El Ruso Pérez, aquel de tantas batallas, el que fue capaz de entregar su sangre por la Selección, se arrodilló y lloró abrazado a un botija. Fue la viva imagen de la pasión que genera esa camiseta celeste. Apenas terminó el partido con Brasil, el Ruso fue derecho a buscar al golero de Uruguay, Randall Rodríguez. El mismo sentimiento de frustración que se vivía en la cancha de El Campín de Bogotá, recorría los hogares de los uruguayos.
La participación de la Selección juvenil sub 20 de Uruguay en el Sudamericano, generó ilusión en la gente. Había razones. El equipo llegó a la última fecha del hexagonal final en inmejorable posición. Alcanzaba con un empate ante Brasil para coronarse campeón. Pero no pudo. Al margen de ello, a la hora del balance quedan muchas conclusiones: rendimientos individuales, juego colectivo, entrega a la causa, comportamiento, los planteos del técnico y los objetivos.
En el aspecto colectivo, Uruguay mostró una identidad. Salió a proponer, incluso en el último partido contra Brasil donde lo incomodó en el primer tiempo. Una de las principales características del equipo de Broli a lo largo del torneo fue la presión alta para robar la pelota en la salida del rival. Uruguay fue sólido en defensa, con la salida clara, contó con un mediocampo que supo tirar la presión y romper la línea para llegar al ataque, y una ofensiva picante y que jugó a ritmo de vértigo.
A la hora de hablar de individualidades y de los jugadores que pueden entrar a futuro en el radar de la Selección mayor, hubo buenos rendimientos. El golero Randall Rodríguez, cuando lo obligaron, respondió. Las pruebas: los encuentros contra Colombia y Paraguay.
En la defensa hubo picos altos. Los dos centrales dieron la talla. Facundo González y Sebastián Boselli fueron una muralla. En el lateral derecho Mateo Ponte aportó soluciones cuando pasó al ataque.
En la mitad de la cancha, el capitán Fabricio Díaz rindió en la medida de lo esperado. Se paró bien, rompió la línea para atacar y aportó claridad en la salida de la pelota.
En ofensiva, a nadie escapa que Luciano Rodríguez fue uno de los mejores jugadores del torneo. Aportó picardía, buen uno contra uno, y su particular forma de pegarle a la pelota.
¿Esto indica que todos están para llegar a la Selección mayor? No, aún queda camino por recorrer y muchos jugadores que se lucieron en un Sudamericano juvenil, no repitieron en la escala superior.
La entrega a la causa fue otro punto alto de la Sub 20. La prueba es que la gente se identificó con el equipo. La forma en que gritaron el himno en la final generó emociones. Está claro que, con eso no alcanza para ganar partidos, pero es un plus para defender una camiseta que tiene mística.
¿Qué se puede esperar en el futuro? Para unos, la Sub 20 es un torneo para sacar jugadores para la mayor. Para otros, en cambio, hay que ganar y salir campeón.
Es cierto, la final se perdió y queda el sabor amargo de que servían dos resultados. Los críticos apuntan a que a Uruguay le tocó una serie sencilla y en la ronda final, cuando debió enfrentar a uno de los favoritos, perdió. Además de que no jugó contra Argentina.
¿Qué le faltó a la Celeste para coronarse campeón cuando le servían dos resultados? Detalles, como lo había definido su técnico Marcelo Broli antes de la final: “Los detalles definen los partidos, vamos a preparar Brasil, tenemos información, pero seguramente el partido se definirá en los detalles”. Lo tenía claro.
¿Cuáles fueron? A los 4 minutos un remate cruzado de Luciano Rodríguez que pasó cerca; a los 34 una pelota que le picó a Álvaro Rodríguez y dudó entre cabecear o poner el pie; a cinco del final del primer tiempo un cabezazo de Boselli; al inicio de la parte complementaria la definición por arriba de Franco González; a los 70 una acción en la que Luciano Rodríguez se demoró en definir y su posterior tiro libre al final del juego.
En cambio, Brasil aprovechó al máximo esos detalles. Su primer gol fue un centro al segundo donde Andrey, libre de marcas, conectó de cabeza.
Uruguay logró dos objetivos: clasificar al Mundial y a los Juegos Panamericanos. Le faltó uno, el título. Se fue con la frente en alto y el futuro dirá cuántos de todos estos chicos llegarán a la Selección mayor.