El entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, calificó lo sucedido con una palabra: “escandaloso”. La ministra de Deportes reclamó suspender eventos y aplicar sanciones. El primer ministro cuestionó la inacción de la Federación francesa de fútbol. La ministra del Interior inició una investigación y prometió arrestos. Algo de eso se repitió en Qatar.
Una furiosa silbatina, como la de 2008, sobre la Marsellesa, el himno francés, nunca se queda en silencio. Después de la expresión popular, la política tiene que decir y hacer algo. Sobre todo si sucede en el Stade de France de París, en la previa a un amistoso entre Francia y Túnez. Ahora, estas selecciones volvieron a ser rivales en Qatar 2022. Jugaron su primer partido oficial en un Mundial y los árabes consiguieron la primera victoria de su historia ante los galos, al ganar 1-0, y quedaron al borde de clasificar a los 8vos de final. Su pasado colonial y aquella estruendosa rechifla fueron el decorado morboso para su reencuentro.
LO QUE EL FÚTBOL NO PUEDE ARREGLAR
El 14 de octubre de 2008, cuando se jugó ese amistoso promocionado como un partido para la concordia, estaba por cumplirse el tercer aniversario de lo que pasó a la historia como Los disturbios en los suburbios de Francia de 2005. La muerte de dos jóvenes musulmanes (Bouna Traoré, hijo de mauritanos, y Zyed Benna, hijo de tunecinos) escapando de una injustificada persecución policial en la periferia de la capital había desatado una ola de violencia juvenil en todo el país. La quema de vehículos y los enfrentamientos entre adolescentes y policías se extendieron durante días.
Cuando el fuego se apagó, el Estado francés intentó por todos los medios restablecer la unidad nacional, en especial con aquellos jóvenes disconformes de origen colonial. El fútbol fue una de las herramientas de hermandad que se utilizó pero la marginación de esa juventud francesa, que no se reconocía como tal, era demasiado severa como para arreglarla con una pelota.
Antes de aquel duelo entre franceses y tunecinos, y de los asesinatos y los disturbios, esa juventud ya había dado varias señales de su incomodidad. Una de ellas fue en una cancha de fútbol. El 7 de octubre de 2001, también en el Stade de France, Francia trató de zanjar años de sangre con un amistoso ante Argelia, la excolonia con la que comparte el pasado más violento. Por supuesto que se silbó el himno francés pero, además, el juego se suspendió a los 75 minutos, los galos ganaban 4-1, por una masiva invasión del campo. Jóvenes con banderas argelinas coparon el césped. Fue la primera y la última vez que Francia y Argelia compartieron una cancha de fútbol.
Tras las muertes de Traoré y Benna, Francia intentó usar el fútbol otra vez para unir a su pueblo. En noviembre de 2007, organizó un amistoso ante Marruecos, otra de sus excolonias magrebíes. Esa fue la segunda vez que la Marsellesa fue silbada en la casa del fútbol francés, en París. El partido se pudo terminar, fue empate 2-2, pero ambas selecciones nunca más volvieron a medirse.
Tozudos, los franceses lo intentaron una vez más un año más tarde. Los jugadores de Francia y Túnez salieron al campo de juego intercalados, y se formaron igual para escuchar las canciones patrias. El himno francés lo entonó Lââm, una artista francesa hija de tunecinos. Todos, gestos de fraternidad que quedaron sepultados bajo una interminable silbatina a la Marsellesa que brotaba de los pulmones de jóvenes franceses que vivían en esos suburbios de París y seguían disconformes con su patria.
El hecho avivó el debate, aún frecuente en la sociedad francesa, sobre la integración de las familias inmigrantes. Jean-Marie Le Pen, siempre líder de la extrema derecha, aprovechó para expresar su discurso segregacionista. Habló de “racismo antifrancés” y afirmó que “la integración de masas ajenas a nuestra cultura es un fracaso porque es una utopía”. Marie-Georges Buffet, entonces secretaria del Partido Comunista Francés, subrayó la necesidad de pensar esos silbidos como una “expresión de jóvenes en sufrimiento que no se sienten bien en su casa”.
El partido se jugó con cierta normalidad. Túnez dio la sorpresa al adelantarse con un gol de Issam Jemaa, el máximo anotador en la historia de las Águilas de Cartago. Francia lo dio vuelta con un doblete de Thierry Henry, de herencia antillana, y lo sentenció con un tanto de un joven Karim Benzema, de origen argelino. El himno francés no fue lo único silbado esa noche. Hatem Ben Arfa, de familia tunecina, jugó para Francia en la segunda parte y fue abucheado cada vez que tocó la pelota.
Aquel partido de 2008 ante Túnez fue la tercera silbatina para la Marsellesa y la vencida. Parece haber prevalecido el consejo que dio Bernard Laporte, entonces secretario de Estado para el Deporte, tras el escándalo. El exrugbier propuso que Francia deje de jugar contra equipos magrebíes en Saint-Denis, un suburbio parisino donde las familias humildes y de origen inmigrante son mayoría, y que solo lo haga de visitante o lejos de la capital, en las provincias. Desde aquel día, Francia no volvió a jugar en París contra ninguna de sus excolonias.
DOS VIEJOS CONOCIDOS
Los franceses, inventores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, colonizaron el territorio tunecino en 1881, tras un acuerdo con las potencias europeas que fue ratificado en la Conferencia de Berlín de 1884 en la que se repartieron el continente africano. Entre todos los avances de Occidente, llevaron el fútbol que había aprendido de los ingleses.
Francia controló el Protectorado de Túnez hasta mediados del siglo XX, pero la influencia sobre los tunecinos continúa hasta hoy. El fútbol fue una de las formas con las que los franceses occidentalizaron a los musulmanes locales. El primer equipo, Racing Club, exclusivo para franceses, se fundó en 1904. La sociedad tunecina abrazó el deporte del balón pero se mantuvo firme a su religión mayoritaria y su lenguaje, una versión del árabe que sólo los tunecinos entienden.
La primera federación de fútbol tunecina fue de corte colonial. Se creó en 1906 y sólo incluía a equipos franceses, italianos, israelíes y malteses, las principales colectividades, por fuera de la mayoría musulmana. El primer partido oficial se disputó el 9 de junio de 1907 pero eran frecuentes los duelos amistosos. Las tensiones religiosas eran tan habituales entonces como ahora. En 1917, un partido para celebrar el fin de la 1ra Guerra Mundial entre Stade Tunisois (de la comunidad judía) y Stade Africain (de mayoría musulmana) terminó en batalla campal. Para retomar el espíritu pacificador se decidió fusionar ambos clubes en el Union Sportive Tunisienne.
Los equipos nativos recién pudieron incorporarse a la competencia oficial en 1919. Ese año se fundó, en un café, el club más popular de Túnez: Espérance Sportive. Respetando las regulaciones vigentes, un francés debió ser nombrado presidente. Rápidamente se transformó en el equipo de la comunidad musulmana y una poderosa herramienta del reclamo de independencia, que se concretó, finalmente, en 1956.
Los duelos futbolísticos entre franceses y tunecinos fueron mucho más frecuentes antes de esa fecha que luego de ella. El fútbol de Túnez se formó con picados ante equipos galos de todo tipo, combinados militares, administrativos, regionales, etcétera. La Selección de Túnez tiene como primer antecedente al combinado de la Liga local que se formó en 1928 para disputar un amistoso ante un equipo B de Francia. Los tunecinos cayeron 9-2 ante sus colonizadores. El duelo se repitió en 1930 y en 1933. Las dos veces ganaron los europeos, 5-0 y 6-1. Los tunecinos debieron esperar hasta 1939 para celebrar su primer triunfo 4-1 ante los galos, esta vez un combinado parisino.
Algunos consideran que el primer partido de la Selección tunecina se jugó el 18 de marzo de 1956, dos días antes de que Francia aceptara su independencia. Las Águilas, dirigidas por un francés, Marc Orsini, vencieron 1-0 a un conjunto de franceses. En ese equipo tunecino estaba Younes Chetali, expresidente del Comité Olímpico, gloria del Étoile Sportive du Sahel y padre del primer ídolo del fútbol tunecino: Abdelmajid Chetali.
Otra figura importante en la historia común entre Francia y Túnez es Roger Lemerre. El DT que fracasó con los galos en el Mundial de 2002 es héroe en Túnez porque con esa selección fue campeón de África en 2004, el único título de las Águilas de Cartago. El francés estuvo 6 años en el cargo, una cifra todavía un récord en una selección habituada a cambiar técnicos con frecuencia. Bajo el mando de Lemerre, además, comenzó la tradición de nacionalizar franceses de origen tunecino.
La tunecina es una de las mayores comunidades de Francia. Son unos 770 mil personas, según datos de la Oficina Francesa para la Inmigración y la Integración (OFII). Cerca de dos tercios tiene doble nacionalidad, lo que facilita el proceso de reclutamiento. El fútbol francés está repleto de jugadores de origen tunecino. Esta página de Facebook que sigue a jóvenes talentos de Túnez en la Ligue 1 puede servir de ejemplo.
Si bien Jalel Kadri, actual DT de Túnez, viene mostrando preferencia por los futbolistas tunecinos que están en las ligas del mundo árabe en estas Águilas hay varios jugadores nacidos en Francia. Se destacan Wahbi Khazri, nativo de Ajaccio; Ellyes Skhiri, de Lunel; Montassar Talbi, de París; y Hannibal Mejbri, de Ivry-sur-Seine. Además, varios tunecinos tienen nacionalidad francesa y militan en la liga gala. Khazri brilló en Saint-Étienne y ahora juega en Montpellier; Saîf-Eddine Khaoui está en Clermont tras pasar por Olympique de Marsella (OM); Ali Abdi, es lateral del Caen; Montassar Talbi está en Lorient y Yan Valery en Angers. Y otros tienen pasado en la Ligue 1: Dylan Bronn surgió en Cannes y pasó por Metz; Naïm Sliti jugó en Lille y Dijon; Aissa Laidouni pasó por Angers; Ferjani Sassi por Metz; Hamza Rafia se formó en el Olympique Lyonnais; y Omar Rekik en el OM.
Los jugadores que hicieron el camino inverso son muchos menos. La diáspora tunecina en Europa es grande, se calcula más de 1 millón de personas, pero las opciones en los seleccionados del Viejo Continente escasean. Por eso, cuando aparecen suelen ser aprovechadas por los oriundos de Túnez. Wissam Ben Yedder es un caso emblemático. Buscado por años por la Federación tunecina, el delantero fue convocado por Didier Deschamps para Les Bleus hace tres años y sería lógico que esté en Qatar vestido de azul cuando se midan a los tunecinos. Antes que Ben Yedder, tomaron la misma decisión de jugar por Francia el silbado Ben Arfa, cuyo padre había sido parte de las Águilas de Cartago, y Sabri Lamouchi. Lo mismo hizo Sami Khedira pero para jugar por Alemania.
UN HISTORIAL DESPAREJO
En total, Francia y Túnez solo jugaron cuatro partidos amistosos antes de enfrentarse de manera oficial por primera vez en Qatar 2022. Además del partido de 2008, que fue victoria para los galos, disputaron otro partido en suelo francés con triunfo local y dos empates en tierras africanas. Les Bleus lideraban el historial de forma invicta con 7 goles a favor y 3 en contra. Pero eso cambió en 2022 gracias al 1-0 con gol de Wahbi Kazhri.
El primer amistoso se jugó 22 años después de la independencia de Túnez. El 19 de mayo de 1978, como preparación para el Mundial de Argentina, franceses y tunecinos se midieron en Villeneuve d'Ascq, cerca de Lyon. En el primer tiempo, aquel histórico equipo de Túnez, que fue revelación en su debut mundialista, sorprendió a los galos. Dominó el partido pero no pudo transformar esa supremacía en goles. En el complemento, el ingreso de Michel Platini puso las cosas en orden y Francia terminó ganando 2-0.
Aquel equipo tunecino que conducía Chetali, el del primer triunfo africano en un Mundial, lo integraba la generación más talentosa de su historia. Su capitán era Témime Lahzami, que tras la Copa del Mundo fichó por OM. Se destacaban, también, Tarek Dhiab, el único tunecino en ganar el Balón de Oro africano en 1977; Ali Akid, que murió misteriosamente en 1979 en Arabia Saudita; y Hammadi Agrebi, que hoy le da nombre al estadio nacional de Radès, donde las Águilas son locales.
El segundo lance entre franceses y tunecinos se disputó 24 años más tarde, en Radès. El 21 de agosto de 2002 empataron 1-1. Francia se puso al frente con un gol de cabeza de Silvestre, tras un córner de Zinedine Zidane. Las Águilas igualaron antes del descanso con un tanto de Ali Zitouni. La igualdad los dejó conformes a ambos pero sus realidades eran claramente divergentes.
El equipo galo todavía estaba golpeado por la inesperada eliminación en la fase de grupos del Mundial de Corea y Japón, al que llegó como campeón. Pronto, perdería también el título de campeón europeo que había ganado en el 2000. Lemerre ya había dejado el cargo de seleccionador francés pero todavía no había asumido en Túnez. El equipo africano ya anticipaba algo del potencial que lo llevaría, dos años más tarde, a ser campeón de África.
Luego vino el partido de 2008, el de la silbatina a la Marsellesa. Y cuando parecía que franceses y tunecinos no volverían a enfrentarse, jugaron un último amistoso el 30 de mayo de 2010. Otra vez en Radès y otra vez igualaron 1-1. Francia se estaba preparando para el Mundial de Sudáfrica 2010 y había tomado como base de entrenamiento a la ciudad de Susa, en el este de Túnez.
El ambiente en el partido fue mucho mejor que el que se vivió en París. No hubo silbatinas sino aplausos. Las Águilas no habían podido clasificar para el primer Mundial africano y los locales llenaron el estadio para ver a las figuras francesas que seguían a la distancia. Túnez se puso en ventaja rápido con un tanto de Jemaa, su goleador. La selección de Raymond Domenech tardó casi una hora en empatar el partido, gracias a un cabezazo de William Gallas y una pésima salida del arquero tunecino, Aymen Mathlouthi. Liderado por Fahid Ben Khalfallah, Túnez fue por la primera victoria ante Francia, y pareció que lo iba a lograr, pero el marcador no se movió. Los galos sigueron su camino hacia aquel otro desastre mundialista, fueron eliminados en el grupo con apenas 1 punto. Túnez lo vio por TV mientras lamentaba la oportunidad perdida.
QATAR 2022, EL PRIMERO OFICIAL Y EL PRIMERO PARA LOS AFRICANOS
Un partido entre Francia y Túnez, como vimos, nunca es un amistoso. Sobre todo para los tunecinos. Mucho menos lo fue el que se jugó 18 años después del último duelo, este 30 de noviembre, en el estadio Education City de Al Rayyan, por la 3ra fecha del grupo D de la Copa del Mundo de Qatar. Fue el primer duelo oficial entre ambos, justo en el primer mundial en territorio musulmán, y fue la primera victoria para los africanos ante el vigente campeón del mundo.
Tras el sorteo, ambos equipos comenzaron a palpitar lo que sería ese choque. Los tunecinos tenían claro la relevancia de enfrentar al campeón mundial y, sobre todo, a su ex conquistador. “Jugaremos sin complejos ante Francia”, prometió el DT de Túnez. “Es un gran desafío, haremos todo lo posible para honrar nuestra bandera”, agregó con su habitual patriotismo.
Para muchos jugadores, además, se trataba de medirse al país donde viven, o donde nacieron, vistiendo la camiseta de la selección que eligieron defender. "Los franceses son favoritos. Nosotros estamos lejos pero haber crecido aquí, vivir aquí, jugar el campeonato francés, es el sueño de muchos y enfrentarlos en la Copa del Mundo sigue siendo un sueño que se hará realidad para mí", afirmó Wahbi Khazri. "Túnez es una elección del corazón, eso no se puede discutir. No estoy diciendo que Francia no sea mi país. ¡Pero cuando juegas para Túnez, es tan fuerte! Durante el himno nacional, casi lloro", explicó Hannibal Mejri.
Del lado francés, la mirada sobre ese duelo y esta rivalidad era menos intensa. Se sabían favoritos y confiaban en que tras ganar los partidos previos, ante Australia y ante Dinamarca, que ya lo había sorprendido dos veces este año, llegarán al partido ante Túnez con poco en juego. Por ese motivo, ya clasificados, Francia decidió darle descanso a sus figuras. De todos modos, Deschamps expresaba cautela tras el sorteo del mundo cuando hablaba de las Águilas: "No los hemos enfrentado a menudo, pero le tenemos mucho respeto y desconfianza".
La silbatina del 2008 se repitió levemente en Qatar cuando sonó la Marsellesa ante Túnez. La juventud de los aún empobrecidos suburbios parisinos está lejos de poder costearse el viaje a Doha pero varios de los tunecinos que estuvieron en el estadio, eran mayoría, silbaron el himno francés. El partido fue ser el espectáculo que se espera que sea una Copa del Mundo. Pero las tensiones entre tunecinos y franceses estuvieron de fondo. El fútbol intentó, una vez más, unir al mundo. Esta vez ganó Túnez. Pero quizás, otra vez, no sea suficiente.
*Esta nota se publicó originalmente el 24 de octubre de 2022, como parte de una serie previa rumbo al Mundial. Y se actualizó el 30 de noviembre de 2022, para dar cuenta de la histórica victoria 1-0 de Túnez sobre Francia en Qatar.