Claudio Caniggia está sentado en la mesa de al lado. Varios de mis compañeros periodistas se levantan y le piden una foto. Digo que es por respeto, pero fue la timidez la que me ha impedido hacer lo mismo. Su apariencia coincide con mi recuerdo de la primera vez que lo vi, en aquella estampita de mi álbum de Italia 90, en donde debutó portando la albiceleste. Su cabello con aires de Axl Rose, vocalista de Guns, ocupa los primeros espacios en mi memoria mundialista. Surrealista. Estuve sentada al lado de Caniggia. Luego lamentaré no haberle pedido la foto que se llevan mis colegas. Lección aprendida. Gracias a ese doloroso arrepentimiento tengo una imagen de un encuentro casual con Arjen Robben con quien me tropecé por azar en un elevador de un hotel en Miami, durante una cobertura de la International Champions Cup en 2018. Yo venía de entrevistar a James, él iba al comedor…
Todo acerca de Brasil 2014 ha sido surrealista. Tanto que Ruud Van Nistelrooy es mi compañero de análisis. Con él sí que me he fotografiado. Es que hemos estado conversando, conseguí una coincidencia para acercarme. Tenemos un grado de separación. Es amigo del venezolano Tomás Rincón, ahora capitán de la Vinotinto. Fueron compañeros en el Hamburgo. Ruud me pide que mande saludos de su parte a El General, yo me comprometo a hacerlo. Él me pregunta si ya ha llegado Hugo Sánchez, quien trabaja con nosotros, le digo que no. Me confiesa que quiere hacerse una foto con su ídolo. Aprovecho el guiño para pedirle una. Luego conversaremos en la mesa de SportsCenter… ¿cambiaría el buen juego histórico que define a La Naranja Mecánica por un título Mundial? Me dice en cámara que sí, preferiría ganar, más allá de las formas. Y abrimos un estupendo debate sobre el mérito de los equipos de juego excelso que no levantaron ningún trofeo. Pensé en esta conversación cuando estuve en la Arena Corinthians en Sao Paulo, presenciando la eliminación de Holanda en semifinales en la tanda de penaltis manos de Argentina.
Coincidir en el trabajo con Ruud ha tenido, en lo personal, un ingrediente especial. Me había tocado cubrir su llegada al Real Madrid en 2006, mientras trabajaba para Radio Marca en España. Él en papel de ídolo consagrado y yo de pasante. Recuerdo que vestía un traje beige con camisa blanca y corbata de rayas azules. También que cuando fue presentado bajamos al césped del Bernabéu, ya él vestido de corto, para que hiciera los respectivos toques de balón de rigor, y el público no paraba de corear “¿dónde está Kaká?”. Ante la promesa del entonces presidente Ramón Calderón de fichar al brasileño. Ambos compartíamos ese momento incómodo.
Conversaba con Van Nistelrooy agradeciendo en mi cabeza las vueltas que da el fútbol… y la vida. Una frase que cobró más fuerza cuando una noche en un bar, Juan Sebastián Verón, asiduo a nuestro variopinto grupo de ex futbolistas y periodistas, dijo que ese día nos acompañarían “los muchachos”. Un término que jamás se me hubiese ocurrido para referirme a Fabio Cannavaro y a Christian Vieri, con quienes jugó en Parma y Lazio. A IlCapitano, al igual que a Ruud, lo vi de cerca durante su presentación como nuevo jugador del Madrid en el verano de 2006. Yo cubría la presentación de Fabio, recién coronado como campeón del mundo, una Copa a la que asistí viajando de mochilera. Aquella noche me di cuenta de que proyectaba la misma impresión que cuando lo vi en el palco presidencial del Santiago Bernabéu: siempre sonriente, accedió a fotografiarse con todo el que lo pidió -yo volví a perder la oportunidad por miedo a que pensaran que era una fan y no una periodista- hasta que la cantidad de gente fue tan abrumadora que no pudo terminar su trago y acabo por irse agobiado.
Ese término “muchachos” nos hacía sospechar que cuando La Brujita contaba alguna anécdota y mencionaba a un Ale, se refería, por ejemplo, a Alessandro Del Piero… o que era normal que de pronto se acercara a saludar Edgar Davids, a quien nos presentó. Aún lucía su inconfundible peinado de rastas, gran seña de identidad. Igual de normal fue tropezar en la calle con Río Ferdinand, cenar con Santi Solari para celebrar el cumpleaños de Martín Ainstein. Solari, un tipo súper agradable con quien también tenía puntos en común, había entrevistado a su hermano David muchas veces, cuando jugaba en el Deportivo Táchira en Venezuela. Fue el argentino el que me ayudó el día de la final del Mundial 2014 a superar la timidez de pedirle una foto a Michael Ballack, quien trabajaba para nuestra cadena en inglés, y con quien compartíamos pasillos. Sí, tantas vueltas que da la vida… que era normal discutir con Iván Zamorano durante los ratos libres sobre si esa selección chilena, presente en Brasil, era la mejor de la historia. El tiempo, y esas vueltas del fútbol, la convertirían años después en bicampeona de América. Tan normal que alguna vez escuchamos a Bam-bam cantar karaoke en un apartamento de Copacabana, lleno de ex estrellas del fútbol. Para demostrarnos que tenemos muchas más coincidencias que las evidentes. Para comprobar la más grande y maravillosa de todas: el fútbol siempre nos une.