Siempre he sido muy del Vasco Aguirre. Un tipo frontal, sincerote, malhablado y divertido. En la historia del futbol mexicano, ningún técnico se acerca siquiera a lo logrado por él en términos de trayectoria internacional. Sin trofeos, pero con el reconocimiento unificado de su sello propio y carácter a prueba de sospechas, rumores y escándalos. El Vasco es único.
Pero por más que soy del Vasco Aguirre, el panorama que tiene enfrente con la misión de salvar al Leganés pinta oscuro, muy nublado, por no decir que prácticamente insalvable.
Hay que recordar que desde que llegó al humilde club Leganés a principios de noviembre pasado, con 12 jornadas disputadas, el Vasco tomó al equipo en el último lugar y solo 5 puntos. Javier Aguirre no engañó a nadie, y sin prometer las perlas de la Virgen, admitió que su misión era durísima, pero aseguró que le brindaría espíritu a sus muchachos y los convencería al menos de que la salvación era posible.
Y eso lo logró. El Leganés empezó a arañar puntos, y a dar partidos dignísimos, dejando atrás la apariencia de un conjunto desahuciado. Con uno menos, sacó el empate a uno contra la Real Sociedad en Anoeta y también así igualó a cero con el Atlético de Madrid en el Wanda Metropolitano. Derrotó al Celta, al Espanyol, otra vez a la Real, sacó varios empates más y justo antes del parón por el Coronavirus obtuvo un triunfo de oro en la cancha del Villarreal.
Pero el Leganés sufrió un golpe terrible mientras el equipo crecía. En el mercado invernal, se desprendió del danés Martin Braithwaite y del marroquí En-Nesyri, dos jugadores que marcaban la diferencia en el ataque y que fueron vendidos al Barcelona y al Sevilla. Entre los dos, acumularon 10 goles y cuatro asistencias. Eran el talento mínimo necesario para buscar los puntos que los alejaran del infierno. Pero se fueron, e incluso con esas terribles salidas, el Vasco lo tomó con buen humor, como siempre: “Nos chingaron. Hicieron lo que tenían que hacer en este club, entregaron lo mejor que tenían. Y ya está. No puedo, no debo y no quiero lamentarme pensando en lo que hubiera pasado”.
Ahora en la reanudación contra el Valladolid, el Leganés se vio como una gallina sin cabeza. Corriendo, con mucho corazón, pero sin ojos que lo guiaran, ni pico para hacer daño. Para colmo, el 0-1 en contra es para infartarse: un mal entendido entre el portero Cuéllar y el defensa Awaziem que acaba en el gol de Unal al minuto 4. Al final, cayó el “Lega” 2-1 en casa y la cosa pinta fea.
El calendario le juega en contra al Vasco y su pandilla. Los 10 juegos que le quedan al Leganés los podemos dividir en tres grupos: los casi imposibles, visitando al Barcelona y recibiendo al Sevilla, Valencia y Real Madrid en la última jornada. Los rivales de media tabla, Osasuna, Granada y Bilbao. Y los choques directos por la permanencia, contra el Espanyol, Eibar y Mallorca.
Con 30 puntos en disputa, Leganés requiere unos 15 para asegurar la permanencia, pensando en llegar a 38 y con una batalla tan cerrada, poder quedarse en Primera División. Se van los tres últimos. Claves serán los duelos ante los otros involucrados, sorprender ante la clase media y batirse para arrancarle puntos a los poderosos.
Parece una misión casi imposible, pero tan solo que el Leganés esté en la pelea es un milagro. Si alguien puede motivar, inspirar y salvar a un equipo… ese es el Vasco Aguirre.