"River es el único equipo que juega a otra cosa. A otro ritmo, a otro nivel. Principalmente en su cancha. Son todos jugadores explosivos, con mucha técnica y que juegan muy bien". Después de perder 2-0 en la fecha 23 del Torneo de la Liga Profesional, el entrenador de Colón de Santa Fe, Néstor Gorosito, se rindió ante River Plate y lo describió con precisión quirúrgica. Porque en este certamen, la distancia que sacó el campeón fue tan grande en la tabla de posiciones como en el campo de juego.
Se dice y se repite como un lugar común que "el campeón siempre es el mejor". Sin ánimos de entrar en un debate absurdo e inconducente, en este caso no hay dudas acerca de la veracidad del enunciado. River fue el mejor de todos de principio a fin. No dejó dudas en ningún momento del campeonato y edificó el título desde la prepotencia de su juego contra todos sus rivales y en todas las canchas.
El desafío de Martín Demichelis era enorme. La vara que dejó Marcelo Gallardo era tan alta como las pretensiones de un plantel con la jerarquía suficiente para aspirar a todos los objetivos. El novel entrenador tuvo la capacidad y la lucidez para hacerse líder de un grupo acostumbrado a ganar. Gracias a esa confianza en su mano, tuvo la espalda necesaria para cambiar algunas piezas y crear una nueva dinámica. Potenció a varios futbolistas y le dio una renovada identidad al equipo. Y lo hizo de forma inmediata. Esos méritos lo hicieron un justo campeón.
La victoria en el debut contra Central Córdoba en Santiago del Estero fue una declaración de principios. Este River intentaría ser un conjunto vertical, dueño de la iniciativa siempre y con altas pretensiones ofensivas. Esas premisas lo acompañaron durante toda la Liga y fueron las razones de la inobjetable consagración.
La posesión suele ser un dato estadístico sobrevalorado. Sin embargo, sirve para ejemplificar y describir. River fue el equipo con mayor posesión de los 28 de la Liga. Tuvo la pelota un 63,5 por ciento del tiempo en promedio. Segundo quedó Argentinos Juniors, con 60,8. Solo perdió la posesión en dos partidos, aunque en ambos fue un empate técnico: tuvo 49,9 ante Argentinos y 49,8 contra Newell's en Rosario. Esto significa que el equipo de Demichelis siempre intentó hacerse dueño del balón para, desde allí, intentar jugar en campo rival.
También fue, por amplio margen, el equipo con más toques de pelota. En total fueron 18018, con un promedio de 750 por partido. Si las comparaciones fueran posibles en el fútbol, ese número sería el cuarto de la Premier League 2022/23. Por suerte, el juego es mucho más complejo y las cifras solo sirven para describir su gran hegemonía en Argentina.
River también fue el que más pases intentó (12854), el que más chances creó (285), el que más veces remató al arco (393), el que más goles anotó (42) y el que más partidos ganó (17). En cada apartado estadístico relacionado con el ataque y la creatividad ofensiva, el campeón exhibe una superioridad absoluta. Esta fue la gran fortaleza del conjunto de Nuñez: su irrenunciable vocación de ir en busca del arco rival.
Lo hizo de diversas maneras y con intérpretes diferentes a lo largo del campeonato, pero con un rasgo bien marcado: el vértigo. Como dijo Gorosito, River juega a un ritmo superior. Tiene la pelota, sí, pero siempre busca el pase hacia adelante. La oportunidad para romper líneas. No entretiene el balón con toques intrascedentes, quiere ir al área adversaria lo más rápido posible. Quizás, en ese apuro se complica, pero lo intenta de nuevo.
Para jugar así es necesario tener futbolistas con dinámica e inteligencia. Sobre todo en el mediocampo. Y allí está la sala de máquinas de este equipo. Con Rodrigo Aliendro, Nicolás De la Cruz, Ignacio Fernández y Esequiel Barco como intérpretes principales. Los cuatro tienen la capacidad de acelerar el juego desde el pase y desde la gambeta vertical. Y por delante de ellos aparece Lucas Beltrán, que entiende a la perfección ese modo de atacar y es una parte clave de la estructura.
¿La diferencia que sacó el campeón en la tabla de posiciones se puede ver en la cancha? Sí. River fue muy superior a todos los equipos del torneo. Por intenciones, por resultados, por juego y por contraste. En un certamen en el que sobran los conjuntos temerosos que no toman riesgos y los que carecen de funcionamiento, River dio un paso al frente entre los que sí tienen una identidad. Argentinos, Defensa y Justicia, Estudiantes, Rosario Central, San Lorenzo y Talleres son buenos equipos, pero no tuvieron ni la regularidad ni la decisión para al menos acercarse al campeón.
Algunos se distrajeron con las copas internacionales. Otros no terminaron de creer en sí mismos para dar pelea. Otros quedaron eclipsados por el campeón y fueron por objetivos más modestos. Sin contar ese grupo de dignos competidores, la mayoría de los participantes del torneo están muy lejos de River si de juego se habla. El resto de los grandes, con Boca Juniors a la cabeza, deambuló sumergido en los problemas propios y nunca terminó de entender cómo competir.
River aprovechó esa malaria y piso fuerte para volver a ser campeón argentino. Con la autoridad de un gigante.