Mucho antes de la era de las redes sociales, donde cualquier persona puede conseguir la lista de canciones favoritas de la próxima gran estrella del baloncesto con un simple clic, Jason Kidd ya causaba expectativa como legítimo fenómeno aún antes de hacer su primera asistencia en el baloncesto universitario.
“La gente no sabe: J fue el primer LeBron (en cuanto a la atención que rodea a un jugador) recién salido de la secundaria”, expresó Gary Payton, también nativo del Área de la Bahía de Oakland y miembro del Salón de la Fama del Baloncesto. “Fue muy bueno. Realmente, realmente bueno. En el Área de la Bahía, sólo se hablaba de eso... de J-Kidd”.
A finales de la década de los 80 y principios de los 90, Kidd era considerado el próximo gran fenómeno del baloncesto. El adolescente con los dientes llenos de brackets pero con un cuerpo de 6 pies, 4 pulgadas de estatura, listo para la NBA, ya llamaba la atención en todo Estados Unidos y causaba comparaciones con Magic Johnson y Bob Cousy. También Kidd estaba siendo comparado con otro pasador legendario de la localidad, quien alcanzó la gloria del otro lado de la Bahía.
“Joe Montana hacía cosas en los años 80, ganando Super Bowls”, dijo Payton. “Había partido (para estudiar en la universidad) en el año 86 y J apareció y súbitamente, ellos (Montana y Kidd) eran lo más importante en ese tiempo en el área de la Bahía”.
Apropiadamente, Kidd tendrá a Payton a su lado en el escenario para presentarle cuando sea exaltado en el Salón de la Fama del Baloncesto Naismith Memorial en la noche del viernes. Fue Payton quien sirvió de mentor de Kidd en Oakland, aunque también estuvo presente el amor duro de “El Guante”, junto con sus sesiones de prácticas capaces de desmoralizarlo sicológicamente a punto de llevar a Kidd frecuentemente al borde de abandonar el baloncesto en sus años de secundaria.
Al verse a merced de la defensiva legendaria y asfixiante de “El Guante” y su alardeo capaz de destruir almas, Kidd se declaró incapaz de anotar una sola cesta contra Payton, cinco años mayor que él, durante partidos y rutinas distintas en un periodo de dos años.
“Oh, hubo lágrimas”, expresó Kidd a ESPN. “Mis padres me preguntaban: ‘¿Ocurre algo malo?’ Les respondía: ‘Creo que deberé escoger un deporte diferente porque no soy muy bueno en este. (Payton) no me permitía encestar... (Y) me decía: ‘Tú no vas a encestar... que era blando y no lo suficientemente bueno. Para un chico de secundaria a quien todos tenían como un futuro gran jugador de secundaria, era una experiencia que daba mucha humildad y difícil de asimilar”.
“Por ello, o decidía renunciar o llenarme de hombría y regresar para conseguir una forma de encestar”.
La tutela de Payton, llena de amor duro, sirvió de alimento al éxito temprano de Kidd. Kidd condujo a la secundaria St. Joseph (Alameda) a sumar récord 122-14 y dos campeonatos estatales consecutivos. Se alzó con el Premio Naismith como mejor jugador de secundaria en el país y fue Jugador de Secundaria del Año para la revista Parade y el diario USA Today tras ostentar promedio de 25 puntos, 10 asistencias, 7 rebotes y 7 robos en su último año de estudios.
La demanda para ver jugar a Kidd obligó a St. Joseph, escuela católica con menos de 500 estudiantes, a escenificar sus partidos frecuentemente en el entonces Oakland Coliseum Arena (ahora denominado Oracle Arena) para así poder albergar multitudes promedio de 12,000 personas.
Siendo adolescente, Kidd jugaba partidas improvisadas con jugadores ya establecidos, de la talla de Payton, Chris Mullin, Mitch Richmond y Tim Hardaway, sus camisetas y afiches vendidos en sus partidos de secundaria y fue mostrado en la revista Sports Illustrated como uno de los jugadores más cotizados por las distintas universidades de su país, con una fotografía de él en su cama rodeado de cartas y programas de reclutamiento. Tras concluir su carrera en secundaria con su segundo título estatal, el entrenador del equipo rival bromeó con el diario Los Angeles Times con respecto a pedir el autógrafo de Kidd.
Una década antes de que James fuera bautizado en una portada de Sports Illustrated como “El Elegido”, considerado como el que probablemente sea el mejor jugador escolar de todos los tiempos, Kidd era uno de los prospectos de secundaria rodeado de la mayor expectativa jamás vista en el mundo del baloncesto.
No solo su escuela terminó celebrando muchos de los partidos de Kidd en el Coliseum Arena a fin de poder recibir a los miles de personas que querían ver jugar al base. Kidd fue uno de los pocos jugadores de secundaria en mostrar su talento ante una audiencia nacional de televisión en ese entonces.
“La primera vez que oí hablar de él fue cuando le vi jugar en televisión durante un partido de secundaria”, dijo Rod Thorn, quien también será exaltado este viernes al Salón de la Fama. “Tenía un cuerpo increíblemente maduro para un jugador de secundaria. Parecía ser mayor que el resto de los chicos contra quienes jugaba. Pero lo que se destacaba era su velocidad y físico”.
Thorn se toparía con Kidd una década después cuando, en su trabajo como gerente general de los New Jersey Nets, despachó a Stephon Marbury a Phoenix a cambio del ex base de la Universidad de California.
Kidd compartía una pista trasera de los Suns repleta de talento con el cinco veces All-NBA Kevin Johnson y Steve Nash, quien también será exaltado al Salón de la Fama en 2018. Pero fue la llegada de Kidd a Phoenix que propulsó a los Suns a clasificar a los playoffs en 1996-97, comenzando así una racha de 17 apariciones consecutivas para Kidd, empatado en el tercer lugar de todos los tiempos en dicha categoría, encontrándose solamente por debajo del dueto de miembros del Salón de la Fama conformado en Utah por John Stockton y Karl Malone, dueño de 19 apariciones al hilo en postemporada, según el Elias Sports Bureau.
“Fue alguien que pudo ver las cosas antes de que ocurrieran, sabía quien iba a estar abierto”, dijo Thorn. “Podía marcar al jugador más rudo del otro equipo”.
“Podía llevar el balón de línea de falta a la otra línea de falta tan rápidamente, quizás (solo) Allen Iverson era un poco más veloz. Gran rebotero. Tan bueno como cualquier base que haya visto... Es tan inteligente sobre la cancha como cualquier otro jugador que haya tenido alrededor”.
Sin embargo, la época de Kidd en Phoenix llegó a un abrupto final en 2001. Fue arrestado en enero de ese año y se declaró culpable a las acusaciones de violencia doméstica contra Joumana, su esposa en aquél entonces. Kidd evitó ir a la cárcel y permaneció con los Suns hasta el final de la campaña 2001-01, pero luego fue canjeado por Marbury ese verano para partir a Nueva Jersey.
Luego de conocer de la negociación, mientras él y su familia se encontraban en la fila de autoservicio de un Taco Bell en Phoenix, Kidd decidió aprovechar el movimiento al máximo, a pesar de dirigirse a una franquicia mejor conocida por sus calamidades que por ganar campeonatos.
Ni siquiera los Nets, franquicia que había ganado apenas 26 encuentros en la temporada previa a la llegada de Kidd en 2001 y que había clasificado a los playoffs en solo una ocasión durante las siete campañas anteriores, pudieron amenazar la racha de apariciones de Kidd en los playoffs. Fue objeto de titulares en los tabloides neoyorquinos al asegurar en el campamento de entrenamientos que llevaría a los Nets a la postemporada, pero cumplió su promesa con creces, al sumar una temporada con 52 triunfos y la primera de dos apariciones consecutivas para los Nets en las Finales de la NBA.
Kidd terminó en segundo puesto en la votación al Jugador Más Valioso de la temporada 2000-01 por debajo de Tim Duncan, antes de perder contra Duncan y los San Antonio Spurs en seis partidos en la temporada siguiente, durante las Finales de 2003. Fue perseguido por esos mismos Spurs siendo agente libre después de las Finales de 2003, aunque volvió a pactar con New Jersey, donde condujo el equipo a otras cuatro apariciones en los playoffs.
Si bien Kidd podía galopar de aro a aro a toda velocidad con vertiginosos quiebres rápidos y hacer pases que ocupaban tres cuartas partes de la cancha, el increíble conocimiento del baloncesto de Kidd y su naturaleza ultra competitiva podía también causar roces con algunos de sus entrenadores. Kidd, considerado técnico dentro de la cancha, no siempre miraba a los ojos a exentrenadores de la talla de Jim Cleamons, Scott Skiles y Byron Scott.
“Se trata de un base que promedia (aproximadamente) 10 puntos por partido, pero no quieres hacerle enojar porque sabes que la vida será miserable para todos los que le rodean”, expresó Richard Jefferson, ex compañero de Kidd en los Nets. “No pienso que en la historia del baloncesto haya otro hombre que domine una mayor cantidad de partidos sin encestar profusamente”.
Kidd estaba plenamente consciente de su reputación de ser difícil para sus entrenadores ocasionalmente. Pudo entenderlo mejor durante su época como técnico de los Brooklyn Nets y Milwaukee Bucks. Los últimos despidieron a Kidd a mediados de la anterior temporada.
“Creo que (esa reputación) se confunde con un deseo de ganar”, explica Kidd con respecto a la relación sostenida con algunos de sus exentrenadores. “Entender lo que se necesita hacer para ganar y ser un jugador en aquel momento, (implica que) las emociones están a tope y mi intención era ayudar a mi equipo a ganar. Sin embargo, eso a veces se entiende de forma incorrecta”.
“Eres competitivo y tienes una visión porque estás en la cancha y (los técnicos) tienen otra visión sentados allí”, agregó Kidd, quien ha conducido a sus equipos a la postemporada en tres de más de cuatro campañas como entrenador. “Ahora, tengo mejor comprensión de lo que un entrenador intenta hacer... La reputación (de entrenador) siempre ha sido algo (que me ha perseguido) ... Se trata de ser un competidor y querer ganar”.