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Federico Colella, el arquero que dejó el fútbol por el hockey

El destino se va armando en cada huella que se deja, a pesar de que sea compleja y no se ayorne a la expectativa, ni deje una moraleja. Las decisiones que tomamos son las que arman el futuro porque -al fin y al cabo- somos lo que creemos y en eso nos convertimos. El caso de Federico Colella es particular, cambió una pelota por una bocha y hoy no piensa en más que defender su lugar, entregando todo lo que tenga para dar.

Fede entró al círculo del hockey en 2019, antes de la pandemia un amigo lo invitó tras su paso por la número cinco, pero aún recuerda con aprecio esos antiguos días: “En el fútbol no sé si me fue bien o mal, pero bueno, lo he disfrutado hasta que llegó un momento que no crecí de altura y también iba a un colegio técnico de doble turno, entonces estaba todo el día ahí. No tenía tiempo y un amigo me dijo, ‘che Fede, ¿no querés venir a probar?’ Y aparecí en Quilmes, atajé seis meses porque mi primer año de quinta estuvo la pandemia y después sí, ya agarré el hockey y me gustó”, confesó el guardameta.

Ahora ya se puede definir como un erudito de la materia, pero antes de ejercer solo le prestaba atención a los momentos relevantes del hockey: “Tenía amigos que jugaban, a la gente del club algunas las conocía desde antes, pero miraba a Los Leones en encuentros importantes, Juegos Olímpicos, cosas así, o algún que otro partido, pero no tenía muchas ideas, como que caí de la nada”, manifestó Colella.

Si bien empezó en otro deporte, el hecho de ponerse bajo de los tres palos era algo innato que comenzó a forjar desde pequeño: “Empecé de chiquito, en fútbol sala, en Independiente, tenía ocho años cuando arranqué a jugar al fútbol, siempre me gustó, iba a la plaza con mi papá y me tiraba al pasto, yo quería ser arquero, me salió de adentro”, alegó el portero.

Más allá que lucirse en su puesto es algo de todos los fines de semana para Colella, tiene un elemento extra que lo hace querer ir siempre por más… sobre todo cuando mira para el lado de afuera y observa a su abuelo Aldo: “Es una tranquilidad contar con él, porque pase lo que pase, me metan goles, ataje un montón de pelotas, me llamen de acá, de allá, pase lo que pase sé que tengo al hincha número uno afuera y después vienen los chicos del club, y también es confianza para mí porque sé que el equipo confía en mí”.

Federico se dio cuenta de chico que le apasionaba el arco, pero en esta ocasión optó por clarificar lo que más disfruta de estar ahí: “La presión, ese compromiso, porque por más que todos los jugadores son importantes, cuando vos estás en el arco y te tiran, quedás mano a mano, en un penal, o en un córner, estás vos. Esa presión me gusta recibirla y que los chicos estén tranquilos arriba y que jueguen sabiendo que tienen a alguien atrás que va a hacer lo posible para que no sea gol”.

A pesar de amar su rol, el hecho de enamorarse del deporte fue otro proceso: “Lo fui sintiendo de a poco, porque al principio no entendía, no sabía nada y después me comenzó a gustar, empecé a venir a ver al club, a ver los más chiquitos, en Quilmes siempre buscan que los entrenadores de inferiores sean los jugadores mayores, entonces también estuve con los chiquitos y la verdad que ahora me encanta y no pienso en otra cosa que sea esto”, aseveró el guardameta.

Dentro de sus aspiraciones está calzarse la celeste y blanca, pero Fede piensa en objetivos más cortos antes de esa gran proeza: “Obviamente estar en la selección sería un sueño, por lo menos entrenar yo con entrenar ya soy feliz, como ya me pasó una vez que fui a entrenar al sub-19 yo con eso por lo menos sé que estoy ahí, me conocen y saben que soy el arquero de Quilmes así que si algún día me toca, me tocará y lo voy a hacer con todo mi esfuerzo y mi cariño”.

Federico tuvo que resignar su número por un bien mayor, pero la historia que hay detrás de ello, y el nuevo que eligió, es algo mucho más significativo para contar: “Mi último año en quinta, fue el último año de Juancito (Saladino), justo también pasó todo lo del Dibu entonces dije: ‘bueno ese para mi número’, y aparte es importante en el club, siempre que lo usé lo intenté representar de la mejor manera, con el 23 debuté en Primera, pero cuando lo vi a Juan este año el primer día entrenando con todo el gusto del mundo se lo dejé, porque es una de las personas más importantes que tenemos; y sobre el número que elegí, (el 47, por el abuelo) ni un segundo lo dudé, siempre me acompañó, me llevaba a entrenar, llovía, o lo que fuese, siempre estuvo ahí, así que es un poco la forma que tengo de reconocérselo”, finiquitó Colella.