La escena ya parece cotidiana. La Central de Wimbledon, uno de los escenarios más emblemáticos del tenis mundial, empieza a sentirse como el patio de casa para Carlos Alcaraz (2º). Sin varita ni sombrero, pero con una raqueta mágica, el español vuelve a deslumbrar sobre el césped británico. Y aunque a veces tiene algún que otro altibajo, pocos pueden plantarle cara en este terreno. Tanto es así que, en los cuartos de final, venció con autoridad a Cameron Norrie (61º) por 6-2, 6-3 y 6-3 en 1hXm.
Uno intentaba, pero no podía. El otro dominaba a su antojo. No hubo equivalencias. El pupilo de Juan Carlos Ferrero impuso su ritmo desde el inicio, no por falta de recursos de su rival, sino por mérito propio. Cumplió con todos los requisitos del manual del especialista en césped: gran servicio, puntos cortos y subidas eficaces a la red. A eso le sumó su impronta única: drops precisos, ángulos imposibles y winners desde cualquier rincón. Y a medida que pasaban los puntos, el lenguaje corporal de uno y otro era claro: el murciano se cargaba de confianza; el otro parecía perdido.
Las estadísticas -a veces engañosas- esta vez sirven para reafirmar lo evidente: 13 aces, 72% de primeros saques (ganando un impresionante 89% con ese tiro), 71% de puntos ganados en la red (22/31), cinco quiebres, 39 tiros ganadores y apenas 26 errores no forzados. Una superioridad clara, reflejada también en la diferencia de más de 29 puntos ganados entre ambos.
Alcaraz ya acumula 34 triunfos sobre césped en su carrera (en apenas 37 partidos) y sueña con levantar su tercer trofeo consecutivo en la Catedral. Claro que el camino se vuelve más exigente: el viernes, tras dos días completos de descanso, se medirá con Taylor Fritz (5º), quien viene de eliminar a Karen Khachanov (20º) en cuatro sets y promete ser una prueba de fuego en su ilusión de ir por más.
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