Argentina terminó perdiendo ajustadamente la final de la Copa del Mundo de futsal, pero sin dudas marcó un hito en la historia de este deporte en particular, y del deporte argentino en general, al arribar a las últimas tres finales mundialistas, ganando una y quedandose con el subcampeonato en las dos restantes.
Por lo conseguido, pero además por la forma de lograrlo, por la irrupción fulgurante en un deporte donde nuestra Selección no era de élite, los procesos del futsal iniciados por Diego Giustozzi en Colombia 2016 y del básquetbol comandado en sus inicios por Rubén Magnano en Indianápolis 2002 (o Neuquén 2001, en el Sudamericano) son comparables, más allá de las diferencias o similitudes de las disciplinas.
Comprendemos a la Generación Dorada como el grupo ganador del oro olímpico en Atenas 2004, pero un corte abrupto en ese momento es insuficiente: la idea dorada se extendió a quienes los sucedieron, conformando una manera de hacer las cosas que estuvo siempre por encima de los nombres. Son los valores los que definen a las personas y las acciones las que justifican los ideales. Es por eso que veremos, en este contenido, mucho más que la presea dorada en la polis griega.
Con este libreto en mano, dos de nuestros especialistas decidieron hacer un frente a frente entre los jugadores de ambas camadas, donde se pueden comparar rasgos que atravesaron el tiempo y fundieron las experiencias deportivas en la memoria colectiva de los argentinos...
Leandro Cuzzolino/Emanuel Ginóbili:
Para arrancar ambos compartieron apodo, Narigón. Pero además los dos triunfaron primero lejos del país, en Italia, antes de asaltar el Mundo con la Celeste y Blanca. Cuzzollino, actualmente en el Torino de Italia se formó en un club de barrio, no de Bahía sino de CABA, en Caballito Juniors y fue el jugador decisivo en la consagración en Colombia 2016 y en la Copa América de 2022. Ah sí, casi se pasa, la habil de Leandro Cuzzolino es la zurda...
¿Y Manu? El más grande basquetbolista de todos los tiempos. Ganador de cuatro anillos NBA, campeón de Euroliga, oro olímpico, miembro del Salón de la Fama desde 2022. El argentino aspiracional que todos quisimos ser. Fue profeta en el mundo y también en su tierra: el estadio del club Bahiense del Norte, su primera casa, lleva su nombre.
No lo supimos hasta que lo vimos: fue la llave para abrir todas las puertas. Las existentes y las que creó él. Único.
Fernando Wilhelm/Hugo Sconochini:
Alcanzaría con decir que ambos portaron el brazalete de capitán en las primeras conquistas de ambos equipos. Y para grupos fuertes de caracter y con la misión de imponer legado por largo tiempo no es una responsabilidad menor. Pero también ambos comparten sus renuncias al equipo para darle lugar a la renovación y su permanente prédica por la mejora de la disciplina que practican. Dos bronces de verdad, cada uno a lo suyo.
Sconochini fue, además, el pegamento entre generaciones. La voz de mando que condujo a los jóvenes y que luego cedió el paso para el brillo de los demás. Su contribución en el oro olímpico fue enorme, pero el paso del tiempo muchas veces es injusto.
Pablo Taborda/Luis Scola:
Son/fueron el engranaje intermedio. El talento extremo que vino a prolongar lo que creíamos efímero. Los que tomaron la cinta de capitán cuando los de afuera dudaban de la continuidad del éxito de los procesos. Quizás porque sabían que el éxito era justamente la continuidad del legado. En el espejo inverso, Pablo Taborda, quizás sea uno de los mejores defensores del mundo y aporta menos en ataque, justo la faceta donde Luis Scola hace gran diferencia, mientras no descolla tanto en el tablero propio.
Scola, por su parte, es la representación humana de la Selección Argentina. El abanderado eterno, el espejo perfecto donde mirarse. La figura paternal de un deporte hecho con las manos, dibujado con las piernas y ejecutado con el corazón. Siempre presente, nunca esquivó responsabilidades ni convocatorias. Un prócer del deporte argentino con todas las letras.
Alan Brandi/Fabricio Oberto:
Perfil subterráneo y talento sideral. La síntesis que los define a ambos. Ninguno tuvo dudas jamás de ponerse el overol al servicio de lo que necesitaran sus cuatro compañeros. Pero a la hora de mirar las planillas individuales, su aporte siempre terminaba asombrando. Además, ambos son tipos con una vida interior riquísima.
Oberto tiene, en su ADN, la humildad de quien se sabe humano e imperfecto. La bondad de quien reconoce el talento de los otros. El sacrificio, el esfuerzo, y la defensa, fueron su triada hacia el éxito. Y su mensaje, llegó en forma de frase para la eternidad: "El único lugar en que éxito está antes que trabajo es en el diccionario".
Cristian Borruto/Chapu Nocioni:
Partido cerrado, caliente, donde la pelota quema ¿A quién querés adentro de la cancha con el cuchillo entre los dientes? Sin dudas Titi y Chapu son dos jugadores de sangre caliente, de los que las piden siempre, de los que no van a dudar nunca de hacia donde ir: siempre al frente.
Nocioni fue, para el básquetbol argentino, el alma dentro del Alma. El corazón, el espíritu, la emoción. El sentimiento. No se puede vivir la vida sin pasión. Sin amor. Eso lo enseñó Chapu. Se lo debemos. Desde el primer día. Y para siempre.
Nicolás Sarmiento/Rubén Wolkowyski:
Tienen razón...¿en que pueden parecerse un pivote del básquetbol y un arquro de futsal?... Sin embargo cada vez que Nico y el Colorado se ponen la camiseta de la Selección Argentina sufren la transformación. Pasan de ser buenos (muy buenos) jugadores de clubes a ser los mejores del Mundo en sus puestos. Es increíble observar, torneo a torneo, el crecimiento de algunos jugadores dentro de los planteles de Selección, pero lo de estos dos realmente alcanza niveles de asombro.
Pocos recuerdan, además, que Wolkowyski hizo escuela en la NBA. No fue el primer argentino en jugar en la liga estadounidense, pero sí el segundo. Debutó en los extinguidos Seattle Supersonics (luego jugaría en Boston Celtics) y fue, sin saberlo, uno de los pioneros para que luego otros astronautas deportivos visiten de musculosa y pantalones cortos esa galaxia.
Santiago Basile/Juan Ignacio Sánchez:
Santi Basile lleva por apodo el Cerebro. Zurdo, prodigio, inteligente, distinto. Y Pepe fue por mucho tiempo el cerebro de la Generación Dorada. Dos talentos estratégicos, dos estilistas, de esos que te da gusto verlos jugar. Siempre la pelota sale pulcra de sus pies/manos. Siempre llega a destino. Ejecutan cuando están seguros de acertar, prefieren el mejor pase a un buen gol.
Pepe fue la mente dorada. El Cronos del básquetbol argentino. No se puede hacer más lento: cada pique ralentizado, alto, supo esperar a los suyos. Y desesperar a los rivales. Zurdo, prodigio, inteligente, distinto. Pases lacerantes, ángulos oblicuos, distancias imposibles. El primer argentino NBA. Uno de los mayores responsables del triunfo contra el Dream Team en Indianápolis 2002. Chapeau, Pepe.
Damián Stazzone/Pablo Prigioni:
Fueron técnicos adentro de la cancha y ahora lo son del otro lado de la línea. Damián Stazzone dejó la Selección y enseguida se sumó al cuerpo técnico. Dirige la Sub 20 y es el asistente de Matías Lucuix en la mayor. Pablo Prigioni hizo un camino mas largo, empezó en Baskonia como entrenador, luego fue asistente de Brooklyn Nets y Minnesota Timberwolves en la NBA, y finalmente llegó a la Selección, donde ganó la Americup en 2022.
Prigioni no pertenece a la Generación Dorada, pero es una consecuencia de ella. El hombre pick and roll que repitió hasta el hartazgo el movimiento con Scola. En el Tau Cerámica, en la Selección, en un patio entre malvones y geranios. Un híbrido que pasó en su carrera de ser un escolta a un base cerebral. Llegó a la NBA y lo hizo realmente muy bien. En un país hecho de bases, Prigioni logró hacerse espacio entre los mejores de la historia. Maestro del juego, básquetbol de galera y bastón.
Ángel Claudino/Facundo Campazzo:
Son la referencia de lo que viene. Talentosos como sus antecesores, brillan en sus clubes en España y son los encargados de transmitir el gen Selección a quienes se sumen de ahora en adelante. Encima dos tipos fundamentales en la formación de grupo.
Campazzo tampoco es Generación Dorada, pero es el mejor de los que los continuaron. El nuevo líder que reúne un poco de varios: la velocidad de Alejandro Montecchia, el corazón de Chapu Nocioni, la defensa y visión de Pepe Sánchez. Es una mezcla en envase pequeño. Tan bueno, tan distinto, que capitaneó a Real Madrid por años y llegó a la NBA para jugar en Denver Nuggets y Dallas Mavericks. Facu es un súper crack.
Diego Giustozzi/Rubén Magnano:
Sin dudas, un proceso con las características de estos equipos tienen varias vertientes, pero quien puede dudar de la paternidad de Diego Giustozzi, que volvió al país para hacerse cargo de un equipo que naufragaba en la intrascendencia y llevarlo a la cúspide mundial, en base a los conocimientos del deporte, pero también de un poder de convicción y de empuje que conmueve. Matías Lucuix, junto a Santi Basiule y Damián Stazzone en los juveniles es la continuidad del trabajo de Giustozzi.
Rubén Magnano, en el básquetbol, fue también un defensor de ideas. El ejecutor perfecto, trabajador incansable, que materializó el sueño de León Najnudel, que fue transmitido por primera vez por Guillermo Vecchio, arriesgado por Julio Lamas y continuado por Sergio Hernández.
El equipo/El equipo:
Hay algo sin dudas que es lo que más iguala a estos dos procesos: el concepto de equipo. En ambos casos el todo fue siempre mucho más que la suma de las partes. Y quizás allí radique el verdadero sello en el origen de estos dos hermosos procesos deportivos.
El deporte funciona, con esta clase de equipos, en modo aspiracional. Ambas selecciones cruzaron el Rubicón en ese sentido: fue siempre el orgullo de sentirlas nuestras, cercanas, honestas. El triunfo sirvió, entonces, en modo subrayado: fue la justificación de que esta manera de hacer las cosas valía la pena. Que la ruta más larga, el largo plazo, le gana por goleada al que busca cortar camino. Se puede alcanzar la gloria sin pasar semáforos en rojo. Esa es la enseñanza. Es el camino, no el final. Y así entonces, las Generaciones Doradas de ambos deportes serán, desde su concepción y para siempre, nuestro espejo de referencia. Para nosotros, para nuestros hijos y para quien corresponda.
