DALLAS -- Los Dallas Cowboys están desahuciados por completo y ya sólo esperan que llegue el último día de su existencia en la temporada 2015.
Era un hecho que hacía tiempo que los Cowboys estaban enfermos, aunque buena parte de sus seguidores, dentro y fuera del club, se resistían a creerlo.
Cada lunes, había que sacar la calculadora para ver las posibilidades matemáticas, como familiares de un paciente que se niegan a creer que no existe la cura para sus males.
Pero es un hecho que hace tiempo que todos se habían dado cuenta que, incluso en la peor división en años que existe en la NFL, era imposible pensar en que fuera el equipo contendiente que muchos soñaron, en especial después de que fueron eliminados a pulgadas de la zona de anotación del estadio en Green Bay, la postemporada anterior.
Este domingo en el mismo campo en el que cayeron de manera digna hace 11 meses, firmaron su sentencia final del 2015, pero de una manera muy diferente.
Fue un equipo sin espíritu, como si hubiera renunciado ya a la posibilidad de competir, algo que en la NFL es imperdonable sin importar cualquier situación.
A la defensiva, fueron vapuleados de manera física y mental por unos Green Bay Packers que distaron de estar en su momento ofensivo. La ofensiva de los Cowboys fue casi nula y timorata durante la mayor parte del tiempo, a pesar de que tres escapadas por carrera parecían salvarles el marcador, o al menos hacer más decorosa la derrota, sellada en 28-7 después de los 60 minutos de escaso futbol.
“Se trata de nosotros. Esto es lo que somos", dijo el dueño y gerente general de los Cowboys, Jerry Jones. "Y esto no se debe cargar en absoluto a los pies de (Tony) Romo. Tenemos que hacer más que sólo esperar que Romo esté saludable”.
Los Cowboys ni siquiera están eliminados aún de manera matemática, al menos por una semana más, cuando tienen tres partidos por disputar y están dos juegos atrás de los líderes de la División Este de la Conferencia Nacional, Philadelphia y Washington, quienes por cierto ganaron sus respectivos partidos.
Los Eagles tienen partidos pendientes contra los Redskins y los New York Giants, así que eso les da el control de su propio destino, como a nadie en la división. Los Cowboys (4-9) mejor tienen que esperar a conseguir al menos una victoria más porque sus tres partidos finales, antes de ser enterrados este año, son complicados.
Reciben a los New York Jets, que compiten por playoffs, igual que a los Buffalo Bills, a los que visitarán en par de semanas, y concluirán en su AT&T Stadium contra Washington.
A nadie deberá extrañar si los Cowboys se despiden sin ganar un solo partido más y pelean uno de los primeros cinco sitios para elegir en el próximo draft.
Mientras, los Cowboys deberían sacar del campo a Matt Cassel, quien al igual que Brandon Weeden, demostró ya su incapacidad para dirigir equipos en la NFL como mariscal de campo titular.
Tampoco es que deban considerar que el futuro atrás de Romo sea Kellen Moore, pero al menos darle la oportunidad de mostrar si puede encender alguna chispa ofensiva, permear motivación, ganas... algo que contagie otros niveles del juego.
Moore, mal que bien, ganó 53 partidos colegiales jugando para Boise State; se mueve y puede pasar igual de corto que Cassel o Weeden, como ha sucedido frente a los entrenadores de los Cowboys desde que se lastimó Romo.
Pero al menos, Moore tendrá ilusión de ser visto en la NFL, de ganar más dinero; algo que se nota quedó atrás para los millonarios Cassel y Weeden, desempleado en este momento.
Tampoco ayudó el domingo que Dez Bryant, quien se supone debe ser su mejor jugador ofensivo en este momento y que se ha cansado de amenazar con que ya está físicamente en su mejor momento, ni siquiera sea capaz de desmarcarse de manera rutinaria y tenga que recurrir a “súper atrapadas” para tratar de hacer daño. Mucho menos ayuda que Bryant suelte pases, como al menos dos de los tres que le tocaron las manos y soltó en Green Bay.
Por si alguien había olvidado, Bryant entrenó poco o nada desde el programa de acondicionamiento físico, que comenzaron los Cowboys en febrero pasado, hasta que llegó al campamento de pretemporada, sin participar en ningún partido de exhibición.
A nadie debería extrañar que al medio tiempo del juego inaugural de la campaña, ya necesitaba fluidos intravenosos porque estaba deshidratado.
Los Cowboys son un desastre en las tres fases del juego, como el entrenador Jason Garrett llama a la ofensiva, defensiva y equipos especiales.
El proceso que tanto pregona Garrett está roto.
Se puede permitir casi cualquier error, pero nunca rendirse en el deporte profesional.
así han lucido muchos de los jugadores multimillonarios de los Cowboys. Es tiempo de que desde arriba hasta abajo, se ponga orden. De eso se deben encargar Jerry Jones y su hijo Stephen.
Eso debe incluir al cuerpo de entrenadores; a los coordinadores ofensivo y defensivo, y por supuesto que debería tocar a Jason Garrett. Pero es muy poco probable que eso suceda y se note una consecuencia real de la patética temporada, que como dijo Jones, no se puede culpar sólo a la lesión de Romo porque de ser así, entonces tienen un problema todavía más grave...