Durante los años 80', aquella época dorada del tenis en la que brillaban Guillermo Vilas, Boris Becker, Jimmy Connors o John McEnroe, también había un sudamericano que hacía de las suyas. Oriundo de Montevideo, Diego Pérez escribió su propia historia en el tenis uruguayo a base de sacrificio y obtuvo muchísimos logros importantes hasta la actualidad, época en la cual dirige y organiza el Uruguay Open.
La raqueta, como si el destino así lo quisiese, estuvo prácticamente unida a él desde antes de nacer. Es que en su familia su padre y su tío fueron campeones nacionales de tenis. Y su primera raqueta fue regalo de su padre, que mandó a hacer a lo de un carpintero. "Para que tengan una idea, yo empecé a pegarle a dos manos el revés porque me pesaba la raqueta. Se me caía, entonces, como reacción, la tomaba con las dos manos" recordaba Pérez con el medio El Observador de Uruguay en 2020.
Para los comienzos de su adolescencia, Diego estaba entre los mejores de su categoría a nivel local, pero la vida le puso su primera piedra. Su padre falleció y al poco tiempo se mudó junto a su familia a Pocitos. El tenis empezaba a quedar en un segundo plano. Pero para los 15 retomó y empezó a jugar distintos torneos por Sudamérica, lo que le costó tener varias faltas en el colegio.
En ese entonces, la directora del establecimiento le comentó a la madre de Pérez que su hijo estaba por perder al año. Y allí fue el momento cuando el montevideano le planteó abandonar los estudios para dedicarse al tenis. "Ahí, bajando la escalerita del Suárez, le dije a la vieja, que estaba desesperada: “Vieja, yo quiero jugar al tenis”. Me miró como diciendo “¿me estás jodiendo?”. “No se puede ganar plata jugando al tenis”, me dijo. Y le contesté: “Yo vi a un loco, Guillermo Vilas, en una revista deportiva y él gana plata jugando al tenis" rememoró sobre aquel momento con el Portal Montevideo hace algunas semanas.
Con su objetivo bien definido, el salto lo dio en España. Junto a su familia, se mudó al país ibérico y el destino nuevamente estuvo a su favor. Un vecino, al que fue a tocarle la puerta para ver la inauguración del Mundial de Argentina 1978 en una televisión a color, le consiguió una prueba en la Real Federación Española. Allí a base de triunfos empezó a ganarse un nombre y recorrió toda España con 25 dólares en el bolsillo para solventar sus gastos.
"Con eso me pagaba el tren, algún sándwich y compartía habitación con otros cinco. Y fue así. Pero eran torneos por dinero, entonces si ganabas, ganabas plata. Empecé a ganar partidos, y así ganaba un pesito acá, un pesito allá, y tiré un mes y medio así. Y cada un par de semanas gastaba en una llamada y le avisaba que estaba bien" recordó con el Portal Montevideo.
Y a partir de allí, con sacrificio, llegó al circuito ATP. En 1979 debutó en Roma y cayó ante el francés Christophe Freyss. Luego recorrió varios Challengers por Italia, España y Argentina hasta volver a disputar un torneo ATP: Florencia. En ese torneo debutó ante el estadounidense Rick Fagel y lo derrotó por 6-3 y 7-5.
Una de sus primeras grandes victorias fue ante Guillermo Vilas, aquel ídolo de las revistas deportivas que lo inspiraron a ser tenista profesional, en el torneo de Boston de 1983. El argentino era cinco del mundo y el uruguayo Top 50. Pero aquella victoria no sería la única frente a un peso pesado. En Roma 1984 se deshizo de Yannick Noah (N°6), en Munich 1985 hizo lo propio con Andres Gomez (N°5) y en Kitzbuhel 1985 derrotó nada más ni nada menos que a Boris Becker.
Sobre aquel triunfo ante el alemán recordó: "Le gané el primer set y cuando estaba por comenzar el segundo, Tiriac (dueño del torneo, ex tenista rumano y ex manager de Vilas) cruzó la cancha, se acercó al juez de silla, le dijo algo al oído y el juez dijo que se suspendía el partido por mal clima. Estaba un poco húmeda la cancha, pero ya se había jugado durante ocho horas con esa humedad. La gente se dio cuenta y empezó a tirar almohadoncitos. ¡Quedó la cancha tapizada de almohadones! Me fui al vestuario y a los minutos vi al loco llorando. Con Becker, retomamos al otro día y le gané. El flaco no pudo embocarla en la cancha. Le gané en 10 minutos".
Su última gran hazaña fue ante Jim Courier, también en Kitzbuhel pero en 1992. En ese entonces el estadounidense era el número uno del mundo y máximo favorito a ganar el torneo. Y lo más curioso de este triunfo es que Pérez lo venció luego de haber comido dos salchichas en el vestuario. Así relató el momento a El Observador: "Courier venía de ganar los últimos dos Roland Garros, llegaba con un invicto impresionante en polvo de ladrillo y no sé cómo, entré en un partido medio peleado. Pierdo el primer set medio justo, voy bien en el segundo y se pone a llover".
Y a partir de ese momento, comienza lo excéntrico de su anécdota: "Me voy al vestuario y dije, acá cuando llueve, llueve dos días seguidos. Y pido a ver si me pueden traer un par de salchichas alemanas. El tipo estaba con su entrenador, concentrado y con una toalla en la cabeza y yo comiendo salchichas. Pero el tema es que cuando termino la segunda ¡llaman para jugar! ¿Pero cómo voy a jugar ahora?, decía yo. Pero salí y terminé ganando el partido".
A lo largo de su carrera, Diego Pérez terminó consiguiendo un título ATP en Burdeos 1985 y fue finalista en Buenos Aires en el mismo año. Su mejor ranking lo consiguió en 1984 (27°) y finalizó su trayectoria con un récord de 208 triunfos y 231 derrotas a nivel ATP. Y así, en 1995 y con 32 años le puso fin a su exitosa carrera. Una que empezó con una raqueta de madera, la imagen de Vilas en las revistas y ese sueño de convertirse en profesional cueste lo que cueste.