André-Pierre Gignac habla un español perfecto y hasta entiende de albures. No necesita pregonar su cariño por México, sus acciones lo dicen todo.
Tiene dos hijos nacidos en Monterrey (Edén y Mavy), y junto con su esposa Deborah, hace un par de años aprobaron el examen de naturalización para convertirse en mexicanos. No lo necesitaban, lo hicieron por convicción, por el cariño que le tomaron a un país al que arribaron en 2015.
“Me hicieron preguntas de cultura general e historia del país. Teníamos ese deseo, mi esposa y yo, de convertirnos en mexicanos, como nuestros dos últimos hijos, que nacieron en Monterrey”, contó en aquel entonces el delantero en una entrevista con ’L’Equipe’.
De carácter reacio, para algunos hasta soberbio en ocasiones, las acciones fuera de la cancha del francés dicen mucho sobre su calidad humana. Tiene una fundación que apoya a niños con labio y paladar hendido a través de la campaña ‘Pintando sonrisas’.
Con frecuencia es empático en redes sociales ante peticiones que recibe, y está al tanto de los problemas sociales en Nuevo León y en el resto del país.
Hablar de sus logros futbolísticos en Tigres y de su capacidad dentro de la cancha es redundar, pues se trata de uno de los mejores extranjeros que han jugado en el balompié azteca y pase lo que pase de aquí a su retiro, ya dejó huella en México.
En el marco de las acciones desafortunadas de Nahuel Guzmán, secundadas por Guido Pizarro, quienes afirmaron que Tigres solo representaría a su afición en el Mundial de Clubes y no a México, Gignac les dio una severa lección.
En donde se debe hablar y como se debe hacerlo, el francés sí representó a México, dio la cara por su equipo y con dos goles lo colocó en la Semifinal del Mundial de Clubes.
No tuvo que envolverse en la bandera, besar el escudo o hacer alguna declaración fuera de tono, sencillamente entendió la importancia de enviar un mensaje contundente y así lo hizo.
Es un personaje que no pasa desapercibido y así como algunos lo idolatran, tiene un gran número de detractores. De lo que hace en la cancha hay poco y nada que cuestionarle. Tiene una mentalidad inalterable, es un ganador nato.
A futbolistas como Nahuel y Pizarro, también referentes de Tigres, pero con una trayectoria muy inferior a la del francés, bien les vendría contagiarse un poco de la humildad de Gignac. Van de ‘bravucones’ hasta que el patrón los mete en cintura.
Gignac, hermano, tú sí eres mexicano.