Napoli se consagró campeón de la Serie A después de 33 años. Eso es un hecho. Lo había conseguido por última vez en la temporada 1989/90, cuando consiguió su segundo Scudetto. El primero había ocurrido solo tres años antes, en la 1986/87. El final de los ochenta fueron una etapa dorada para un club que tras aquellos tiempos gloriosos parecía destinado a vivir de los recuerdos, después de un largo derrotero desafortunado que incluyó varios años en la Serie B en la decáda del noventa e incluso una refundación. Sin embargo, un día llegó Luciano Spalletti, un experimentado entrenador del fútbol italiano, y demostró que, pese a ya no tener a Diego Maradona, el Napoli podía recuperar la alegría.
El director técnico, más identificado con otros equipos, tuvo una trayectoria parecida la de Ottavio Bianchi, primer DT campeón con el cuadro napolitano. Ambos construyeron a sus conjuntos ganadores rápido. En su primera temporada formaron una identidad y aceitaron el juego para en la segunda sacarlo campeón.
Bianchi, más que solo Maradona
Había sido jugador del club entre 1966 y 1971 y fue el conductor que le dio el primer Scudetto. Le regaló el recuerdo a miles de napolitanos que jamás imaginaron vivir un evento semejante. Es cierto que tenía a Maradona, pero al astro lo acompañaba un conjunto sólido y bien trabajado. Diego llegó al club en 1984 y al principio tuvo algunos problemas de adaptación a la ciudad y al plantel -como muestra el documental Diego Maradona de Asif Kapadia- , pero Bianchi conformó un grupo que potenció su genio único. No solo dentro del campo de juego, sino también afuera, porque el 10 interpretó mejor que nadie al pueblo napolitano y se convirtió en un redentor dentro de la histórica y vigente disputa italiana entre el norte y el sur.
El caso de Spalletti es trascendental por otros motivos: es el entrenador que entrará en la historia grande del club y le pondrá un moño a la refundación. Con un equipo que llamó la atención de los amantes del fútbol alrededor del globo, fue el hombre que demostró que hay vida después de Maradona; una vida de gloria que simplemente le había sido esquiva a Napoli por otras razones, pero demuestra que no es imposible volver a las primeras planas de este deporte. Lo ha reconocido el propio Bianchi, muy elogioso del trabajo de Spalletti en una entrevista con Corriere dello Sport: "El Napoli de De Laurentiis nunca ha tenido que sufrir verdaderas crisis y soportar el miedo de poder retroceder o permanecer en el anonimato. Este ciclo ha roto definitivamente con la precariedad, ha dado estabilidad y ha creado una madurez que también se siente en las actitudes y hace de Nápoles una ciudad enamorada de su equipo".
Pero las diferencias también son importantes, aunque es justo reconocer que es difícil comparar el fútbol de hace 30 años con el actual. De todas maneras, hay una diferencia muy notoria entre ambos equipos: uno es más italiano que otro. El único extranjero en consagrarse en la 1987/88 fue Diego Armando Maradona. Y hoy el Napoli tiene un plantel multicultural, abonando la crisis de un fútbol italiano que no logra nutrir a su Selección y paga caro el proceso no jugando las Copas del Mundo, por ejemplo. Los grandes baluartes de este equipo son extranjeros: su goleador Victor Osimhen, para empezar, es nigeriano; Khvicha Kvaratskhelia, la sensación (apodado Kvaradona), georgiano; la zaga central, un puesto importante del fútbol italiano, es completamente extranjera, con Kim Min-Jae y Amir Rrahmani, pero no son los únicos. Hagamos el ejercicio al revés: salvo por Alex Meret, Giovanni Di Lorenzo, Matteo Politano, Alessio Zerbin y Giacomo Raspadori, el resto del plantel es de varios puntos del globo, fuera de Italia, algo completamente impensado para un fútbol que probablemente fuera el mejor del mundo cuando el primer Napoli fue campeón, y que no es ajeno a otros equipos de la Serie A.
Aunque Napoli puede ser justamente la región donde menos interese, por la discriminación histórica sufrida por el norte, que ni siquiera los considera italianos. El propio Maradona lo sintetizó al rememorar las pancartas de "Bienvenidos a Italia" cuando el equipo jugaba de visitante, además de la histórica polémica del Mundial de Italia 90' en la que le pidió a los napolitanos que no apoyaran a la Azzurra ante Argentina, cuando disputaron la semifinal en el San Paolo, y los históricos insultos del 10 para quienes silbaban el himno argentino.
Pero volviendo a la comparación entre los entrenadores, fue el propio Bianchi el que elogió el trabajo de Spalletti en la entrevista mencionada y, a pesar de considerar inútil el paralelismo, lo puso un escalón por encima de su equipo: "Nunca ha habido tal dominio a nivel técnico, táctico, organizacional, conductual, ambiental. El sentido del club que con razón se convierte en prioridad; lo colectivo que prima sobre las necesidades de lo individual, y en este fútbol donde un jugador es una empresa, esto se convierte en un aspecto relevante, determinante, ejemplar (...) No soy un hombre que haga juicios basados en resultados, pero aquí han construido algo único. Hay un grupo maravilloso, lo percibes mirando las actitudes de los que están en el banco, de los que son reemplazados, y eso es gracias a Spalletti. Buscaron jugadores talentosos y funcionales, no figuras ordinarias, estamos en niveles extraordinarios, y Giuntoli y los del área de scouting lo hicieron. Y luego elevaron al club al rango de los mejores: nunca una dificultad económica, siempre con visión de futuro, salarios pagados con regularidad, balances en orden, sin desperfectos, y aquí hay que aplaudir a De Laurentiis", expresó.
Después de los elogios, echó por tierra la comparación con su equipo: "Han pasado treinta y seis años desde mi Napoli; y no quiero ni saber cuántos se han ido volando desde que yo jugaba en San Paolo. Pero sería como pensar en poder hacer un espejo de la Fórmula 1 de antes y la de hoy, con coches e incluso pistas distorsionadas. Tenía conmigo un colaborador, el preparador de arqueros y el preparador físico, que se ocupaba principalmente de la recuperación de los lesionados. Ahora hay plantillas de decenas de personas. Los jugadores ahora les siguen no solo con los observadores sino con el video. Imposible de bajar incluso en la comparativa entre individuales, sería un ejercicio engañoso".
Como dice el dicho popular, las comparaciones son odiosas, pero la historia marca que después de 33 años, los caminos de Bianchi y Spalletti se entrelazan y ambos serán recordados por años en San Paolo, por distintas razones pero igual de importantes. Porque uno le dio al viejo Napoli el primer título, y el otro se lo dio al nuevo Napoli, después de tanto dolor y agua bajo el puente que puso su existencia en peligro, aunque sin éxito.
Napoli es tan real como su historia y presente. Tan real como los primeros dos Scudettos y éste último, que le abre la puerta a una historia nueva que lo obliga a pelear y a no resignarse por no tener a ningún Maradona. Tan real como que Spalletti y Bianchi vivirán para siempre en el corazón del público napolitano.