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A 40 años de la noche más "Mágica" de todas: Magic Johnson brilla como novato en las Finales de la NBA

“NEVER FEAR, E.J. IS HERE”. Con total desparpajo, pero con absoluta convicción, un irreverente Earvin Johnson tomaba su lugar en el avión que trasladaría a su equipo hasta Filadelfia para disputar el sexto juego de las Finales ante los Sixers de Dr. J. Julius Erving.

Con apenas 20 años de edad, Magic eligió ubicarse en el asiento que siempre tomaba Kareem Abdul-Jabbar, la figura y el capitán que no podría disputar ese transcendental partido por una lesión en el tobillo, para lanzar su proclama a sus propios compañeros: “Nunca tengan miedo, yo estoy aquí”.

Cuatro décadas más tarde, todavía resulta arrogante repasar la historia y descubrir lo que habrán pensado sus compañeros cuando escucharon las palabras del novato. Seguramente habrán pensado que estaba jugando alguna de sus bromas habituales en busca de ganar algo de notoriedad. Pero Magic no bromeaba. Hablaba en serio.

Hoy se celebra el 40 aniversario del día en el que Magic Johnson lideró a los Lakers a la conquista del séptimo título en la historia de la franquicia (el segundo desde que se mudaron a Los Ángeles) en un sexto juego memorable. Su línea final todavía hoy en día resulta increíble: jugó 47 de los 48 minutos del partido, anotó 42 puntos con un 61% de efectividad, estuvo perfecto desde la línea de tiros libres acertando sus 14 intentos, tomó 15 rebotes (3 de ellos ofensivos); regaló 7 asistencias, recuperó 3 balones y consiguió un tapón. ¿Acaso hizo algo mal? Si: erró uno de los dos triples que su equipo intentó en el juego.

Sus números hablaron a gritos, provocando el silencio de una multitud que daba por seguor el triunfo de los Sixers para regresar a Los Ángeles a disputar un séptimo y definitivo juego. Finalmente, aquella irreverencia de Magic en el avión se convirtió en una profecía. Y la profecía cumplida determinó que aquella fuera la noche más mágica de todas las que estaban por llegar.

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ANTES DE SUBIRSE AL AVIÓN, Magic había sido advertido por su entrenador Paul Westhead, que jugaría fuera de su posición habitual. En lugar de base, sería el pívot titular del equipo, rol que aceptó de inmediato. Confianza le sobraba al novato. No existía la palabra duda en su léxico: una charla telefónica con su padre antes de viajar a Filadelfia, mató cualquier duda antes de que nacieran. “Voy a tener que jugar de pivote” le dijo Magic a su padre. “Lo vas a hacer bien. Era tu puesto cuando jugabas en la escuela secundaria”, le respondió el mayor de los Johnson.

Pero la tarea no era sencilla. Había que ponerse en los zapatos del mejor jugador de la NBA en aquel entonces. Reemplazar al capitán del equipo. Al elegido para llevar a los Lakers a la tierra prometida. Aquel era el equipo de Kareem Abdul-Jabbar y la misión no era disputar finales, sino ganar campeonatos.

La temporada había sido buena: los Lakers ganaron 60 juegos (su mayor cantidad desde 1972-73), eliminando a Phoenix y Seattle en los playoffs para ganar el derecho a disputar la final contra los Sixers. La serie estaba 3-2 a favor del equipo de Kareem y solamente en un juego (el tercero) la diferencia entre ambos fue de doble dígito. Aunque terminaron ganando el quinto juego, los Lakers vieron como la posibilidad de ganar el título podía desmoronarse: su mejor jugador se lesionó un tobillo y quedaba en duda para el resto de la serie. Kareem había terminado esa noche (en el Juego 5) con 40 puntos y 15 rebotes en 41 minutos de acción. ¿Cómo harían los Lakers para disimular su ausencia si había promediado 33 puntos por juego hasta ese momento?

“Estábamos a punto de subir al avión cuando Jack Curran, el médico del equipo, nos confirmó que el capitán no viajaría. El sentimiento generalizado era que habría un séptimo partido”, contaba Magic. “Pero nosotros teníamos confianza. Sabíamos qué moviendo el balón con rapidez, no tendrían manera de frenarnos. Y así sucedió. Estaban confundidos. No sabían si marcarme como a un jugador de perímetro o como a un centro”.

Gracias al liderazgo de Magic, la diferencia era de 10 puntos al terminar el tercer cuarto, con los Lakers controlando todo intento de reacción de los Sixers. Y en el cuarto periodo se encargaron de cerrar el juego y ganar el título. A la notable planilla técnica de Magic, hay que sumarle los 37 puntos de Jamaal Wilkes, quien también aportó 10 rebotes. Michael Cooper contribuyó 16 tantos, Norm Nixon regaló 9 asistencias y Jim Chones no solo tomó 10 rebotes, sino que dejó a Darryl “el gorila” Dawkins con solo 14 puntos y 4 rebotes.

Brent Musburger, el relator del juego para la cadena CBS, resaltó la tarea de Johnson con las siguientes palabras: “En este partido, Magic jugó de base, escolta, alero, ala pivote y centro. Y cuando fueron al vestuario, seguro que ayudó a guardar los uniformes”.

La euforia no era el sentimiento reinante en el vestuario, sino la serenidad y la calma. Acaso porque faltaba el actor principal: “Si habíamos llegado a disputar la final era gracias a Kareem. Por eso no consideramos justo celebrar sin él”, reconoció Magic.

Esa noche, cuando dieron el partido en diferido en Los Ángeles, Abdul-Jabbar estuvo prendido al televisor, mirando el juego sin conocer el resultado y con el tobillo lesionado apoyado sobre un almohadón. Pero admitiría más tarde que cuando se disputaban los minutos finales del juego, se fue a celebrar a los gritos al patio una clavada de Wilkes que les daba 12 puntos de ventaja. Minutos más tarde, vería por la pantalla cuando Magic cerraba una entrevista y, mirando a la cámara, le decía “lo hicimos por tí, Big Fella”.

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AQUELLA NOCHE, la del 16 de mayo de 1980, no fue una más en la historia de la NBA. Significó el punto de partida de una de las dinastías más importantes: la del Showtime de los Lakers.

Fue una noche en la que un novato comenzó a escribir su leyenda, aceptando el desafío de ponerse en los zapatos del más grande de la NBA en ese momento y demostrar que aunque solo tuviera 20 años, no le pesaba la responsabilidad.

Y es que Magic Johnson es uno de esos casos raros en la historia. Llegó al profesionalismo habiendo sido campeón en el baloncesto colegial y ganó el título de la NBA en su temporada de novato. Solamente él y un tal Bill Russell comparten ese honor. Pero, la lista se reduce solo a Magic cuando hablamos de quien fue capaz de conseguir el título y también el premio al más valioso en dichas finales.

En sus primeras Finales de NBA, Magic terminó promediando cifras cercanas a un triple-doble: 21.5 puntos, 11.2 rebotes y 8.7 asistencias, además de 2.7 robos por encuentro.

A lo largo de su carrera, Magic Johnson tuvo actuaciones históricas e increíbles. Y ganó cuatro títulos más, obviamente. Pero siempre se dice que lo que se consigue por primera vez, se disfruta más.

Cuarenta años después, podemos decir (sin miedo a equivocarnos) que aquella del 16 de mayo de 1980 en Filadelfia, fue la noche más MÁGICA de todas.