Empiezo por el final
terminaré en el principio
(Encuentro con un ángel amateur, Indio Solari)
Última jugada de un encuentro que puede ser inolvidable: Dallas Mavericks pierde por 3 puntos ante Minnesota Timberwolves luego de sufrir una desventaja máxima de 26. Si consigue la victoria, será la mejor remontada de cualquier equipo en la temporada. La pregunta surge antes de la reposición desde la banda: ¿quién debe tomar la responsabilidad del último tiro: Luka Doncic, líder natural del equipo, o Kyrie Irving, la nueva estrella que protagonizó un último cuarto descomunal? La respuesta no la sabremos nunca. Se prestaron la pelota entre los dos buscando la mejor opción, ninguno encontró el espacio para intentarlo ante la férrea defensa de Anthony Edwards y Jaden McDaniels y el partido terminó con una pérdida de Irving. El peor desenlace.
¿Qué ocurrió antes? Kyrie anotó 26 puntos en el último período, la máxima cantidad para un cuarto en toda su carrera. Fue la quinta vez en la temporada que consigue al menos 20 en el cuarto decisivo, algo que nadie había logrado en las últimas 25 campañas. De hecho, Irving entró a este juego como el jugador con mejor promedio de puntos en el cuarto período: 9,4 por partido. ¿Cómo lo hizo? Se hizo dueño de la pelota, lo que más le gusta. En los primeros 6 minutos de ese parcial, en los que Luka descansó, Kyrie atacó el aro con decisión, arrancó y clavó los frenos cuantas veces quiso para ejecutar su lanzamiento favorito, corrió el contraataque. En síntesis, mostró lo mejor de su repertorio. Cuando Doncic volvió a la cancha, Irving estaba prendido fuego y el esloveno fue inteligente para cederle el protagonismo.
¿Y previo a esa ráfaga infernal de Kyrie en la que él solo anotó más puntos que todo el equipo rival (26-24) con un brillante 11 de 12 en lanzamientos? En los primeros tres períodos, Irving estuvo apagado: tomó 11 tiros (convirtió 4) y no tuvo el control de la pelota. El juego pasaba por Doncic, que tampoco estaba en una de sus mejores noches. Christian Wood aparecía como el más determinante de los Mavericks.
Las conexiones entre Luka y Kyrie fueron escasas. El que generó aplausos, gritos e ilusiones fue el de la segunda canasta de Irving en el partido, con una asistencia quirúrgica de Doncic aprovechando el corte hacia el aro de su nuevo compañero. Poco, muy poco para lo que se espera que generen juntos. De hecho, en el segundo cuarto hubo un presagio de la jugada del final: Luka y Kyrie se pasaron la pelota cuatro veces entre sí en una acción en la que habitualmente cualquiera de los dos habría tirado al aro sin dársela a un compañero hasta que Irving falló en el intento de triple.
Ni Luka ni Kyrie parecieron sentirse cómodos compartiendo cancha. Es lógico, recién fue el segundo partido juntos para dos jugadores que necesitan tener la pelota en las manos para mostrar su mejor versión. Los números que ofrece Second Spectrum acompañan esta afirmación: frente a Minnesota, Doncic manejó la pelota por 4,3 segundos por cada vez que la tuvo, lo que representa su promedio más bajo de las últimas cuatro temporadas.
¿Se pueden sacar conclusiones de lo que puede generar este dúo de los Mavericks? No. Al menos, no todavía con apenas dos encuentros compartidos. Por el momento, la sensación es que les falta fluidez cuando están juntos en la cancha. Sus estadísticas individuales son positivas: Irving promedió 32 puntos y Doncic 30, lo que los convierte en la primera dupla en anotar 30 o más cada uno en sus primeros dos encuentros como compañeros. El problema es colectivo: los Mavericks perdieron los dos partidos. Insistimos: es muy temprano para sentenciar esta historia.
¿Cómo fue el comienzo del camino de Kyrie ante el público de Dallas? El recibimiento fue acorde a las expectativas que generó su llegada a los Mavericks: estruendosa ovación cuando el locutor del estadio lo anunció en la formación inicial. El base saludó a sus compañeros, chocó las manos efusivamente con Luka y luego señaló al cielo. El crédito para Irving está abierto. La suma de su talento con el de Doncic invita a pensar en noches memorables. Este dúo, que aún no se complementó de la mejor manera, puede brillar e invita a soñar. Pero, cuidado, también puede chocar de frente contra la realidad.
Parece que en el final
no me saldré con la mía, mi amor
(Flight 956, Indio Solari)