Al contrario que en el béisbol o el fútbol americano, el Salón de la Fama más ilustre del mundo del baloncesto no está exclusivamente ligado a una liga. Aunque la NBA es el lógico centro de gravedad del panteón de figuras de Springfield (Massachusetts), el memorial dedicado a James Naismith ha reconocido a jugadores que nunca llegaron a pasar por la liga. En 1992, la leyenda soviética Sergei Belov se convertía en el primer jugador internacional exaltado al Salón de la Fama, abriendo el camino a otros jugadores que no solo brillaron en la NBA.
Actualmente, el Salón de la Fama cuenta con un comité internacional que cada año reconoce de forma directa a una personalidad que haya impactado al baloncesto fuera de las fronteras estadounidenses. De esta forma, leyendas como los brasileños Ubiratan Pereira Maciel (el otro "O Rei" de su país) y el anotador más prolífico de todos los tiempos, Oscar Schmidt, fueron admitidos en el Salón de la Fama sin haber jugado nunca en la liga estadounidense.
Pero, pese a esta más extensiva visión global, pocas voces en español han dado discursos en uno de los foros más ilustres del baloncesto. Solo dos representantes de países de habla hispana, los entrenadores españoles Antonio Díaz-Miguel y Pedro Ferrándiz, han entrado en el Salón de la Fama. Una limitada lista que debería aumentarse en los próximos años, empezando por dos jugadores cuya carrera internacional en el baloncesto de selecciones fue revolucionaria.
Apuestas seguras
No hay ningún escenario realista en el que Manu Ginóbili y Pau Gasol no vayan a tener un lugar en el Salón de la Fama. Teniendo en cuenta únicamente su historial NBA, sus anillos de campeón y sus All-Stars, ambos jugadores merecerían ya una seria consideración. Pero, sumando sus logros a nivel internacional, las dudas deberán disiparse con rapidez.
-Manu Ginóbili:
Ser cuatro veces campeón NBA, dos veces All-Star, mejor sexto hombre en 2007-08 y el 33% del trío de jugadores con más victorias de la historia de la liga, con Tony Parker y Tim Duncan, no es poca cosa. Pero la mejor baza de Manu Ginóbili sigue siendo su liderazgo en la Generación Dorada argentina. El oro olímpico de 2004 fue una obra maestra colectiva, pero no hubo mejor solista que Ginóbili. Atenas fue solo la cumbre de una carrera espectacular más allá de la NBA, desde su explosión europea en la Virtus de Bolonia hasta sus otros éxitos con Argentina, incluyendo dos oros continentales, una plata mundial y un bronce olímpico en Pekín 2008. Tan pronto como sea elegible (cuatro años después de su retirada definitiva), Ginóbili debería ser rápidamente encumbrado en el Salón de la Fama como uno de los mejores jugadores internacionales de la historia.
-Pau Gasol:
Pese a no haber gozado en sus equipos de la estabilidad de la que disfrutó Ginóbili en San Antonio (y, quizás por ello, quiso ponerse a las órdenes de Gregg Popovich la próxima temporada), la carrera NBA de Pau Gasol impresiona. No solo por sus dos campeonatos y sus seis All-Star, sino por haber forjado un estilo diferente de jugador, tanto dentro como fuera de la cancha. Su privilegiada inteligencia le convirtió en un pívot único en la NBA y un jugador abrumadoramente dominador en el baloncesto de selecciones, con el oro olímpico como la única meta que se le ha resistido. Por sus éxitos, rendimiento y longevidad (desde su oro europeo Sub-18 en 1998 hasta su bronce olímpico en Río 2016), Gasol es un claro aspirante a ser considerado como uno de los mejores jugadores en campeonatos FIBA de la historia. Más que suficiente para tener un puesto garantizado en el Salón de la Fama.
Posibilidades reales
El hecho de que con el sistema actual el comité internacional solo decida un elegido anual para el Salón de la Fama limita bastante otras opciones, especialmente al tener que repartir sus nominaciones entre jugadores y entrenadores tanto en baloncesto masculino como femenino. Pero, incluso con estas complicaciones, otros dos jugadores han conseguido forjar una carrera tanto en NBA como en sus respectivas selecciones como para merecer una atención especial.
Por detrás de su compañero Manu Ginóbili y su rival en mil batallas Pau Gasol, los 7 integrantes del comité internacional tienen decisiones bastante más difíciles que tomar. Y un nombre que debería estar marcado a fuego para el futuro es el de Luis Scola. Su carrera NBA no ha sido tan brillante como la de Ginóbili, pero sus 9 temporadas en la NBA (a punto de arrancar la 10ª), sumadas a sus grandes años en Europa, son difíciles de ignorar. Eso sí, sus recuerdos más intensos quedarán con Argentina. Su compromiso con la albiceleste ha sido abrumador. Desde su debut en un gran campeonato en el Mundial de Indianapolis 2002, Scola solo se ha perdido el FIBA Américas de 2005. Abanderado argentino en la inauguración de Río 2016, el ala-pívot puede presumir de un palmarés extenso, sumando 7 medallas continentales (con 4 premios de MVP en el FIBA Américas) a sus éxitos olímpicos y mundiales. Más que suficiente para aspirar por derecho propio al club más exclusivo del mundo del baloncesto.
Dos veces All-Star, una vez en el mejor quinteto de la NBA y elegido como mejor jugador defensivo de la liga en 2013, Marc Gasol tiene ya un espléndido bagaje. A nivel internacional, el mediano de la saga acumula 7 visitas al podio, incluyendo el oro mundial en 2006 y las platas olímpicas de 2008 y 2012. Aunque su papel con España no ha sido tan predominante como el de su hermano Pau, no hay muchas dudas de la importancia del pívot tanto como jugador de los Grizzlies como de su selección. A sus 31 años y aún afianzado como uno de los mejores interiores de la NBA, un aún no imposible anillo de campeón (presumiblemente en una hipotética salida de Memphis) le daría quizás el paso definitivo para asegurarse acompañar a su hermano en el Salón de la Fama.
Opciones lejanas
Más allá de Ginóbili, Scola y los hermanos Gasol, las apuestas se hacen cada vez más arriesgadas. Ningún otro jugador ha desarrollado una carrera tan brillante y equilibrada tanto a nivel internacional como de clubes. Además, el comité internacional puede servir como autopista rápida a jugadores cuya carrera NBA podría bastar para entrar por otros medios, pensando especialmente en estrellas como Dirk Nowitzki, Tony Parker o, sin ir más lejos, el propio Yao Ming este año. Dicho esto, hay más nombres de países de habla hispana que pueden todavía hacerse un hueco.
-Al Horford: Otro jugador aún con temporadas por delante al que un anillo de campeón le dispararía las opciones es el dominicano Al Horford. El nuevo pívot de los Celtics puede presumir de dos campeonatos universitarios y cuatro All-Stars en su palmarés, pero su escasa relevancia en el baloncesto de selecciones (oro en el Centrobasket de 2012 y bronce continental en 2011 como principal botín) le complica entrar en el Salón de la Fama por la vía internacional.
-Juan Carlos Navarro: Caso inverso al de Horford. Sus méritos NBA son escasos (una poco memorable temporada en Memphis), pero su carrera internacional quita el hipo, tanto a nivel de club con el FC Barcelona como especialmente con España. Posiblemente el segundo jugador más importante tras Pau Gasol de los años dorados de su selección, la competencia entre sus propios compatriotas juega en su contra.
-Andrés Nocioni: Al igual que con Navarro, una carrera NBA menos brillante que la de otros compañeros de generación como Ginóbili y Scola puede afectar la candidatura de Andrés Nocioni. Pero el que es otro de los más ilustres miembros de la Generación Dorada debería recibir atención, contando también su carrera europea. El carácter de Nocioni y su rol en los éxitos de la selección argentina son pura historia del baloncesto FIBA.
-Selección argentina 2004:
De forma esporádica, el Salón de la Fama reconoce también a equipos concretos. Como ejemplo, las selecciones estadounidenses de 1960 y 1992 (ambas campeonas olímpicas) fueron admitidas. Si vuelve a repetirse la historia, la Argentina que se llevó el oro en Atenas 2004 tuvo un impacto suficiente incluso en la NBA para tener sus opciones. Sería el colofón perfecto para un grupo inolvidable de jugadores.
El resto
Dejando de lado a los ya mencionados, ningún otro jugador procedente de un país de habla hispana (sin contar al español "accidental" Wally Szczerbiak) ha sido nunca All-Star en la NBA. Y, salvo otros miembros de las selecciones de España y Argentina, ninguno aún en activo puede presumir de un gran éxito a nivel mundial. Cuesta ver a jugadores como J.J. Barea, Greivis Vásquez o Gustavo Ayón, pese a una más que digna carrera, aspirar de forma competitiva a entrar en el Salón de la Fama. Por supuesto, un jugador como el dominicano Karl-Anthony Towns parece lanzado al estatus de estrella, pero pensar en esas cotas tras solo un año como profesional es demasiado prematuro.
Cabe destacar que el Salón de la Fama no solo se fija en jugadores recién retirados, y el ejemplo de Oscar Schmidt, exaltado en 2012, es un ejemplo. Leyendas como el mexicano Manuel Raga (estrella en Europa en los 60 y 70 y primer internacional elegido en el draft de la NBA en 1970), el puertorriqueño Piculín Ortiz (cuatro veces olímpico y con experiencia NBA) o el español Fernando Martín (fallecido en 1989 a los 27 años, medallista de plata en Los Angeles 1984 y uno de los primeros europeos en jugar en la NBA) deberían merecer algo de atención, pero la competencia es enorme. Que otras leyendas internacionales como Nikos Galis, Toni Kukoc o Vlade Divac estén todavía ausentes pone el listón increíblemente alto para otros aspirantes.
Eso sí, cada año es diferente. A nivel general, a la poderosa clase de 2016, con personalidades como Allen Iverson, Shaquille O'Neal, Yao Ming o Tim Izzo, le va a seguir una teóricamente más floja, con Ben Wallace como el nuevo jugador elegible más destacado, mientras que 2018 tendrá a Jason Kidd y 2019 a Steve Nash. Pero es fácil pensar ya en la clase del 2020, potencialmente una de las más especiales de la historia con las más que probables entradas de Kobe Bryant y Tim Duncan (¿y Kevin Garnett?), abriendo una década donde Pau Gasol y Manu Ginóbili deberían tener también una cita segura en el escenario el Salón de la Fama.