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Cien historias rumbo a Qatar 2022: La generación subcampeona de Croacia, ante su último desafío

Getty Images

El 4 de julio de 1998, Luka Modrić tenía 12 años y ya había empezado a dejar atrás los horrores de la guerra y del exilio que lo atormentaron en su niñez. Era un diminuto y prometedor mediocampista que desde su humilde hogar en Zadar admiraba a los héroes de la Selección de Croacia que llevaron a cabo sus hazañas en la Copa del Mundo de Francia. El 3-0 sobre Alemania en cuartos de final y la campaña de podio conseguida por el conjunto nacional en su primera participación mundialista forman parte de la identidad cultural del pueblo croata y han sido un combustible y un faro para la generación liderada por Modric, que jugará en Qatar 2022 como subcampeón en ejercicio.

"Fue un gran logro para Croacia, porque desde aquel torneo todo el mundo finalmente supo de nosotros", afirmó hace un tiempo Modrić, que a los 36 años disputará su cuarto Mundial y lo hará como capitán y líder. "Después del tercer puesto empecé a soñar con tratar de alcanzar ese nivel algún día", agregó. Mucho más que alcanzarlo, Modrić y sus congéneres tuvieron la impertinencia de superarlo.

Cuando, contra todos los pronósticos, el debutante combinado croata se metió entre los cuatro mejores de Francia 1998, Domagoj Vida, Ivan Perišić, Andrej Kramarić, Dejan Lovren, Ante Budimir y el mencionado Luka tenían menos de 10 años. Hoy, con más de treinta, empezarán a despedirse del seleccionado como la generación más exitosa de la historia. Aquellos niños que crecieron con ídolos a los que imitar, se irán como emblemas aún superiores.

Es muy difícil explicar con rigor cómo se genera cultura futbolística en una nación. Se necesitarían estudios de diversas disciplinas y ciencias sociales para ensayar algún tipo de hipótesis al respecto y no es el objetivo de este humilde espacio. Lo que sí es seguro es que necesita tiempo y constancia. Como el hilo de agua que horada la piedra, el fútbol debe permear en cada estrato de la sociedad durante décadas para convertirse en un patrimonio cultural de la patria. Y ese es el primer paso para ser campeón del mundo. Incluso, para ser subcampeón.

No alcanza un grupo de buenos futbolistas, un buen cuerpo técnico, suerte y agallas circunstanciales para jugar el partido más grande de todos. La final de un Mundial está reservada a países que tienen al fútbol como algo mucho más que un deporte. Hace cuatro años, Croacia se sumó a ese selecto grupo de 13 naciones. Y lo hizo gracias a una generación de jugadores extraordinarios pero también a muchos años de desarrollo. En esa evolución natural, la campaña de 1998 cumple una función muy importante: mostrar un camino de éxito y de autoestima.

La generación que cayó en Luzhniki contra Francia se despedirá en Qatar y cerrará otro capítulo de la rica historia del fútbol de los balcanes. La antigua Yugoslavia supo dar pelea en Mundiales, Eurocopas y torneos juveniles desde aquella semifinal de Uruguay 1930. El talento que prolifera de esa zona de Europa es proverbial y desde la división política ocurrida a comienzos de los noventa, Croacia ha sido la mejor exponente de esa estirpe futbolística. Sólo faltó a un Mundial desde 1998 y jugó dos semifinales, algo solo conseguido por Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Brasil.

Los referentes del plantel liderado por Modrić nacieron entre 1985 y 1992, es decir en plena descomposición yugoslava. Crecieron con una bandera difusa, una identidad nacional en disputa y en medio de un conflicto bélico espeluznante. A pesar de eso se convirtieron en futbolistas de élite que jamás pusieron en entredicho su representación internacional.

"Sabemos que el equipo de 1998 fue genial. Todos ellos eran nuestros ídolos y mostraron el camino para cada equipo croata que vino después", afirmó Ivan Rakitic durante Rusia 2018. El actual mediocampista de Sevilla ya no forma parte del seleccionado pero fue uno de los principales íconos del subcampeón. Antes de llegar a la gran final, declaró: "Si Dios quiere, podemos lograr el mismo resultado, o tal vez incluso más. Queremos mostrarle al mundo lo bueno que es este equipo, lo duros que somos. Queremos luchar por nuestro país. Ojalá en 20 años se hable de nosotros de la misma manera".

El concepto "luchar por nuestro país" se repite en ambas generaciones. "Cuando juegas para tu Selección, cuando tienes tu escudo, tu camiseta, tu bandera... no hay nada mejor. En 1998 yo estaba marcando goles y peleando por esta camiseta sagrada", expresó Davor Šuker, figura de aquel equipo y máximo goleador de la Copa con seis tantos. Su compañero Robert Prosinečki agregó: "Nadie tuvo que motivarnos. Competíamos por devolver la alegría y la ilusión a nuestra gente. Éramos un país nuevo y queríamos que se nos conociera y se nos valorara, competir con dignidad".

El talento no se puede manufacturar ni producir de forma artificial, pero eso jamás fue un problema para los croatas. Lo que sí debían generar era un espíritu que potenciara esa capacidad futbolística innata. La generación de 1998 lo encontró en el intento de darle alegría a un pueblo que recién empezaba su era de pacificación. La actual en la energía de aquellos héroes y también en su propia capacidad de progreso.

Antes del Mundial de Rusia 2018, Zvonimir Boban, un crack recordado tanto por su fútbol como por su ferviente nacionalismo, dijo en diálogo con el sitio oficial de la FIFA que el éxito de 1998 era un peso sobre la Selección y calificó ese lastre como injusto. Afirmó que los logros del pasado no podían ser exigidos al grupo actual porque eran "irrepetibles". En este último tuvo razón, porque cada campaña fue celebrada y valorada por diferentes razones y de distinta manera. Las circunstancias le dan un color particular a cada victoria.

Luka Modrić (36 años), Šime Vrsaljko (30) Dejan Lovren (33), Domagoj Vida (33), Ivan Perišić (33), Andrej Kramarić (31), Ante Budimir (31), Marcelo Brozović (29) y Mateo Kovačić (28) jugaron la final de Rusia 2018 y están en los planes de Zlatko Dalić de cara a Qatar 2022. Todos tienen una edad en la que la despedida del fútbol internacional está cerca y el próximo sería su último Mundial. El último de la generación que creció con los héroes de Francia y los superó.

"Recuerdo que tras cada partido estábamos más y más felices. Eran sentimientos muy especiales. Al mismo tiempo, fue un gran logro para Croacia y todo el mundo nos conoció finalmente. Recuerdo que empecé a soñar con lograr ese nivel de fútbol algún día. Fue extraordinario. También recuerdo la tristeza tras nuestra derrota contra Francia, pero luego de batir a Holanda en el partido por el tercer lugar, la alegría fue inmensa". Luka Modrić es el mejor futbolista de la historia de Croacia, pero su magnitud no sería la misma de no haber crecido en un suelo regado de la gloria de otros titanes. Ahora, es su momento de subir al olimpo.