitablemente tan asombrados por lo que han hecho como sus fans. Están conmovidos, felices. Son como un niño en un cumpleaños juntando los caramelos que han caído de la piñata. Ibra, él es diferente. Ese disfrute, aunque está presente, ese secundario. Es interesante que su lista de atletas trascendentales - es decir, atletas que desde su punto de vista no sólo hacen un deporte, sino que lo representan - incluye a Mike Tyson. Y lo cierto es que la mirada de Ibra después de sus goles más locos se parece mucho a la máscara de reivindicación y sin expresión de alegría que Tyson ha usado después de liquidar a sus rivales en la lona.

Es algo que llama la atención, porque fuera de la cancha es alegre. En un punto, mientas hablamos de su rutina diaria, le pregunto si sueña con el fútbol.

"¿Soñar? No, no necesito soñar. Cuando era joven, soñaba. Ahora estoy en el sueño. Ahora yo soy el sueño".

Me río y asiento con la cabeza siguiendo el juego de "Por supuesto que lo eres, Zlatan" y él me sonríe, reconociendo que ha pasado de ser el Zlatan persona al "Zlatan" jugador.

De manera interesante, estos momentos en los que Ibra, quizá de manera inconsciente, intercala respuestas serias y en broma, jugando (o burlándose) conmigo, nunca dejan de ser entretenidos. Otros que están a su alrededor también se sienten así. "Siempre sale con estas... cosas", dijo un ejecutivo del Galaxy. "Si estas cosas salieran de la boca de otro, dirías, 'es un idiota', pero si lo dice Ibra, siempre cae bien".

He entrevistado atletas inteligentes que, como Ibra, usan su astucia en la entrevista para poner a prueba y burlarse del entrevistador. Cuando él juega con el entrevistador, hay una sorprendente ausencia de malicia. Para Ibra, el rol de "Ibra" es simplemente divertido. Y no puedo evitar preguntarme si es que él busca sacar provecho de esta diversión porque la misma no es parte de la ecuación cuando está dentro de la cancha, ya que allí, todo se basa en el enojo y la reivindicación. (Para sus rivales, árbitros e incluso compañeros de equipo, y sobre todo para él mismo).

"¿Juegas bien cuando estás enojado?", le pregunté.

"¡Sííí!", respondió Ibra, con efusividad. "Así es como logro sacar lo mejor de mí. Así es como siento mi vida".

"Algunos atletas se sienten carcomidos por el enojo".

"No es el caso de Zlatan", dijo Zlatan. "Yo necesito estar enojado porque necesito sentirme vivo. ¿Cuándo estoy relajado, cuando juego sin mi enojo? Mi juego se torna torpe, pero puede que parezca que me pongo violento". Una llamativa posibilidad que sin el enojo y el enfoque que le proporciona, Zlatan sucumbe a la petulancia y la mezquindad, que a la vez se traduce en un juego torpe y violento que termina en tarjetas rojas. "Cuando estoy enojado, estoy alerta".

"¿El enojo genera energía?".

"Síííí. Cuando estoy enojado puedo ver todo el panorama con claridad. Pero no es enojo para lastimar a alguien. Eso no es parte de mi ADN". (Nedum Onuoha de Real Salt Lake quizá no piense lo mismo. después de que Zlatan lo lanzó al piso durante una victoria por 2-1 de Galaxy esta primavera, Onuoha lo catalogó de un "complete matón" y luego predijo que "esto terminará en una historia sobre cómo es realmente competitivo cuando usa el enojo como motor. Así es como funciona. No soy del tipo de persona que dice que los mejores jugadores de la MLS reciben un trato preferencial, pero de lo que he visto hasta el momento, es mucho más fácil ser Zlatan que un delantero de Real Salt Lake").

Para Zlatan, el 50% del fútbol es mental. Dureza mental. Que cree que es algo que les falta a los jugadores estadounidenses. Esta falta, él cree, es una cuestión institucional y explica en gran medida por qué la MLS siempre se ha mantenido en las sombras del juego internacional. Kirovski está de acuerdo. "En Europa, si no me pasas la pelota, puedo ir y gritarte, y no es un escándalo. Aquí, no estamos en ese punto, todos se lo toman de manera personal. Nuestros jugadores jóvenes están manejando mejor estas cuestiones, manejan mejor la presión, pero todavía tenemos camino por recorrer".

Cuando le pregunté a Zlatan qué es lo que le falta a la MLS para equiparase con Europa y Sudamérica, él respondió con una pregunta.

"¿Ellos quieren equipararse?".

"¿Quiénes serían 'ellos'?".

"Los que controlan la liga. Los propietarios. ¿Ellos quieren que la liga sea más importante?".

"Sí, por supuesto".

"¿Lo crees?".

"¿Tu no?".

"Yo no".

"¿Por qué?".

"Porque no ganas dinero en el fútbol", me dijo. "En Europa, te puedo nombrar a clubes que ganan dinero. El resto, no. Están en esto por pura pasión. Aquí, con los deportes, tienes que ganar dinero. Así de simple. Y creo que con todas las reglas que tienes aquí, no tienes manera de darle un empujón al fútbol".

¿Qué reglas?

"Los prepuestos. El tope salarial. No puedes traer a los jugadores que deseas. Tienen más reglas acá que en mi país".

Hizo una pausa, pensando en la idea que se le había cruzado por la cabeza, y después la expresó.

"Te diré que de todos los lugares en los que he estado en mi vida como profesional, éste es el más difícil".

Resulta que, para Zlatan, la MLS no es cosa de niños.

"La MLS no está en el nivel de Europa, para ser sinceros. Antes, jugaba con jugadores de mi nivel o cerca. Lo que hace que el juego se conecte con más facilidad. Aquí, soy como una Ferrari entre Fiats. Y puede suceder que la Ferrari se convierta en Fiat, o que el Fiat se convierta en Ferrari. Me pasó lo mismo con el seleccionado sueco, pero no tanto. Yo dije, 'no lo acepto. No acepto que la pelota no llegue o que llegue tarde. Quiero que ellos estén en mi nivel'. Todo esto hace que yo baje mi nivel. El juego aquí podría ser mucho más veloz, más táctico, más rítmico".

Luego están los lamentos. Es sorprendente que, después de haber ganado en todos los lados que ha ido, y a pesar de su capacidad para anotar, Zlatan no pudo lograr que Galaxy quede en la postemporada el año pasado (y su equipo ni siquiera es el mejor en su ciudad). Esta es una cuestión que perturba a Ibra, no sólo no haber llegado sino la "mentalidad de playoff" en sí misma.

"Aquí, puedes perder cinco partidos y de todas maneras te dirán, 'No te preocupes, estamos en los playoffs'. ¿Entonces para qué jugamos los primeros ocho meses de la temporada? No, no lo acepto. Si quieres ser el mejor, tienes que ser el mejor todos los días. En Europa, si quedas último, pasas a la segunda división. Eso es presión... De modo que el año pasado peleamos por la sexta posición para ir a los playoffs, pero quedamos séptimos. Si hubiésemos quedado sextos, todos hubiesen dicho que terminamos con una 'buena temporada'. Y yo digo, '¿peleando por el sexto lugar? ¡Eso quiere decir que la temporada fue pésima!'. Tenemos que pelear por el primer lugar, no por el sexto".

Hablamos de su lesión. "No fue fácil", me dijo.

Zlatan está siendo realmente sincero en este momento, no está actuando. Su voz se oye más baja, como si no se atreviera a hablar por miedo a que lo que dice se haga realidad. ¿Qué haría un hombre como yo una vez que su enojo ya no pueda encontrar su efecto dentro de la cancha?

"No fue nada fácil", repite.

Después de un instante, mencionó que la noche anterior, había estado mirando las finales de la NBA. "¿Cuándo se lesionó Kevin Durant? Apagué la televisión. Para mí él es el mejor. Él es el juego. Una vez que se lastimó, no había nada más que ver".

O, quizá, no pudo ver que un grande de todos los tiempos, que ya ha pasado el 50% de su carrera, tenía un largo y doloroso período de recuperación por delante. "Siento que mi cuerpo siempre me ha respondido. Siento que me responde ahora. Cuando ya no me responda, entonces diré: este es el momento".

La pasión es la que lo hace tan bueno a la edad de 37, pero también es la que hará que el juego sea imposible de continuar.

"Creo que será muy difícil dejar de jugar. Cuando me lesioné, me alejé de mi familia para hacer la rehabilitación. No quería que me vieran en una cama paralizado, sin poder moverme. Soy muy sensible con mi juego. Pero sensible con control. No me vas a ver saltando delante de un auto porque ya no puedo jugar, ¿OK?".

Me siento por un momento, pienso en Zlatan y en su enojo y en qué momentos de su vida encuentra la diversión. Y luego recordé una historia que Brendan Hannan, el vicepresidente de marketing, comunicación y digital de Galaxy, me contó. Estaba hablando de lo increíblemente abierto que se mostró Ibra en LA, tanto con los fanáticos que entraron en una sesión de entrenamiento para que les firmara autógrafos y sacarse fotos con él, como con las personas que hicieron la promoción con Galaxy. Poco tiempo después de su llegada al club, Ibra estuvo de acuerdo en filmar una promoción con Mickey Mouse.

"Ibra acababa de llegar", recordó Hannan. "No había jugado en meses y nadie sabía cómo estaba su rodilla realmente. Algunos dudaban de que pudiera anotar más de diez goles" - hasta ahora lleva 35 goles en 43 apariciones -- "y hasta algunos dudaban de que pudiese llegar a jugar".

Razón por la cual todo el staff de Galaxy se quedó helado cuando Zlatan comenzó a jugar con Mickey Mouse y, según Hanna, "hacer cosas increíbles". Juegos con la pelota, patear la pelota 30 metros al aire, haciendo la posición de limbo con la rodilla completamente doblada con el pecho al cielo antes de atrapar la pelota con el pecho - sin rebote, como si la pelota fuera una manzana podrida - luego flexionando el pecho para lanzar la pelota tres pies arriba. Y el remate: una patada de chilena que lanzó la pelota al espacio exterior. Esto sí que era tarea de Mickey Mouse y Zlatan no paraba. Por el amor de Dios, ¿por qué?

"Sólo quería hacer feliz a Mickey Mouse", dijo después Zlatan.

Pero era Mickey Mouse. Iba a estar feliz sin importar lo que hiciera Zlatan. "¡Pero él no respondió con nada!", protestó Zlatan. "Por lo que seguí haciendo trucos y preguntándole, '¿Te gusta esto, Mickey?' pero nunca me respondió. Sólo pestañaba. De modo que lo seguí intentando".

"Eso no es normal", le dije.

"Yo no soy normal", Zlatan estuvo de acuerdo. Y después, cambiando de tema, pero siguiendo con lo mismo, susurró: "Es un hermoso juego, ¿no?".

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