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Los Bulls del 91, 96 o 98: ¿Cuál fue el mejor equipo de Chicago mientras duró su dinastía?

Por segunda temporada consecutiva, la noche inaugural no incluía una ceremonia de premiación y aquella sensación de invencibilidad de años anteriores se había evaporado desde el mismo momento en que Michael Jordan le decía adiós al baloncesto por primera vez. Sin embargo, la esperanza no se había perdido. Por el contrario, había renacido el 19 de marzo de 1995 en el Market Square Arena, la casa de los Indiana Pacers. Si bien esa noche perdieron por siete puntos de diferencia, en el plantel estaba Michael Jordan, quien había decidido volver.

Esa noche vimos un Jordan diferente, no solo por no utilizar el número 23 de toda su carrera (volvió con el 45), sino que en sus porcentajes de tiros de cancha se notaban claramente los meses de inactividad: aquella vez anotó siete tiros y falló 21.

Más tarde llegaron los playoffs y Orlando Magic los mandó temprano a casa al vencerlos en semifinales de conferencia en seis juegos. Hasta un atrevido Nick Anderson había dicho que era mucho más fácil contener al número 45 que al número 23. Grave error. Si algo no había que hacer por esos días, era hacer enojar a Su Majestad y “ningunear” a un equipo que se preparaba para hacer historia. Un equipo que quería convertirse en la mejor version de si mismo.

Con el paso del tiempo, la memoria suele jugarnos una mala pasada. ¿Cuántas veces habremos creído ser testigos de eventos o historias espectaculares pero que, cuando las repasamos, resultan ser sensaciones exageradas? No es este el caso cuando hablamos de los Chicago Bulls de la temporada 1995-96.

En la noche del 3 de noviembre de 1995, el United Center explotaba de gente. Esperaban ver a sus viejos Bulls ganadores, pero empezaron a ser testigos de una historia más grande.

El equipo de esa noche era muy diferente al que había terminado la temporada anterior: Jordan volvía a usar el número 23 y a jugar una temporada desde el inicio de la misma. La base del plantel seguía intacta con Scottie Pippen, Tony Kukoc, Ron Harper, Luc Longley y Steve Kerr. Y el fichaje de Dennis Rodman traía consigo un signo de interrogación gigante que a los pocos partidos fue desapareciendo cuando el “Gusano” dio pruebas de ser el jugador defensivo que tanto buscaban.

Estos Chicago Bulls ganaban como querían y cuando querían. Y esa temporada quisieron ganar muy seguido. Comenzaron sumando 23 victorias en sus primeros 26 partidos, para seguir con una racha de 18 juego sin perder. Esa fue la clara demostración de que los viejos Bulls que habían logrado ganar tres títulos seguidos, estaban de regreso, pero en una versión mejorada.

Versatilidad, elegancia, disciplina táctica, buena defensa y contundencia fueron virtudes que formaron parte de su ADN. Pero lo que más se destacaba en ésta nueva versión de los Bulls era su hambre de triunfo, porque nunca daban por perdido un partido hasta que el mismo terminaba. No importaba cuantos puntos tuvieran que remontar, ni cuando tiempo quedaba en el reloj: siempre encontraban la forma de ganar. La ofensiva triángulo del ideólogo Tex Winter que implementaba el entrenador Phil Jackson, brillaba como nunca antes.

Las estadísticas respaldan a la memoria. Como prueba irrefutable de que eran un verdadero equipo, está el hecho de que en dicha temporada Michael Jordan tuvo mayor apoyo sus compañeros que en temporadas anteriores. Sus escuderos de este año tuvieron el promedio más alto de puntos conseguidos (74.8) si lo comparamos con los miembros de los otros cinco equipos campeones. Así, su Majestad volvía a dominar el juego agregándole 30.4 unidades más a aquella cifra.

Chicago terminó la temporada regular con la mejor marca de la Liga, superando a Seattle SuperSonics por ocho juegos de ventaja. Y por si fuera poco, sus 72 victorias, por tan solo 10 derrotas, se convirtieron en un nuevo récord de la NBA al superar la marca histórica de los Lakers de 1972 cuando habían acumulado 69 triunfos. Y a eso hay que sumarle que sus últimas tres derrotas fueron por la mínima diferencia, con lo cual el número de victorias pudo haber sido aún mayor.

La temporada regular resultó ser apenas un anuncio de lo que se avecinaba en playoffs. Si la defensa había sido buena en la temporada regular permitiendo a sus rivales 92.9 puntos por juego, en la postemporada el promedio bajó a 86.8, una cifra ridícula. La marca final fue de 15 triunfos y solo tres derrotas, la segunda mejor marca entre los seis equipos que fueron campeones.

Los libros de historia dicen que ese año barrieron 3-0 al Miami Heat en primera ronda, que eliminaron a los New York Knicks por 4-1, quienes pudieron ganarles en tiempo extra en el juego 3 disputado en el Madison Square Garden, para terminar su camino a la final barriendo 4-0 al equipo que los había eliminado el año anterior: Orlando Magic.

Así llegaron a una final con Seattle SuperSonics. Un equipazo que había conseguido la segunda mejor marca de la Liga con 64-18, que contaba con Gary Payton y Shawn Kemp en su mejor momento, complementados por Detlef Schrempf, Hersey Hawkins, Sam Perkins y Nate McMillan, entre otros.

La serie quedó prácticamente definida en el tercer juego cuando los Bulls se pusieron arriba por 3-0. Pero llegaron dos partidos en los que si bien contaron con buenas producciones de Jordan y Pippen, el resto de la banda sonó desafinada y permitieron la remontada de Seattle. Pero de regreso a Chicago, la casa volvió a estar en orden y con una victoria por 87-75, amarraron el cuarto título de su historia.

Aunque siempre se menciona que el primer título de una franquicia será siempre el más valorado, y que el último será el más recordado, es justo y necesario afirmar que la mejor versión de todos los equipos campeones de Chicago Bulls, no fue ni la primera, ante Los Angeles Lakers de Magic Johnson, ni el último vals ante el Utah Jazz de Stockton y Malone. Fue una que quedó en medio de los extremos.

Porque el de la temporada 1995-96 fue un equipo que puso una vara imposible de superar. Porque es cierto que Golden State Warriors rompió la mejor marca para una temporada 20 años más tarde, también lo es el hecho de que no pudo coronarla con el título como si lo hicieron los Bulls. Aún teniendo ventaja de 3-1.

Aquellos Bulls supieron combinar elegancia con eficacia, precisión con fiereza, disciplina con contundencia. Además, atesoraban una alta dosis de sabiduría y experiencia.

Aquellos Bulls dominaron la temporada de principio a fin, demostrándole al mundo que no permitían que nadie les faltara el respeto.

Aquellos Bulls se plantearon el desafío de volver a la cima para acrecentar su historia. Y lo hicieron con estilo.

Mejor dicho: aquellos Bulls fueron los más arrolladores de la historia.