La carrera de los y las tenistas depende al 100% de ellos mismos y de su propio estado de salud mental y física. Cuando una de estas cosas falla, es muy difícil poder subsistir en la elite del tenis mundial. Paula Badosa (37ª del ranking WTA) logró dejar atrás sus maleficios para volver a brillar en el circuito como en sus mejores épocas.
Tras dos años y medio, la española se metió de vuelta en las semifinales de un WTA 1000, esta vez en Cincinnati, luego de vencer por 6-3 y 6-2 a la rusa Anastasia Pavlyuchenkova (28ª). La última vez que lo había hecho fue en Indian Wells 2022.
Sin embargo, desde ese momento hasta ahora, vivió casi dos años en el infierno, y todo producto de las constantes lesiones. Primero fue la espalda, después el muslo y luego una fractura de estrés en la vértebra. Esto hizo que Wimbledon sea el torneo que la vio jugar por última vez en el 2023.
Prácticamente dos temporadas jugando al límite físico, sin poder mostrar su mejor tenis y sin saber qué es lo que podía llegar a pasar al partido siguiente.
Pero el 2024 parece que fue un borrón y cuenta nueva. Con casi seis meses de recuperación y tratamientos, la española volvió a nacer. La paciencia fue su mejor aliado para ir ganando de a poco confianza y ser aquella que llegó a ocupar la segunda posición del escalafón mundial en abril del 2022.
En esta temporada ya posee un récord de 26-14, con una nueva semifinal de WTA 1000 y volviendo a alzar un título: el WTA 500 de Washington. A esto también se le suman triunfos ante Daria Kasatkina (12ª), Emma Navarro (13ª), Anna Kalinskaya (15ª), Yulia Putintseva (33ª) y muchas más. Todo esto también le permite, tras 18 meses, poder estar entre las 30 mejores del escalafón mundial a partir de la semana próxima.
Claramente esto parece ser solo el inicio de una Badosa nueva, renovada y con mucha hambre de gloria. Ahora se las verá con Jessica Pegula (6ª) en busca de lo que puede llegar a ser su segunda final de un WTA 1000.
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