Agustín Creevy es el argentino con más partidos internacionales de todos los tiempos con Los Pumas. Jugó en el Top 14, Premiership y Super Rugby, compitió en cuatro Copas Mundiales, vio cómo un equipo se disolvía y otro quebraba. Actualmente, su carrera lo ubica en Sale y habló sobre su presente en Inglaterra.
"Es curioso: tengo 38 años, y cuando esperaba la reunión con Alex Sanderson todavía me ponía nervioso", le había dicho el hooker a RugbyPass mientras aguardaba por la confirmación de su pase a los Sharks hace unos meses atrás y agregó: “En ese momento me di cuenta de que sí, todavía estoy nervioso, tratando de impresionar, todavía disfruto jugando. Imagínense si no me importara nada que me contrataran, eso es todo. Pero no, fue un desafío para mí. Era un equipo que jugaba la final de la Premiership y me llamó a los 38 años, fue especial. Alex me convenció mucho. Obviamente no vine aquí por dinero. Vine aquí para ganar cosas. No gané el Top 14 ni la Premiership. Quiero ganar algo y el equipo que me convoca estuvo en la final el año pasado”.
Creevy, que empezó su carrera como ala, ascendió en el equipo nacional y jugó su primer partido internacional contra Japón en 2005. Biarritz lo fichó a los 22 años. “Jugar al rugby cambió mi vida. Tenía un club, una nueva familia, nuevos amigos. El club era como mi segunda casa”, dijo. Posteriormente, el platense firmó un precontrato con London Irish, unos 11 años antes de unirse de verdad al club. Sin embargo, luego se enfrentó a un duro ultimátum en Los Pumas: "Convertite en hooker o olvídate de tus perspectivas internacionales". “Algo dentro de mí me dijo: 'no, quiero hacer este desafío'. No fue así, vas a volver a jugar en Los Pumas. Necesitas regresar y jugar para tu club, San Luis, en la segunda división y tratar de ser el mejor hooker. Aprender el lineout, aprender el scrum. Alguien necesitaba enseñarme, pero en ese momento no teníamos entrenador de lanzamientos ni entrenador de scrum en nuestro club. Mi lanzamiento era aterrador. Mi mentalidad a veces era realmente débil. Dentro de mí me hice fuerte”.
“Era un clásico de La Plata, estábamos formando un scrum y yo soportaba toda la presión. No sé decirlo en inglés, pero mis ojos empezaron a quedar ciegos y me desperté en el vestuario. Fue realmente vergonzoso. También recuerdo que mis lineouts no fueron los mejores. Cuando lanzaba mal, los chicos se reían o hacían una broma. Cuando regresábamos al hotel, iba al baño y empezaba a llorar. Fue demasiada presión. Intenté ser cada vez mejor pero las cosas no iban bien. Eso me hizo convertirme en lo que soy ahora. Eso fue parte del viaje. Un año después volvía a jugar en Los Pumas. Estoy realmente orgulloso de eso", confesó el argentino.
Posteriormente, Creevy continuó: “Después de esa experiencia, trato de ayudar a cada hooker con el que juego. Puedo ver que algunos jugadores tienen los mismos problemas. Intento enseñarles como nadie lo hizo por mí”.
“Quizás quiera jugar uno o dos partidos más para despedirme. Después de la semifinal, cuando perdimos ante Nueva Zelanda, todos me preguntaron si estaba enojado. No, obviamente estoy triste pero no enojado porque la diferencia era mucha y ellos merecían ganar. Inmediatamente pasamos página y dijimos que teníamos que pensar en Inglaterra, queríamos la medalla de bronce. Jugamos mejor que el primer partido contra ellos. No sé, estoy feliz de haber llegado a las semifinales. Creo que todo está bien”, comentó Creevy en la entrevista.
Por último, el jugador surgido en el Club San Luis cerró contando su experiencia tras la salida de London Irish y la incorporación a Sale. “Estaba de vacaciones y tuvimos muchas reuniones con la RPA y los abogados. Nos dijeron que el club iba a ser suspendido. No me asusté, me pasó lo mismo con Jaguares a los 35, 36 años durante la pandemia y pensé ¿quién me va a querer? Sé lo bueno que soy, pero quizás otros clubes no lo sepan. Aquí volvió a pasar. London Irish fue tan bueno para mí, tan amigable, el equipo era ambicioso y jugamos en un hermoso estadio en Brentford. Mi familia estaba realmente feliz. Mi hija Elena se instaló en la escuela y mi esposa en su trabajo. Lo primero que pensé en ese momento fue ¿qué voy a hacer? No sabía si iba a jugar el Mundial. Todo era incierto”.
“Estoy muy orgulloso de mi esposa. Ella antepuso mi trabajo al de ella, es muy inteligente y trabaja en Londres. Cuando termine mi carrera, queremos quedarnos aquí, no para siempre, sino por el trabajo de mi esposa. Ella trabaja, estudia y es madre sin mí porque estoy aquí entrenando o jugando”, sostuvo Creevy, que finalizó: “No es la mejor manera, pero prefiero jugar en la élite. Podría haber intentado firmar con MLR, ProD2 o Japón. Pero no, quiero terminar fuerte, arriba. Esa era mi mentalidad. Sin dinero, sin nada. Se trata de orgullo”.