Nota: esta podría ser una carta de un integrante de los Detroit Pistons en los años '80 y '90. Un ángulo diferente sobre la historia contada en The Last Dance.
Detesto absolutamente todo lo que te rodea, Michael Jordan. Detesto tu habano, tu vaso de tequila, tu forma de contar cómo fueron las cosas. Me cae pésimo tu círculo íntimo, ese grupito de aduladores que te aplaude los aciertos y los errores. Detesto verte sentado encima del mundo, narrando a los jóvenes una versión incompleta. Me indigna que te desplomes sobre ese sillón, sonrías a la cámara y tengas la insolencia de hablar de nosotros. ¿Por qué gesticulas así cuando te muestran esos videos? Deberías lavarte la boca, querido Mike.
Debes haber perdido la memoria, porque tiempo atrás no te reías tanto.
Si nosotros hubiésemos contado esta historia, muchas cosas hubiesen sido diferentes. Quizás sea por eso que decido escribir estas líneas. No se trata de despecho, ni bronca, ni revancha. Se trata de respeto. Por nuestro equipo, por nuestro método y por una época del juego. La diferencia visceral que tenemos contigo, Michael Jordan, es que nosotros sabemos callar cuando hace falta. Mis diferencias, mejor dicho nuestras diferencias, no tienen que afectar los hechos. Intentaré ser lo más objetivo posible. Quiero, únicamente, que conozcan nuestra versión. Y entonces sabrán muy bien por qué hicimos lo que hicimos.
¿Conoces a los Celtics de Larry Bird, querido Michael? Sí que los conoces. Sólo hablas de los 63 puntos en el Garden en tu documental, pero déjame decirte algo: cuando todavía no te sentabas en la cabecera de la NBA, cuando recién eras un novato, nosotros ya teníamos nuestras batallas con Boston. Ese era un equipo de verdad. ¿Alguna vez escuchaste hablar a Bird sobre nosotros? Puede haber algún que otro resquemor con Bill Laimbeer, pero en el fondo de la cuestión, si le preguntas a Larry sobre Detroit Pistons, estoy absolutamente seguro, firmo aquí sobre esta hoja en blanco, que esbozará una carcajada. No se quejará ni buscará una revancha mediática. Qué verguenza, Michael Jordan. Y creo que lo hemos golpeado más duro a él que a nadie. Así era la NBA en los albores de los '80, era un juego de hombres. Y así lo entendíamos todos. Para jugar en la NBA, había que ser un muchacho duro.
¿En serio no recuerdas nada de todo esto? El caso con Isaiah Thomas es paradigmático. ¿Todavía te dura la espina clavada del All-Star Game de 1985? Nadie supo si eso fue verdad, pero tu te convenciste que era así. Quizás no te pasaron el balón, pero también es posible pensar que todavía no eras lo suficientemente bueno. Quien sabe. Lo que no entiendo es por qué expresas tu bronca en el documental solo con él y no con Magic Johnson o George Gervin, cuando el supuesto complot fue de los tres. Y la respuesta es clara: no lo quieres a Isaiah porque mientras estuvimos juntos en la NBA, nosotros, los Chicos Malos, como te gusta decir a tí, fuimos mejores. De cuatro series de playoffs que jugamos entre 1988 y 1991, solo nos pudiste ganar una sola vez y cuando ya estábamos entrados en años. Considerando que fuimos campeones en 1989 y 1990, las pruebas están a la vista. No puedes soportar la realidad, ¿no es así?
Supongo que todo esto que haces es una revancha personal. Dices que en la eliminatoria que ganaron ustedes nos fuimos sin saludar. Criticas abiertamente las Jordan Rules, ¿cuál es el problema? Nosotros luchamos, competimos y ganamos. Esa es nuestra esencia: somos ganadores. No jugamos sin árbitros, no estuvimos fuera de la ley, no hicimos nada que la Liga no nos permitió. Jugamos al límite del reglamento, para tí fue forma y para nosotros contenido. Y si no te dimos la mano cuando nos venciste, tienes que saber que nunca recibimos un protocolo a seguir en estos casos. ¿Citarlo en tu documental como algo relevante? Honestamente, no lo puedo creer. Quizás hubiese sido más interesante que cuentes todo lo que hiciste para dejar fuera del Dream Team de 1992 a Isaiah Thomas. ¿Hablaste acaso con Chuck Daly en Barcelona de las reglas de Jordan? Seguro que, a partir del '90 en adelante, las reglas las escribiste tú. O al menos es lo que dicen tus compañeros, que dicen haber sentido "miedo" contigo como líder.
Me invade la indignación, pero por sobre todas las cosas esto me produce dolor. Pensándolo bien, querido Michael, creo que lo que tienes por nosotros es admiración y posiblemente algo de celos. De lo contrario, no hubieses aceptado que el gen Detroit Pistons, encarnado en Dennis Rodman, haya viajado a Chicago para darte una mano en tu último tricampeonato.
De nada, su Majestad. No le cobraremos nada por esa colaboración.
Michael Jordan, debo serte absolutamente franco en mi pensamiento: no me gusta lo que dices pero sobre todo no me gusta cómo lo dices. Eres realmente muy injusto. Nosotros, los villanos de tu película, hicimos nuestro propio reglamento para detenerte porque te respetamos. Y eso debería ser mutuo. Porque creemos que si existe Batman debe existir el Joker que lo ayude a empujar sus límites. Superman, indefectiblemente, necesita su kryptonita para que exista conflicto y por ende haya historia. No fue Tim Grover quien te moldeó, nosotros fuimos tu mejor entrenador. Para ser el chico duro de los seis campeonatos, primero debiste soportarnos. A Isaiah, A Laimbeer, a Dennis y a Rick Mahorn también. Conocer el sabor de la sangre para luego poder morder. Y así, todos tus rivales que te tuvieron luego, llámese John Starks, Reggie Miller, Charles Barkley, Gary Payton, Karl Malone o quien tu elijas, fueron solo un juego de niños para tí.
Tu eres lo que eres gracias a nosotros. Nosotros fuimos lo que fuimos gracias a tí.
Los villanos, los que te detestamos como parte del guión de una NBA que no debe morir, nunca, pero nunca, nos arrepentiremos de nada.
En el silencio de nuestras palabras, reina nuestra mayor convicción.