Stephen Curry no sabía si despertaría siendo dueño de los tendones de un hombre muerto.
El 25 de abril de 2012, dentro del Instituto Ortopédico de California del Sur en Van Nuys, un reconocido cirujano observaba de cerca a Curry, quien poco a poco iba perdiendo la conciencia. Por lo general, el Dr. Richard Ferkel, quien ha hecho miles de orificios en cientos de tobillos de jugadores de la NBA desde 1983, sabe con exactitud lo que encontrará, incluso antes de la aplicación de la anestesia: daño estructural, tejido cicatrizado, etc. Sin embargo, en esta ocasión, en el quirófano del cuarto piso, había algo que no cuadraba con el paciente de 84 kg. Mientras el reloj avanzaba inexorablemente y la familia Curry rezaba al final del pasillo, Steph se durmió rodeado de misterio.
Antes de que los medicamentos surtieran efecto, Ferkel explicó una serie de posibles resultados. Menos de un año antes, en Charlotte, Carolina Norte, ciudad natal de Curry, un especialista ya había operado ese mismo tobillo derecho y reconstruido dos ligamentos que se habían separado como un suéter podrido. ¿El peor de los casos en este momento? Una reconstrucción total, es decir, se haría un nuevo intento de reparar lo que ya se había reconstruido en la primera cirugía de Curry. En caso necesario, se usarían mejores piezas de repuesto -específicamente, los tendones de un cadáver- y el tiempo de recuperación estimado sería de, por lo menos, seis meses. Pero tal operación también sería bastante extrema y nadie tenía la certeza de que la nueva articulación aguantaría en la cancha. Una cosa era casi segura: a seis meses del vencimiento del contrato de novato de Curry, el 1 de noviembre de 2012, su futuro con Golden State sería aún más vago. Su representante seguramente tendría que negociar una prórroga antes de que su tobillo reconstruido pudiera aparecer en un juego.
Es necesario comprender: los cuatro médicos y las dos enfermeras en el quirófano no sabían que estaba en sus manos el futuro de la NBA. Nadie, en ninguna parte, pensó que el joven de 24 años, al que aún le pedían que comprobara la mayoría de edad en el restaurante California Pizza Kitchen, fuera la próxima pesadilla de LeBron James y Kevin Durant. En aquel momento, la trayectoria de Curry era simplemente deprimente: en su primera temporada en la NBA después de la primera cirugía, sufrió cinco esguinces de tobillo en solo 26 juegos.
"Estaba doblándose el tobillo de formas totalmente inusuales y absurdas", dijo el gerente general de los Warriors, Bob Myers. Una vez, Curry se lo torció al saltar hacia una línea de pase durante un juego de pretemporada contra los Lakers. En otra ocasión, estaba botando la pelota contra los Spurs, sin nadie alrededor, cuando su pide derecho se coleó como un neumático viejo sobre hielo. "Fue aterrador", dijo Myers. "Nunca antes había visto a nadie torcerse el tobillo de esa forma. Y no lo he vuelto a ver desde entonces".
La liga alguna vez imaginó a Curry como un francotirador, con un talento para engañar al adversario digno de los más grandes magos. Pero ahora, mientras el base de los Warriors yacía sobre la mesa del quirófano de Ferkel, su carrera parecía más un crossover a la inversa: un caso en el que los tobillos quiebran al hombre. "La gente comenzó a decir que Steph tenía tobillos de cristal. Steph es el Grant Hill 2.0", recuerda Bryant Barr, el mejor amigo de Curry y su compañero de equipo en la universidad de Davidson. "No disimulaba sus emociones, su frustración". Increíblemente, en la universidad no tenía antecedentes de lesiones en el tobillo. ¿Cómo profesional? Las escenas de Curry botando su protector bucal, golpeando una silla acolchada o retorciéndose de dolor en el suelo, se hicieron más populares que las jugadas destacadas.
No obstante, cuando Curry finalmente perdió consciencia en la mesa de operaciones, sucedió algo extraordinario. Una serie de pruebas de fuerza, estudios de los nervios, rayos X, resonancias magnéticas y tomografías habían fracasado en su intento por determinar el motivo por el cual su tobillo seguía doblándose. Sin embargo, una serie de radiografías de esfuerzo realizadas a medio sueño, cuando el dolor no puede impactar el movimiento, descartó oficialmente cualquier daño estructural de los ligamentos. Una cámara de alta definición de 28 gramos que se condujo hasta el subtalo y las articulaciones del tobillo de Curry, produjo imágenes de gruesas y pegajosas bandas de tejido cicatrizado ("como carne de cangrejo", dijo Ferkel), así como tejido inflamado, espolones óseos y trozos de cartílago. Para cualquier otra persona, mariscos ortopédicos podrían sonar repugnantes. Para Curry, "eran buenas noticias", dijo. "El resultado menos invasivo". Un dispositivo motorizado, llamado rasuradora, raspó y aspiró todo en menos de noventa minutos. No fue necesario hacer uso de los tendones de zombi. Tiempo de recuperación estimado: de tres a cuatro meses.
Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo. Tres meses más tarde, en julio del 2012, Curry se estaba rehabilitando con su entrenador personal, Brandon Payne, cuando hizo una sorprendente confesión: "Siento que lo único que he estado haciendo durante dos años es rehabilitación", le dijo Curry de manera silenciosa. "Siento que nunca podré jugar de nuevo".
Su aspecto era excepcionalmente desdichado. Y todos podían verlo.
"Steph estaba harto", recuerda Myers. "Dijo: 'Este problema con el tobillo va a ser mi vida'".
Poco antes de la medianoche en el centro de Atlanta, en la sala de jugadores del extrañamente vacío Philips Arena, Keke Lyles está girando las caderas al tiempo que se agarra las nalgas con ambas manos. Lyles puede entrar las veinticuatro horas a esta sala, como el nuevo director de desempeño atlético de los Hawks, para supervisar las decisiones médicas, de rehabilitación, y fuerza y acondicionamiento físico. El barbado ejecutivo de 31 años recibió el impresionante título, que venía acompañado por la facultad para elegir a su propio personal, para convencerlo de abandonar a su anterior empleador, Golden State. O, como LeBron James describió el equipo campeón en noviembre: "El equipo más sano que jamás he visto en la historia de la NBA".
Antes de incorporarse a los Warriors como director de desempeño en 2013, Lyles estuvo observando a Curry desde lejos en Minnesota, donde era entrenador de fuerza y acondicionamiento físico de los Timberwolves. A pesar de toda su desesperanza en julio del 2012, Curry llegaría a jugar 78 juegos esa temporada con cifras de 22.9/4.0/6.9. La cirugía de Ferkel, no obstante, no fue una cura milagrosa. "Uno podía ver que Steph no confiaba en su tobillo", decía el escolta Brandon Rush, quien formaba parte de aquel equipo del 2012-13. "No intentaba las jugadas que hacía habitualmente. No terminaba jugadas ni recibía choques como de costumbre". Curry se perdió cuatro juegos en enero de 2013 por esguinces de tobillo, tuvo que abandonar la cancha en un juego en marzo por el mismo motivo y, peor aún, se torció el tobillo izquierdo en ambas series de playoffs de los Warriors, perjudicándolo contra los Nuggets y después los Spurs.
Así que Lyles llegó a Oakland con una nueva teoría. A primera vista, el graduado del noreste puede parecer un exatleta y buen hermano, quien, al haberse criado en Carolina del Sur, técnicamente lo es. Pero en el penúltimo año de la secundaria, su trayectoria como basquetbolista se vio interrumpida por una condición llamada impacto femoroacetabular, en la que un crecimiento extra del hueso causa un dolor insoportable en la cadera. Según Lyles, esa parte del cuerpo fue la que despertó su obsesión por curar atletas. Y esa misma parte del cuerpo es la que le vino a la cabeza, años después, cuando Lyles se enfrentó a su primera y más importante misión en Golden State. De ahí el agarre pedagógico de su trasero.
Lyles creía que Curry estaba entre los mejores del mundo en cambios de dirección. Pero el base dependía excesivamente de sus tobillos para obtener velocidad y rapidez. Sus tobillos nos hacían pensar en las míticas alas de Ícaro: derritiéndose, como si estuvieran hechos de cera, debido al exceso de uso y la ambición. Pero ¿qué sucedería si Curry encontrara otra forma de volar? "Los desplazamientos son una estrategia del tobillo", explicó Lyles, "pero la fuerza viene de las caderas. Quería enseñarle a Steph a usar las caderas para reducir la carga de los tobillos".
Curry, atormentado por interrogantes después de los esguinces que sufrió en los playoffs del 2013, ("Tenía que rehabilitarme entre juegos, y eso me trajo recuerdos", dijo) quedó inmediatamente entusiasmado con la idea.
El mejor tirador en la historia de la NBA, tal vez sin que resulte sorprendente, aprendió rápidamente la técnica del ejercicio. "El sistema nervioso central de Steph es el mejor con el que he trabajado", dice Lyles. "Esa es la razón por la que es un gran golfista, un gran jugador de bolos, un gran tirador". Curry rápidamente perfeccionó una posición de yoga llamada postura del avión, diseñada para desarrollar equilibrio y fuerza central corporal. En solo diez minutos, conquistó la bisagra de cadera, el movimiento básico de los ejercicios explosivos para la parte inferior del cuerpo. Incluso, durante su primera sesión con Lyles, dominó la barra hexagonal para realizar peso muerto, que sirve para desarrollar los glúteos y el tendón de la corva. A otros jugadores, por lo general, les toma una semana.
Al principio, el esbelto Curry podía levantar la lastimosa cantidad de 200-225 libras. Pero después comenzó el trabajo: una película en la que se muestra su completa transformación, aunque sin los teátricos entrenamientos al estilo Rocky. "El tipo está siempre en el gimnasio", dice su compañero de equipo, Klay Thompson. "Steph simplemente se apegó a la rutina de ejercicios. Le dedica el mismo tiempo a su cuerpo que a su tiro en suspensión". Para el segundo año del programa, Curry ya podía levantar 400 libras, más del doble de su peso corporal y la segunda mayor cantidad en los Warriors, por detrás del pívot Festus Ezeli de 2.11 m y 120 kilos. "Steph se volvió más consciente de cómo debía cuidar su cuerpo", dice su padre, Dell Curry, un veterano que jugó 16 temporadas de la NBA. "Le ayudó a comprender que su cuerpo es su carrera".
El objetivo no es crear volumen; Steph prefiere pesar no más de 86 kilos de esculpidos músculos. En cambio, Lyles y Payne -a quien Curry todavía encomienda sus tobillos durante el verano- insisten en la importancia del equilibrio en medio de una tormenta de saltos, cortes violentos y situaciones de cortina y desmarque. Por ese mismo motivo, cerca del 90% del trabajo de fortalecimiento del tren inferior que Curry realiza con Payne es con una sola pierna: desplantes en reversa con una pierna, sentadillas divididas con pie trasero elevado, peso muerto con una sola pierna. Un calentamiento en la offseason normal incluye pararse como un flamenco en una almohadilla azul de Airex, mientras Payne dificulta la visión de Curry, algunas veces con gafas estroboscópicas parpadeantes, y le lanza balones. "La fuerza central corporal de Steph", declara Payne, "es inigualable".
En cada una de las últimas dos temporadas, Curry ha embestido la pintura -un mar de peligros para la parte baja de la pierna- y ha tirado con mayor frecuencia y con mayor efectividad que todos los jugadores, excepto siete, todos ellos de mayor tamaño. Nadie es mejor que Curry para romper cinturas mediante giros de cadera, como cuando le hizo tres fintas a Kawhi Leonard el 25 de enero, antes de encestar un triple de esquina, transfigurando al mejor jugador defensivo del año en un contorno de tiza. Y aún así, esa jugada posiblemente no haya sido más impresionante que una siete días antes, cuando Kyrie Irving y LeBron James le hicieron sándwich a Curry en la zona. Arrojó al suelo a James, de 114 kg, con un movimiento de judo, se liberó de Irving, salió a toda velocidad de un bloqueo y encestó un triple en el tiempo que le tomó a James levantarse. "La forma en la que Steph se mueve, el 98% de la gente se lesionaría intentando correr así", dijo Kirk Lacob, GM asistente de los Warriors e hijo del dueño Joe. "Creo que la gente pagaría por ver a Steph entrenar".
Observar al basquetbolista de 27 años quedarse en la cancha ha sido un regalo. Durante las últimas dos y media temporadas -un periodo que incluye tres convocatorias al equipo All-Star, una medalla de oro en la Copa Mundial de la FIBA 2014, 28 juegos de playoff de la NBA y un título (hasta ahora)- Curry se ha perdido únicamente dos juegos debido a problemas relacionados con los tobillos. El primero fue en noviembre de 2013, como precaución por un hematoma óseo en el tobillo izquierdo. El segundo fue en febrero del 2015, luego de que su pie derecho aterrizó en el pie izquierdo de Boris Diaw. Y eso es todo.
La teoría parece haber funcionado.
Pero aquí en la sala de Atlanta, Lyles tiene cuidado de filosofar sobre la infinita constelación de factores que componen cualquier lesión. Habla sobre el par de tobilleras de Zamst que Curry usa en todos los juegos. Y el par de zapatos deportivos de Curry, que Under Armour diseñó científicamente para sus pies. Y el conocimiento que los Warriors han obtenido con respecto a la fatiga, al realizar análisis con acelerómetros con GPS usados por los jugadores durante los entrenamientos y cámaras superiores SportVU en los estadios. Y el sincero compromiso del entrenador Steve Kerr de mejorar la salud mediante la reducción del estrés personal. (En los días de entrenamiento, Lyles mandaba de forma intermitente a Curry para que se relajara con su familia o jugara golf con el alero Andre Iguodala).
Después está la plantilla de los Warriors, que es tan buena y sólida que Curry, en 50 juegos, promediaba apenas 33.8 minutos por juego (decimotercero en la NBA), reduciendo la exposición al riesgo. El año pasado promedió 32.7 (lugar 41). "Todo eso importa", dice Lyles. "Podría argumentar que todo importa".
Lo que significa, lógicamente, que cualquier cosa puede ser una amenaza.
Es enero y falta media hora para que Golden State reciban a Miami. Bob Myers y Kirk Lacob están sentados alrededor de una mesa circular en un pequeño cuarto trasero abajo del Oracle Arena, reflexionando sobre los tobillos de Curry. Del mismo modo que cualquier otra directiva deportiva -debido, al menos en parte, a su proximidad al Valle de Silicón- los directivos de Golden State cuantifica seriamente el riesgo de las lesiones. Sí, Myers y Lacob están de acuerdo: cualquier amenaza tiene importancia. "Pero la aspiración es medir cuanto podamos", dice Myers.
Los Warriors contrataron a un nuevo jefe de rendimiento físico y medicina deportiva, el experto en ciencias deportivas australiano, Lachland Penfold, teniendo en mente esta misión basada en datos. "Con el tiempo", dice Lacob, "tendremos, algo así como un medidor de fatiga tipo video juego. Alguien como Lachland será capaz de acercarse a Bob y Steve [Kerr] y decirles, 'Señores, está en 77 y nuestro límite es 75 para que sea seguro que juegue'". (El equipo se negó a permitir que Penfold estuviera disponible para una entrevista).
Obviamente, a la hora de renovar contrato con Curry antes del 1 de noviembre de 2012, no había nada remotamente parecido a dicha tecnología. Cuando se le pregunta sobre las razones detrás de su propuesta, Myers sonríe como un operador que compró a Google durante una recesión. "Me hubiera gustado poderle pagar más a Steph", dice con una sonrisa. Pero el gerente general indica que en el momento del desembolso -una prórroga de 44 millones de dólares por 4 años-, Curry se acababa de torcer el tobillo derecho en la pretemporada, por lo que se le etiquetó de forma tajante como inseguro.
"Así que decidimos apostar en un par de cosas", explica Myers. "Apostamos en él como ser humano. Apostamos en su habilidad. Apostamos en el hecho de que es el tipo de jugador que haría cualquier cosa por regresar y tomar decisiones inteligentes y ser diligente".
Pero tiene que quedar perfectamente claro: "Nadie hubiera imaginado que esto pasaría", dice Curry. Era inconcebible que los Warriors pudieran algún día plantear la teoría que se estaba proponiendo dentro de ese cuarto trasero: Un Steph Curry que nunca se hubiera lesionado los tobillos sería menos preferible que el Steph Curry que tenemos en la actualidad.
"Los problemas de tobillos hicieron que trabajara de forma más inteligente, para evitar estar en esa posición de nuevo", dice Lacob. "Si no los hubiera tenido, tal vez no tendría la misma fuerza central corporal". "Hizo que Steph fuera lo que es hoy", agrega Myers, asintiendo con la cabeza.
Esto no quiere decir que el círculo de allegados a Curry haya dejado de preocuparse por él. Cinco distintos entrevistados tocan madera cuando hablan sobre sus tobillos. Uno de ellos, el entrenador auxiliar de los Warriors, Bruce Fraser, quien supervisa la célebre rutina de tiros previa a los partidos de Curry, muestra su preocupación por los defensas que defienden los tiros en suspensión de Curry poniéndose abajo de él, convirtiendo sus pies en minas terrestres. "No sé si Steph es consciente de ello", dice Fraser. "Y no sé si quiero que piense en eso". Por otra parte, Ferkel, hace visitas periódicas al Área de la Bahía, simplemente para ver cómo están las cosas. Y Payne no puede borrar lo que sintió al ver a Curry cojeando después de golpearse la espinilla izquierda contra el pívot de los Lakers, Roy Hibbert, en enero. "Realmente me asustó", dijo el entrenador. "Me hizo recordar inmediatamente las escenas de Steph lesionado". Payne suspira y agrega: "Verlo no es tan agradable como pudieran creer. Es tener los nervios de punta".
En ocasiones, Dell se niega a sentarse. Esta Navidad, a la mitad del segundo cuarto del juego de los Cavs en Oracle, Steph tuvo que ir al vestidor para que le revisaran una distensión del músculo de la pantorrilla derecha. Era exactamente el tipo de escena que lleva a los pesimistas a hablar sobre una regresión a la media... y a los amigos de Lyles en Atlanta a enviarle mensajes de texto en son de broma, ¿Cuánto tiempo pasará hasta que suene tu teléfono? ... y a un aterrado padre a abandonar repentinamente su silla para acompañar a su hijo. "Siempre que estoy en el juego y Steph recibe un golpe", dice Dell con timidez, "atravieso el edificio bastante rápido. Solo para ver qué es lo que está pasando". Es incluso más asombroso que el jugador en cuestión sea el menos nervioso de todos.
En el vestidor de los Warriors, después de vencer de forma aplastante al Heat por 15 puntos (Steph registró un insípido 31), Curry medita sobre la teoría de su evolución que proponen sus directivos. Después de toda esa agonía e incertidumbre, ¿realmente cree que los absurdos problemas de sus tobillos le evitaron una carrera peor?
"Así lo creo", responde Curry con naturalidad. "Definitivamente me hizo entender la importancia de la ética laboral. Después de la cirugía, me he mantenido motivado a aprovechar cada día. Hubo un momento cuando solo me preocupaba por jugar básquetbol, y no pensaba en jugar en un nivel alto. Ahora intento divertirme lo más posible en la cancha. No disfrutas la cirugía y el proceso de rehabilitación. Pero, disfruto el resultado, desde luego".
Ciertamente, su respuesta conlleva un aire a cliché. Pero cuando recuerdas todo lo que debe ignorarse para aceptar esta sucesión de acontecimientos inconclusa, la positividad suena menos a optimismo y más al verdadero secreto por el cual Steph Curry está volando más alto que nunca.
Aprendió a olvidar, finalmente, que aún podría caer.