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Gunter, los ojos de Messi y de Argentina en Qatar

DOHA — Gunter no puede ver, pero puede sentir, escuchar, estremecerse. Y sintiendo puede ver lo que nadie más puede ver. Tiene 12 años, es invidente. Está en Doha. Y está aquí para, sin ver, sentir a Lionel Messi levantar la Copa FIFA.

Sus ojos están apagados, pero los encienden, los llenan de luz el futbol, la Selección Argentina y esa devoción intensa, incandescente, apasionada de su familia para narrarle lo que pasa en la cancha.

Y cuando está en el estadio, con sus microsismos, Gunter escucha el entorno explosivo, cuando su piel se eriza al sentir la piel erizada de su gente, la trémula ansiedad colectiva de su madre y sus hermanos, entonces, justo entonces, ocurre el milagro, ése, el de ver el futbol que nadie más puede ver.

Le acompaña su madre, Jimena. Ella habla por él. Ella habla para él. Ella habla con él. Gunter apenas atiende la charla, sosteniendo un bastón para invidentes, se mece en el asiento del aeropuerto de Barcelona, en la sala de espera para abordar hacia Doha.

“Venimos a levantar la Copa con Argentina”, explica Jimena propietaria de una empresa inmobiliaria en Buenos Aires.

¿Cómo ustedes, como familia, le transmiten a Gunter toda la riqueza de lo que ocurre en un partido de futbol, de manera que él lo asimile, lo sienta, lo vibre, lo viva?

“Él va a vivirlo con todos los sentidos, menos con la vista. Le vamos relatando todo lo que va pasando, sobre todo, cuando está cerca el gol, para que no se asuste en el grito y (enseguida él) grite gol. Y después, lo que a él le divierte es la vibración, las canciones, la gente, y, por supuesto, gritar el gol. Sabe, por supuesto, lo que pasa. Nosotros somos sus ojos, relatando”, explica la madre de Gunter.

Y él no va a perder detalles. Cuatro voces, cuatro almas, cuatro relatos distintos, cuatro heraldos que tratarán de narrarle lo que ocurre en la cancha para que él lo lleve al estadio inmenso de su imaginación.

Sí, Gunter no ve, pero escucha, pero palpita, pero percibe las emociones mezcladas, distintas, febriles de Jimena y sus hermanos Sofía, Otto y Manfred. Y él se convierte en el alquimista de euforias ajenas que hace suyas.

¿Cómo le describen a Messi? Porque Messi es indescriptible, ¿cómo le narra lo que Messi va a inventar cuando ni él sabe lo que va a inventar?

“No, eso no. Tampoco nosotros, tampoco yo lo podría relatar. Lo veo y sólo nos alegramos cuando hace los pases, los goles, y le contamos ahí, otra vez Messi, hace el pase Messi, y eso le alegra igual que a nosotros”.

Cuando se le narra con tanto amor, con tanta devoción, Gunter debe percibir el futbol de una manera que tal vez nadie más puede hacerlo…

“Por lo menos, no le quitamos una oportunidad, siendo ciego, de vivir un Mundial, así que contento está, como verás. Es su primer Mundial, tiene apenas 12 años, lo ves muy grandote, peor recién ahora lo podemos manejar de manera que pueda disfrutar un Mundial”.

Interviene Gunter inquieto, en constante movimiento. “Vamos a hinchar por la Argentina”, señala.

Si vieran esto los jugadores de Argentina, sería una motivación extra. A veces el jugador no entiende todo lo que vive la afición.

“Lo primero que tiene que entender (el jugador), es que hay una mamá argentina, laburante (trabajadora), que trae a los cuatro hijos a vivir lo que es un Mundial y a alentar a este país (Argentina), que se puede, que es lo mismo que ellos (los jugadores) sienten en la cancha”.

La fiesta debe ser completa. Pero Jimena lamenta que sólo tiene boletos para dos partidos, aunque espera conseguir otros más para el resto de los juegos de Argentina y la idea es llegar hasta ahí, hasta donde creen que lleguen, a la Final de la Copa del Mundo de Qatar.

“Solamente logramos entradas para el juego de Arabia Saudita contra Argentina, y para uno de cuartos (de Final), donde están mis hijos de un lado, y de otro lado nosotros dos, pero tengo la esperanza de poder comprar algunas entradas más, y si no, lo viviremos ahí, aunque sea afuera del estadio”, relata Jimena.

No ha sido fácil, pero ha sido placentero cumplir una promesa hecha hace tiempo: llevar a Gunter a una Copa del Mundo. Un esfuerzo persistente, consistente. Una promesa con plazo fijo, con fecha de caducidad. Jimena lleva cuatro años organizando esta caravana familiar.

“Han sido cuatro años de promesas, de trabajo, sabía que me iba a salir el equivalente a un departamento, así que fueron cuatro años de trabajar extra para cumplir esta promesa, en este Mundial tan caro, porque cuando hice la promesa no sabía que era en Qatar, pero, bueno, promesa hecha, promesa ya cumplida”, indica.

Tal vez ése sea el más fascinante de los escenarios de ver a Messi campeón. Ahí, en ese universo creativo, exclusivo, inmenso, de Gunter, con todos los susurros y todos los alaridos de una familia que quiere que él vea, lo que ellos sólo pueden ver.