Volvemos a caer en el Puebla que llegó a un minuto de la final. Al ver su nombre de este jugador, creo que es digno que lo sepan: Duilio Cesar Jean Pierre Davino Rodríguez.
Como ya lo mencioné en la anécdota de Osorno, estábamos solo 18 jugadores para morir o salvarnos en el tema del descenso. Hacer 27 puntos con un plantel muy unido, pero muy corto, parecía imposible y con solo 15 días hábiles de pre temporada.
A finales de diciembre, nos llegó una invitación del Cruz Azul para jugar un partido amistoso en su estadio Azul. Para nosotros, equipo de sub subsistencias, era una gran oportunidad de jugar contra La Máquina, dirigida por el Sr. Benjamín Galindo.
En nuestro equipo, trabajaba en el cuerpo técnico el profesor Óscar Quiroga, muy amigo del papá de Davino. Él me decía que hablara con Duilio para saber si en verdad tenía ganas de estar en ese equipo, con un presente y un futuro poco prometedor.
Duilio venía de jugar en el equipo de Dallas, después de una no muy buena salida del América. En Dallas no le fue bien y quería regresar a México, pero su cartel no era de lo mejor.
Recordemos que en el fútbol lo primero que se pierde es la memoria y en este caso, solo había tenido un muy mal semestre, pero era Duilio Davino el jugador en cuestión.
Le dije a Quiroga que lo citara en el estadio Azul y que después del juego podríamos platicar. Sin ser el punto de esta anécdota, el partido a falta de 20’ lo suspendí y saqué a mis jugadores del campo ante el asombro de los rivales y del propio Sr Benjamín Galindo. Era un grupo que no se podía dejar de nadie, teníamos q pelear todas los balones y entender que no seríamos menos que nadie. El árbitro a mi entender no estaba marcando bien, íbamos ganando, el rival nos empató y después nos dieron la vuelta con dos goles en fuera de lugar a mi entender. Me metí a la cancha y les dije a los jugadores que mejor no seguía el juego, que no tenía caso. El rival y su técnico decían q era amistoso, pero yo necesitaba hacerles entender que nadie iba a pisarnos, por amistoso que fuera.
A todo esto, al otro lado de la cancha, estaba un joven con gorra, como para no ser reconocido. Los jugadores se metieron al vestidor y yo recorrí la distancia para platicar con el joven: era Duilio Davino.
Nunca había cruzado palabra con él, me presente y en pocas palabras le hice notar que lo que acababa de ver era el Puebla, más muchas cosas más que él en su carrera no estaba acostumbrado a vivir. Él me dijo que en su carrera siempre había luchado por títulos y que tenía muchas ganas de saber cómo se lucha un descenso. Le respondí que el lugar perfecto para aprender eso era el Puebla, y que si quería quedarse, había llegado a la universidad de lo que es jugar un descenso.
Le dije que el sueldo no era mucho y que yo me comprometía, al igual que todos, que se le pagaría puntual. Nos dimos la mano y me metí al vestidor. Les platiqué a los jugadores, después de felicitarlos por el buen camino que íbamos, que si tenían objeción de que Davino estuviera con nosotros. Todos dijeron que sí y al otro día estaba entrenando con el equipo.
Fue el líder del plantel, no recuerdo muy bien, pero capitán con la cinta nunca fue. Su liderazgo lo ejercía sin necesidad del gafete. Duilio se hizo un poblano más. Tuvo una hija nacida en Puebla. Después de la temporada, el Señor Vucetich se lo llevo al Monterrey y fue campeón 2 o 3 veces con Davino de titular. El técnico me dijo que necesitaba un barredor, alguien que compusiera los errores de Basanta y nadie mejor que Duilio para esa tarea. A mi salida del Puebla, me lo volví a encontrar en Tecos, pero eso ya es otra historia. Al final, aprendió lo que era jugar un descenso, nos ayudó mucho su juego y le dio un segundo gran aire a su carrera con el Monterrey campeón de Victor Vucetich.