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París: Messi es más grande que la Torre Eiffel

Messi llegó a París como consecuencia de una desgracia. Su inesperada y nunca deseada salida del FC Barcelona concretó el sueño tan anhelado de un equipo rico que, solo así, pudo sumar a sus filas al mejor futbolista del mundo.

Francia y su encantadora capital se pusieron de cabeza ante la noticia mundial, pues tan solo unas horas después del llanto en su despedida del club de sus amores, Leo aterrizó en la ‘Ciudad Luz’ para unirse a la constelación de estrellas del PSG y darle forma a un tridente ofensivo irreal al lado de Mbappé y Neymar.

En pleno pico de la pandemia, miles de aficionados se dieron cita afuera del Parque de los Príncipes para corroborar de primera mano la presencia del argentino que por más de una década se mantuvo en la cúspide del futbol mundial. Era verdad, Leo Messi se marchó del Barça y jugaría para el París Saint-Germain.

Meses después, la expectativa fue tan grande como la decepción. El Messi superlativo que ganaba partidos prácticamente solo, el que rompió todos los récords posibles, obtuvo múltiples títulos y que semana a semana cautivó con un futbol que ya no alcanzaba adjetivos, se quedó en Barcelona.

Tardó en debutar luego de que pasó prácticamente dos meses inactivo entre ganar la Copa América con Argentina y la novela que derivó con su marcha del conjunto azulgrana; se lesionó, se contagió de coronavirus y lo más importante, sigue sin estar ni cerca de su verdadero potencial. 


Solo destellos del genio como aquel golazo ante el Manchester City en la fase de grupos de la Champions League, y nada más para guardar en la memoria. La estancia de Leo en el PSG en su primera temporada desde hoy puede calificarse como un rotundo fracaso.

El equipo ganará la Ligue 1 de forma anticipada, pero ya eliminado de la Copa y sobre todo de la Liga de Campeones, quedará muy lejos de las expectativas no solo por el fichaje de ‘La Pulga’, pues entre otros llegaron el portero italiano Gianluigi Donnarumma, el defensa español Sergio Ramos, el lateral marroquí Achraf Hakimi y el mediocampista holandés Georginio Wijnaldum.

Messi es responsable del papelón ante el Real Madrid, desde luego, tanto como el resto de los futbolistas y no se diga el técnico Mauricio Pochettino. Falló un penalti en el juego de Ida, y en la Vuelta, pese a derrochar sacrificio, se mantuvo en su rol de actor secundario cuando el tamaño de la cita demandaba su grandeza.

Por paradójico que resulte, Leo no jugó mal la serie ante el Madrid, pero eso no alcanza para exculparle por la sencilla razón de que se trata de Messi. A los héroes no se les aplaude ni reconocen las acciones mundanas, están llamados a brillar o de lo contrario la condena será mayúscula.

A siete meses de aquel 10 de agosto de 2021 en el que el argentino apareció en la ciudad que hoy es su casa con una camiseta blanca y la leyenda “París”, el domingo fue abucheado en el Parque de los Príncipes por una afición que lo señala como uno de los culpables de quedar lejos del máximo objetivo que no era otro que ganar la ‘orejona’.

El público está en su derecho de reprobar las actuaciones de Messi que francamente han sido decepcionantes. Leo está en deuda y sobre todo está incómodo. Se vale y se valdrá que le sigan pitando.

Ahora, no hay que olvidar que este futbolista, para muchos el mejor de todos los tiempos, es más grande que el club para el que juega, carente de historia y sobrado de millones… Y ya entrados en gastos, en una de esas también es más grande que la mismísima Torre Eiffel.

Leo está por cumplir 35 años y los verdaderos amantes de este juego tienen memoria al grado de que serían incapaces de lanzarle reproche alguno después de tantas y tantas alegrías que ha regalado. Ni siquiera por su primera mala temporada que se le recuerda en toda su legendaria carrera.