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La Serie Mundial se tiñe de naranja

Los Astros de Houston lograron levantarse varias veces de la lona y después de 5 horas y 17 minutos se llevaron la victoria 13-12 en un festival de batazos para colocarse a un triunfo de ganar la Serie Mundial.

Fue uno de los partidos más peleados de que se tenga noticia en los clásicos de octubre.

Lo que parecía encaminarse a una cómoda victoria de Dodgers de Los Ángeles, con Clayton Kershaw en la lomita y temprano soporte de cuatro carreras, se convirtió en un maratón de 10 entradas, 25 carreras, 28 hits, siete jonrones, ocho dobletes y un triple.

En la mayoría de los casos, cualquier equipo hubiera bajado los brazos cuando tiene enfrente al mejor pitcher del mundo y con tanta ventaja tempranera.

Pero luego de que el cubano Yuli Gurriel empatará las acciones en el cuarto episodio, el drama alcanzó niveles sobrenaturales.

Tres veces estuvieron los Astros debajo en la pizarra y siempre consiguieron el empate con bambinazos.

Después del vuelacercas de Gurriel, el venezolano José Altuve volvió a igualar las acciones en el quinto, con dos hombres a bordo frente al japonés Kenta Maeda, luego de que Los Angeles se fuera delante nuevamente 7-4 en la alta de ese episodio por cuadrangular de tres carreras de Cody Bellinger.

Y en el octavo, George Springer se la sacó a Brandon Morrow abriendo el inning para otro abrazo de 8-8.

Morrow, que ha visto acción en todos los juegos de la serie, se presentó sin nada en la bola y no logró dominar a ninguno de los cuatro bateadores que enfrentó, pues al jonrón de Springer siguieron sencillo de Alex Bregman, doblete de Altuve y palo de vuelta completa del boricua Carlos Correa.

Fueron entonces los Dodgers los que vinieron de atrás, descontaron una en el octavo e igualaron en el noveno, cuando inexplicablemente, el manager de Houston, A.J. Hinch, no trajo a su cerrador Ken Giles y dejó a un Chris Devenski a todas luces inefectivo.

¿Dónde perdieron los Dodgers el juego? En el octavo inning, cuando el coach de tercera base, Chris Woodward, le dijo a Chris Taylor que fuera al plato ("¡go, go, go!") con línea de Justin Turner al jardín derecho, pero el corredor entendió: "no, no, no", debido al bullicio en el Minute Maid Park.

El batazo fue lo suficientemente profundo para intentar la jugada de pisa y corre y aunque Josh Reddick tiene un brazo respetable, el tiro al plato fue incluso desviado.

Esa pudo haber sido la décima carrera de los azules y con las tres que fabricaron en el noveno hubieran sido suficientes.

El béisbol es un juego de pulgadas y si los Dodgers no consiguen la hazaña de ganar en su casa los próximos dos juegos, a Taylor lo atormentará por el resto de sus días haber entendido erróneamente las orientaciones de Woodward.