El estelar base de los Memphis Grizzlies está fuera por el resto de la temporada, y dependerá de él hacer algo para reinventarse luego de los escándalos fuera de la cancha y su regreso espectacular que se quedó corto.
Ja Morant estará de baja por lo que queda de temporada. Una lesión en el hombro, en un entrenamiento, cortó el carreteo de uno de los jugadores más espectaculares que tiene la NBA.
Morant, ahora, está tendido en una cama. Su cabeza viaja a la velocidad de la luz. De los escándalos fuera de la cancha a su regreso espectacular dentro. De tenerlo todo, a una vez más no tener nada.
El viaje de la vida es el desafío que debe enfrentar el joven de Carolina del Sur.
Morant apunta con un revolver a una cámara. Es un vivo de Instagram que le costará mucho la primera vez, y muchísimo más la segunda. Son 25 partidos fuera, pérdida de sponsors, de confianza, de credibilidad. No es un rebelde, es un inmaduro. Y entonces, se propone un regreso.
Morant vuelve y con él regresan los Memphis Grizzlies. Peter Pan que vuela gracias a un recuerdo feliz. El coro de jóvenes que lo secundan, el público que lo celebra, el genio que desafía los relojes de Hook para escapar del tiempo, el elemento más determinante de un deporte que se juega en el cielo.
Lo que quizás olvidó, como Ícaro, es que volar tan cerca del sol puede quemar.
La vida, ahora, vuelve a ponerlo a prueba. Lo devuelve, de un golpazo, al suelo para regresar a sembrar. De nuevo, el oro que hacía pila en su palma derecha se escapa entre los dedos como granos de arena. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? Bienvenido, entonces, a la madurez física y emocional.
Tiempo atrás, Morant decidió que debía vivir como jugó al básquetbol. Hedonismo en estado puro, vuelo en continuado, desafío contra la gravedad al igual que todas las leyes restantes. Pasar semáforos en rojo, ir en contra de las reglas, fue su modus operandi.
Morant, palabras más, palabras menos, se sintió inmortal. Tenía razones para pensarlo, porque el mundo así se lo hizo sentir: tenía dinero, tenía mujeres, tenía éxito. Se tenía a sí mismo. Y con eso alcanzaba.
Esta lesión, ahora, llega en forma de oportunidad. De enseñanza. De aprendizaje. Morant tendrá que ver la temporada entera desde afuera y no dependerá de algo que él hizo. La fuerza de la naturaleza que brinda lecciones de humildad.
La fragilidad de la existencia deportiva se hace carne y hueso con Morant. La desazón y el sufrimiento en primera persona. Dicho esto, no tan rápido: hay que aceptar primero para construir después.
La pesadilla en Memphis puede resultar, sin saberlo, esperanzadora a futuro. Morant está ante una nueva oportunidad de cambiar de piel.
Morant puede luchar para aspirar a ser Michael Jordan. O resignarse a ser Latrell Sprewell.
"Si tomas la píldora azul será una continuidad del estado de vida actual. Si tomas la roja, será enfrentar la realidad, romper las cadenas y obtener la ansiada libertad".
Los contratiempos son peldaños en la escalera hacia el éxito. No hay forma de esquivarlos: hay que atravesarlos, padecerlos y superarlos.
Aún no lo sabe, pero Ja Morant, cerca de los 25 años, es el elegido.
Dependerá de él hacer algo con todo esto para reinventarse. Para volver a ser.
Para trabajar en silencio y volar, de una buena vez por todas, hacia el único destino necesario para su carrera: la eternidad de las leyendas.
Nunca es demasiado tarde.