AL KHOR -- Y el día marcado en el calendario durante más de una década al fin llegó, como todo lo que alguna vez se ve muy lejano en el futuro. Tanto se habló de la Copa del Mundo de Qatar 2022. Tanto se imaginó. Tanto se discutió. Tanto se dudó. La fantasía del planeta se puso en movimiento para imaginar cómo sería esta jornada de domingo. Hasta que la realidad se encargó de ponerle forma verídica a esa ficción.
Ya ha pasado el momento de debatir acerca de las controversias alrededor de la elección de la sede y sus derivados. Se ha hecho en estas páginas durante más de una década desde todos los ángulos posibles. Ahora, que la pelota comenzó a rodar con la victoria de Ecuador sobre el equipo local, solo queda entregarse al juego más popular del planeta. Y vivirlo.
Lo primero que se debe contar acerca del encuentro inaugural llevado a cabo en el estadio Al Bayt es que las afiebradas mentes de los cronistas futuristas de principios de la década pasada estaban alejadas del futuro concreto. Como muchas veces están. En el Mundial de Qatar no habrá robots ni realidad virtual ni estadios flotantes ni nada de eso. Sí estará presente la misma ansiedad amateur del año treinta y el entusiasmo del fanatismo auténtico. Esa es una constante en la historia.
También habrá que caminar. Muchísimo. Probablemente, en las crónicas orwellianas escritas o imaginadas hace una década había una especie de transportación mecánica aún no inventada para evitar el traslado a pie. Algo que, por supuesto, no estará en las calles qataríes. Las distancias son muy amplias y lo que en un mapa se ve cerca en realidad puede estar lejos. Muy lejos. Este cronista caminó más de 18 kilómetros en las 14 horas que permaneció en el estadio. Quizás, sea una especie de homenaje que le hace el máximo evento organizado en Medio Oriente a los beduinos que poblaron esta zona por siglos.
Qatar es un país chico. El más chico que alguna vez albergó un Mundial. Sin embargo, la imponencia de los estadios es tal que es difícil ponerlos en ese contexto geográfico. Cuando uno llega al de Al Bayt se encuentra con una especie de tienda gigantesca que se puede divisar desde una distancia varios kilómetros, ya que está rodeado por estacionamientos y algo que se puede describir como el desierto. El diseño no es casual, está inspirado en las viviendas de los nómades que poblaron estas tiendas. Y los nómades caminaban. Era todo lo que hacían.
Al Khor, el municipio que fue sede del primer partido, es el que está ubicado más al norte de todos los que albergarán el campeonato. Llegar hasta ahí no es lo más cómodo. Por supuesto, hay transporte público, pero el metro, tan útil y necesario en la zona de Corniche o Lusail, es menos amigable para trasladarse hacia allí. El viaje puede durar dos horas, con una buena cantidad de minutos a pie. La otra opción es llegar en auto y tardar algo así como 45 minutos. Siempre, en cada uno de los 64 partidos del torneo, se recomienda salir con un par de horas de anticipación.
Otro de los motivos que obliga a andar es el perímetro cortado al tránsito. La logística está pensada de un modo que es difícil de comprender y ni siquiera es prudente intentar hacerlo. Hay algunas calles abiertas en un sentido, otras en el contrario y la mayoría cerradas. Además, los vallados direccionan la caminata de un modo que muchas veces implica trasladarse mucho más de la cuenta. Tampoco es fácil la comunicación con los voluntarios y los trabajadores de seguridad, que a pesar de su buena predisposición, no tienen toda la información necesaria.
El clima de esta época en Doha es mucho menos hostil que el del verano boreal. Ese fue otro de los temas discutidos largamente. Los días previos al duelo entre Qatar y Ecuador fueron muy calurosos, pero, como una especie de halago térmico, la jornada inaugural se vivió con una temperatura que no excedió los treinta grados. El sol quema pero menos que en otras zonas del planeta. Y es probable que las condiciones climáticas sean similares durante toda la competencia.
Llegar puede ser difícil, pero una vez dentro, el estadio es impresionante. Los techos están adornados con motivos árabes y moverse por los pasillos y las tribunas es realmente muy fácil. Las dificultades para llegar (y entrar) desaparecen. Aunque en las redes sociales se habló del frío por el aire acondicionado, en la zona donde estaba ubicado este cronista el clima era muy agradable. Por supuesto, la visión es perfecta desde todos los sectores.
El hincha no necesita demasiado para disfrutar del fútbol, pero la comodidad es total. El único "inconveniente" que vivió el público extranjero fue la imposibilidad de tomar cerveza. Ya hemos repasado este punto, pero los espectadores todavía sufren la prohibición, tal como quedó claro con los cánticos de los ecuatorianos. Sí es posible comprar gaseosa (por 15 riales qataríes, poco menos de tres dólares) y cerveza sin alcohol (30 qataríes). Además del merchandising habitual, con las bufandas del partido en cuestión en el primer lugar de las preferencias.
Un partido inaugural tiene sus particularidades demográficas. Aunque los simpatizantes qataríes eran mayoría, había una buena cantidad de ecuatorianos, ubicados detrás de uno de los arcos, y también de casi todos los países implicados en el certamen. En las tribunas se podían distinguir a los locales por sus thawbs (las túnicas blancas típicas de su vestimenta) y sus banderitas nacionales, por lo que fue fácil ver cómo dejaban sus lugares durante el segundo tiempo. Este asunto será profundizado en el futuro.
La atmósfera de pasión y aliento quizás no fue la más caliente, sobre todo para aquellos acostumbrados a los estadios latinos y europeos. En ese sentido, el inicio fue un poco frío, pero la temperatura subirá con el correr de los partidos. Es que el público local tiene otra forma de vivir el fútbol y solo un buen puñado de qataríes organizados en una cabecera mostró pasión y alentó. Más allá de eso, la espectacularidad de la escenografía es tal que las emociones afloran de todas maneras.
En definitiva, la realidad ha llegado para terminar con las conjeturas y las predicciones. Qatar 2022 está aquí. Y el mundo pondrá pausa durante 28 días para vivirlo. En cada calle de este país y en cada rincón del planeta.