El fútbol se mide, muchas veces o en la mayoría de los casos, por los resultados. Y Boca en este 2023 fue un fiel ejemplo. Estuvo a un paso de la gloria al llegar a la final de la CONMEBOL Libertadores, la gran obsesión de la hinchada. Si ganaba, el balance iba a ser excelente. El sueño se hubiera hecho realidad, el análisis sin dudas hubiese sido otro.
Pero perdió 2 a 1 en el Maracaná y cerró el 2023 con una pobre cosecha: no sólo no ganó ningún título (apenas sumó una estrella en el partido mano a mano contra el descendido Patronato por la final de la Supercopa Argentina), sino que se quedó afuera de la edición de la Libertadores 2024.
Tanta fue la energía puesta en la Séptima que descuidó y mucho el torneo local. Así, en la Copa de la Liga Profesional, ni siquiera pudo entrar a los cuartos de final. En la Copa Argentina fue eliminado por Estudiantes en semifinales, partido jugado tras la derrota en Brasil ante el Flu. En ese caso, el equipo venía golpeado y con Mariano Herrón como interino, ya que el técnico Jorge Almirón había presentado la renuncia. Almirón asumió en abril, tras el alejamiento de Hugo Ibarra.
El ex DT de Elche vivió y sufrió la locura copera del club de la Ribera. Podría decirse que su ciclo comenzó a vivir (y también terminó) con ese gol de Advíncula ante Deportivo Pereira sobre la hora para empatar un partido duro en La Bombonera (luego Varela selló el 2 a 1), cuya victoria le dio vida a un equipo que necesitaba ganar. Luego esperó hasta la última fecha de la fase de grupos para llegar a los octavos, y partir de ese momento llegaron las definiciones por penales.
No ganó ningún partido de las series en los noventa minutos, pero gracias a un gigante Chiquito Romero en los penales llegó a la final de la Copa. Es cierto, por momentos mereció más ante Nacional, Racing o Palmeiras, pero no pudo concretar la superioridad en la red.
El juego en este 2023 fue una cuenta pendiente: nunca encontró un rumbo. Ese será uno de los desafíos para el nuevo DT, Diego Martínez. Darle una identidad al equipo. En el Torneo de la Liga jugado en el primer semestre, tras la renuncia de Ibarra y la llegada de Almirón, el equipo mostró una mejoría. Terminó con un decoroso séptimo lugar, que le dejó un buen colchón de puntos para que en el segundo semestre pudiera asegurar, por tabla anual, la clasificación a la Libertadores.
Pero la Copa de la Liga la descuidó, apostó todo a ganador en la Libertadores y perdió. Como saldo positivo, quedaron algunas actuaciones individuales: la gran apuesta, y acierto, con Chiquito Romero, la consolidación del pibe Barco, el crecimiento de Medina, la llegada de Cavani, al que le faltó gol pero le sobró entrega y jerarquía…
Ahora, tendrá la obligación de ir por la CONMEBOL Sudamericana, volver a ganar en el ámbito local, pero sobre todo, la meta principal será encontrar un Boca con identidad. Tal vez la ausencia de la Libertadores le quite al nuevo DT la urgencia por la Séptima y lo enfoque más en la construcción de un equipo.