Los Cowboys se impusieron en casa a los Lions, en un encuentro que se definió por una conversión de dos puntos que Detroit falló.
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ARLINGTON -- Fue una noche mágica para las 93,731 personas que pagaron boleto en el AT&T Stadium el sábado.
Mucho más allá de la angustiosa victoria de los Dallas Cowboys por 20-19 sobre los Detroit Lions para aficionados locales y visitantes fue un partido emocionante, lleno de recuerdos y de historia.
Los Cowboys derrotaron al equipo que tiene como entrenador en jefe a uno de sus antiguos capitanes, Dan Campbell, quien sin mucho que perder, ya con la primera corona divisional de Detroit en 30 años, se jugó la conversión de dos puntos al final del encuentro, en vez de ir por el empate con el punto extra después de su último touchdown, y mandar el partido a tiempo extra.
De hecho, pudo conseguirla, de no ser por una desatención elemental cuando reportó a un liniero ofensivo elegible para salir a pase, pero el que salió fue otro, quien recibió el envío que en ese momento les daba el triunfo.
Pero el juego va mucho más allá también de que los Cowboys terminaron invictos la temporada en casa e hilvanaron ya 16 partidos sin perder en su estadio, una marca de la franquicia.
Tuvo que ver con la capacidad para responder de ambos lados del balón de los Cowboys en momentos de apremio, en los que antes se achicaban. Jugaron defensa que ‘se dobló, pero nunca se rompió’.
Recordó a la defensa que comenzó la temporada permitiendo yardas, como las 420 totales de los Lions, pero que es capaz de presionar corredores, provocar intercambios de balón, que frena en los momentos trascendentes y que puede jugar agresiva, después que las dos jornadas anteriores lució tibia y sin intensidad suficiente.
La ofensiva de Dallas tuvo otra buena noche de Dak Prescott, mucho más allá de sus estadísticas (345 yardas, dos touchdowns y una intercepción), pudo hacer las jugadas cuando más se necesitaban.
También fue una noche históricamente monstruosa de CeeDee Lamb, quien se convirtió en el líder en recepciones y yardas en una temporada para la franquicia, con 122 y 1,651 yardas de manera respectiva.
“Se los dije la semana pasada, esto sólo se disfruta si ganas y lo hicimos”, dijo Lamb. “Un gran aplauso a nuestra defensa que nos dio oportunidad de competir”.
Fue la noche en que por fin fue exaltado al Anillo de Honor el exentrenador Jimmy Johnson, líder de aquella dinastía de los Cowboys en los años noventa, cuando convirtió al peor equipo de la NFL, en los que la misma organización llama “los años más oscuros”, en el mejor.
Johnson fue el entrenador que ganó dos Super Bowls en años consecutivos y que dejó los cimientos para el tercero y último que han conquistado desde que Jerry Jones compró al equipo. “No creo que nadie pueda imaginar lo que esto significa para mí”, reconoció Johnson. “Este fue un momento especial en mi vida. Es algo de lo que estoy orgulloso. (…) y no sólo ganamos Super Bowls, sino que pudimos formar el equipo de los noventa. Estoy muy orgulloso de tener mi nombre en el estadio para siempre”.
Y como colofón de una noche mágica, los Lions demostraron que pueden competir contra el que sea, donde sea, sin miedo a arriesgar como las tres veces que se la jugaron en cuarta oportunidad, incluidas dos dentro de la yarda 10 de Dallas, y el intento de conversión para ganar el partido.
Ambos equipos podrán disfrutar una gran noche de Año Nuevo, incluyendo a los Lions, quienes a pesar de la derrota, como dicen ‘ya están jugando con dinero de la casa’.