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Royals: Salvador Pérez sigue dando la talla en playoffs de MLB

Mientras los Reales regresan a casa con la oportunidad de derrotar a los Yankees, el vínculo restante con su último título de la Serie Mundial sigue estando en el centro de su éxito.


KANSAS CITY -- Antes de cada juego, Salvador Pérez, receptor de 34 años de los Kansas City Royals, se unta todo el cuerpo con un bálsamo helado para despertar los músculos. "Rodillas, hombros, ingle", dice. "En todas partes". Se venda distintas partes del cuerpo cada noche, dependiendo de lo que le duela, se enfunda mangas de neopreno en los muslos y se prepara para otra noche en el puesto más implacable del béisbol.

"Ya no tengo 25 años", dijo Pérez esta semana.

Esa fue una época mágica. Corría 2015. Los Royals ganaron su primera Serie Mundial en 30 años, una serie en la que Pérez se llevó los honores de MVP tras batear .364. Le encantó esa postemporada -la presión, la pompa, lo que estaba en juego, todo- y fantaseó con grandes actuaciones en octubre a futuro.

Hace apenas una semana que los Royals por fin regresaron a los playoffs. Ocho horribles temporadas tuvo que esperar Pérez, y ahora está de vuelta en el Kauffman Stadium para conjurar más magia, esta vez en un crucial Juego 3 de la Serie de División de la Liga Americana contra los New York Yankees. De todas las fantásticas consecuencias del renacimiento del béisbol de Kansas City este año --el resurgimiento de una afición que se había embotado por las derrotas, la irrupción de Bobby Witt Jr. como superestrella, el giro de una marca de 56-106 a una de 86-76-- la que satisface más a los empleados veteranos de la organización es el fin de la sequía de Pérez en la postemporada.

No sorprendió a ninguno de ellos que Pérez brillara en el medio del triunfo de los Royals que igualó la serie el lunes por la noche en el Yankee Stadium. Incluso con 34 años y acercándose a los 1300 juegos como receptor, sigue estando entre los mejores de su posición. Es el capitán de Kansas City, su cuarto bateador, y en el Juego 2, fue el autor de un jonrón que aseguró que el abridor de los Yankees Carlos Rodón mantuviera la lengua dentro de la boca tras su celebración en la primera entrada.

Pérez ha forjado su carrera arruinando los buenos momentos de los lanzadores. Esta temporada fue elegido All-Star por novena vez, conectó 27 jonrones, impulsó 104 carreras y jugó 158 partidos, 91 de ellos como catcher. Pasó el invierno cambiando su estilo de recepción para enmarcar mejor los lanzamientos y ha encontrado mucho éxito reinventándose a sí mismo. Se acerca a las 11.000 entradas de recepción y a los 300 jonrones, el tipo de cifras llamativas que son el dominio de quienes ingresan al Salón de la Fama del Béisbol Nacional. Y hace dos años, cuando Matt Quatraro fue nombrado mánager, Pérez fue el primer jugador al que acudió. Quería escuchar lo que Pérez pensaba sobre el presente y el futuro de los Royals.

"Uno de nuestros grandes objetivos era volver a ponerlo en el lugar que creemos que le corresponde en el juego", dijo Quatraro.

Ese lugar es octubre. "Para esto vive", dijo Cole Ragans, el lanzador ganador del Juego 2 de la SDLA. Ragans aprendió esto durante el año pasado, cuando se convirtió en un as bajo la tutela de Pérez. Incluso cuando el cuerpo de Pérez le ladra y le dice que los hombres de alrededor de 30 años no están hechos para ser receptores regulares en las grandes ligas, él supera los desafíos físicos porque anhela los mentales.

"Me encanta pensar en el juego", dijo Pérez. "Quiero estar a cargo. Les digo a estos chicos, 'pónganme toda la presión. Lo tengo'. Quiero pensar en rectas, en sliders, en curvas, en cómo lo sacamos en el último turno, qué hacemos ahora, qué está buscando. Por eso me gusta tanto ser receptor".

Durante años, los equipos se pusieron en contacto con el gerente general de los Royals, Dayton Moore, interesados en un intercambio. Los Royals no podían mover a Pérez. Es Salvy, progenitor del Salvy Splash, dueño del número 13, que algún día será retirado. Pero al final de la temporada pasada, el gerente general de los Royals, J.J. Picollo, le preguntó a Pérez si tenía algún deseo de jugar en otro lugar. Picollo creía que los Royals estaban a punto de dar un giro, y el propietario John Sherman se comprometió a invertir, pero no quería retener a Pérez si éste no creía en el futuro de Kansas City.

"Hablé con J.J. el año pasado sobre eso cuando perdimos muchos partidos", dijo Pérez. "Un montón de equipos me querían, pero yo no quiero irme. Ésta es mi segunda casa".

Lo dice en serio: después de 13 años en Kansas City, Pérez es el tipo que ve un partido de whiffle ball en el barrio y se detiene a jugar con los chicos. Pérez recibe el amor recíproco de una ciudad que recuerda su walk-off hit en el juego comodín de la Liga Americana 2014 como si fuera ayer, y que llenará el Kauffman Stadium con la esperanza de que los Royals puedan hacer lo que hicieron la última vez que se enfrentaron a los Yankees en la postemporada, en 1980: ganar una serie de cinco partidos.

Cuando le preguntaron el martes sobre los comentarios del tercera base de los Yankees, Jazz Chisholm Jr., tras la victoria por 4-2 de los Royals en el Juego 2 --"Tuvieron suerte"--, Pérez abandonó su actitud alegre, se volvió tenso y se negó a comentar. En octubre, no hay tiempo para tonterías. Es hora de volver a casa --después de 17 días fuera para cerrar la temporada y eliminar a Baltimore en la ronda de comodines, Pérez se vio obligado a lavar su propia ropa en el hotel por primera vez en la vida-- y mostrarles a sus compañeros cómo son los partidos de postemporada en el Kauffman Stadium.

"'¿Cómo será?'", Pérez dijo que le han preguntado. "'¿Cómo será? ¿Qué tan ruidoso será?' Tenemos los mejores aficionados de la historia. Incluso en los malos momentos, estuvieron ahí para nosotros".

Estarán ahí el miércoles y el jueves. Los partidos de playoffs al otro lado del aparcamiento en el Arrowhead Stadium son habituales, pero ¿en el K? Son especiales, y no se sentirían del todo bien sin Salvador Pérez, el corazón del equipo. Así que llegará temprano, seguirá su rutina, preparará su cuerpo, entrará trotando al campo de juego a las 7:06 p.m. y se agachará en su segundo hogar, su ciudad, el único lugar donde quiere estar.