En casi seis meses con Efraín Juárez, Pumas no ha cambiado su inercia negativa y sigue acumulando tropiezos, además de que el título es una utopía.
A Efraín Juárez se le agotarán pronto los discursos y los pretextos. En casi seis meses al frente de los Pumas no ha logrado revertir la inercia negativa del equipo; vamos, ni siquiera hay asomo de mejoría.
En este corto tiempo acumula una serie de tropiezos que no son poca cosa: el equipo se metió al Play In el torneo pasado de rebote y con mucha fortuna, simplemente para quedar fuera de inmediato a manos de Rayados.
En la Concachampions estuvieron a segundos de avanzar a la semifinal en casa y una distracción los dejó con la miel en los labios ante el Vancouver de la MLS.
Y el más reciente, en la Leagues Cup tampoco lograron trascender, y pese a manejar su destino perdieron en el intento de clasificar a Cuartos de Final ante un Inter Miami sin Messi, y regresaron a casa con las manos vacías.
En la presente campaña el Club Universidad suma cuatro puntos de 12 disputados, producto de una victoria ante Querétaro —el peor equipo de la Liga MX— y un amargo empate en casa con el Necaxa. Además de derrotas frente al Santos, que no le ganaba a nadie el torneo pasado, y contra el Pachuca, que hizo el ridículo en el Mundial de Clubes.
Pese a este panorama nada alentador, el joven entrenador afirma dormir tranquilo y no estar preocupado porque, según él, su equipo es superior en los partidos, con la salvedad de que le falta meter los goles para cosechar victorias.
Está claro que Juárez es un tipo preparado luego de sus experiencias en la MLS y Bélgica como auxiliar, y no se diga en Colombia como primer entrenador, en donde conquistó en un tiempo récord —cinco meses— la Liga y la Copa con el Atlético Nacional, algo totalmente atípico y muy difícil de conseguir.
Volvió a casa con la etiqueta de “salvador” tras desechar mejores ofertas tanto en México como en el extranjero, consciente de que el punto de inicio en su país tenía que ser con el equipo que lo hizo futbolista.
Su estilo desenfadado, directo, dicharachero y coloquial le ha valido comparaciones con Javier Aguirre o en otros casos que se le cuestione por imitarlo; sin embargo, es lo de menos cómo hable, lo fundamental radica en que sea capaz de cambiarle la cara a los Pumas.
De entrada resulta cuestionable el fichaje de Aaron Ramsey –que a la fecha sigue sin debutar–, con quien comparte representante, pues está claro que los mejores años del galés ya pasaron y estaba alejado de la élite en la liga de su país.
Luego, otro veterano, Keylor Navas (38 años), de quien resulta comprensible que genere emoción en los aficionados por su exitosos pasado con el Real Madrid, pero no debe pasarse por alto que la filosofía del Club Universidad fue siempre formar jugadores, con lo que realizar fichajes de veteranos no es algo que pueda aplaudirse.
Y la ‘cereza del pastel’, José Juan Macías, a quien sacarán del retiro con todo y un infinito historial de lesiones que lo obligaron a dejar al futbol… ¿Por qué, para qué?, ¿en verdad no existe en cantera un centro delantero por el que se pueda apostar?
Todo luce tan incomprensible y como un autosabotaje.
Efraín tiene mucho trabajo por delante, luego de la limpia que hizo para la presente temporada y de que le ficharon a algunos refuerzos —parece insuficiente—.
Está claro que no peleará por el título ni por clasificar directo entre los primeros cuatro de la tabla, pero su misión principal será devolverle la mística, la identidad y la vergüenza deportiva a unos Pumas que llevan años en el descuido y abandono.
Así que, menos discursos que tarde o temprano se toparán con la realidad, y a un lado los pretextos que no se traducen en triunfos.
